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El debate científico de la triple epidemia: COVID, gripe y bronquiolitis

Investigadores achacan la ola de bronquiolitis a una ‘deuda inmunitaria’ por las medidas contra el COVID; otros lo rechazan | Gripe, COVID y virus respiratorio sincitial alcanzan cotas epidémicas

Una investigadora trabaja en un laboratorio microbiológico de biocontención. FDV

Si hace dos años hubo un encendido debate científico sobre la vía dominante de transmisión del coronavirus –gotas contra aerosoles–, actualmente hay otro, tampoco exento de acritud, entre los que sostienen que la ola de bronquiolitis se debe a una “deuda inmunitaria” –una especial susceptibilidad producida por las medidas anti-COVID– y quienes niegan esta hipótesis y defienden la contraria, que las infecciones por SARS-CoV-2 han producido un daño en el sistema inmunitario que hace a la población más indefensa ante otros patógenos.

La realidad es que tanto el coronavirus, aún pandémico, como el virus de la gripe estacional y el virus respiratorio sincitial (VRS), que provoca bronquiolitis, especialmente en bebés, están en niveles epidémicos. Esta inédita triple epidemia de virus de transmisión respiratoria suscita inquietud entre los investigadores. No se sabe cuánto tiempo confluirán ni cuando llegará el pico del VRS, que causa la hospitalización de 1 de cada 56 recién nacidos sanos. La Sociedad Española de Urgencias Pediátricas mostró esta semana su “preocupación e incertidumbre por el incremento inesperado del volumen asistencial” de casos de VRS.

La incidencia semanal de infecciones respiratorias agudas (COVID-19, gripe y VRS) se ha disparado en España. El pasado viernes se situaba en 691 casos por 100.000 habitantes, frente a los 564 del viernes anterior, 127 puntos más. Por edades, las tasas más altas se dan en los niños de 0 a 4 años, con 3.480 casos, seguidos de los de 5 a 14 años, con 1.209, y en los mayores de 65 años, con 570 casos.

“La ‘deuda inmunitaria’ existe, pese a quien le pese. Las consecuencias, especialmente con el VRS, ya las están viendo los pediatras”, ha dicho esta semana en Twitter el inmunólogo José Gómez Rial, investigador de enfermedades infecciosas, genética, pediatría y vacunas del Hospital Clínico Santiago de Compostela.

Los defensores de la hipótesis de la “deuda inmunitaria”, término acuñado el año pasado en un trabajo científico de Francia, sostienen que, dado que las infecciones virales no han circulado entre los niños, por medidas como los confinamientos, el distanciamiento social y las mascarillas, los pequeños no han desarrollado inmunidad, y por ello han adquirido una “deuda de inmunidad” que puede conducir a brotes mayores en el futuro. El doctor en Bioquímica Juan José Manclús, uno de los partidarios de esta explicación, lo ha comparado con los incendios forestales: después de años sin fuegos, el bosque arderá más ferozmente.

Esta hipótesis se deriva de la más antigua hipótesis de la higiene, también cuestionada, que sostiene que los niños, desde que son bebés, deben entrar en contacto con determinados hongos, bacterias y parásitos, que tradicionalmente han convivido con el ser humano en entornos rurales, para desarrollar un sistema inmunológico fuerte, y que un exceso de higiene puede conducir a problemas como las alergias.

FARO ya preguntó sobre esta hipótesis en octubre de 2021. La catedrática de Inmunología de la Universidad de Vigo África González señaló entonces que “usar mascarilla en clase no significa que el sistema inmunitario no se vaya a desarrollar”. Con la mascarilla “podemos tener una memoria más reducida, porque hemos podido tener menos estímulos”, pero esto no significa que cause una “contracción del sistema inmunitario”.

La también inmunóloga Yvelise Barrios, vocal de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), ha dicho en el portal Consalud que “no es verdad que las infecciones por virus respiratorios vayan a ser más graves por la deuda inmunitaria”. La científica argumenta que “ha pasado muy poco tiempo desde que hemos tenido todas esas restricciones para que lo podamos decir, y las medidas que hemos tenido no son lo suficientemente intensas como para poder sacar esta conclusión”. El virólogo Aris Katzourakis, por su parte, recuerda que la deuda inmunitaria “no es un concepto establecido y nunca se ha utilizado antes de la pandemia. Mezcla la inmunidad de la población, lo cual es cierto, con efectos de gravedad individual, que no lo son”.

En cualquier caso, el término “deuda inmunitaria” ha hecho fortuna. Hasta la Sociedade Galega de Medicina Interna ha señalado estos días como posible causa del aumento de la incidencia de gripe “la relajación en las medidas anti-COVID, unida a la ‘deuda inmunitaria’”.

Una de las críticas que se hace a esta hipótesis es que los niños más susceptibles al VRS, los menores de dos años, no habían nacido cuando hubo confinamientos. Tampoco los niños hasta 6 años han llevado mascarillas en España. Y la saturación de casos de VRS se está dando también, incluso con más virulencia, en países donde las medidas anti-COVID han sido más bien laxas, como Suecia, Estados Unidos y Canadá.

Para salvar esta contradicción, uno de los científicos que defiende la hipótesis de la “deuda inmunitaria”, el catedrático de Parasitología Rafael Toledo, apunta que la defensa frente a patógenos de un recién nacido depende casi exclusivamente de los anticuerpos que le transfiere la madre con la leche. “Si no ha habido circulación del virus, las madres no han contactado con el virus, los niveles de anticuerpos se han reducido y no llegan al bebé, con lo que queda desprotegido”, argumenta en Twitter.

Contra el concepto de deuda inmunitaria están los científicos que señalan al “daño inmunitario”, algo que ya apuntó el intensivista chino Peng Zhiyong en febrero de 2020 en Wuhan. Quien con más fervor ha insistido en ello ha sido el inmunólogo estadounidense, especialista en células T, Anthony J. Leonardi, quien en una entrevista con FARO en enero de este año, que tuvo gran repercusión, alertó del potencial del SARS-CoV-2 para confundir y debilitar el sistema inmunitario. Algunos de sus colegas le han llegado a tildar de “chiflado”, pero varios trabajos revisados por pares han demostrado la existencia de inmunodeficiencia post-COVID, que algunos vinculan a las olas de VRS e incluso a las hepatitis infantiles de causa desconocida.

El mismo ministro de Sanidad de Alemania, Karl Lauterbach, que además de político es un epidemiólogo de prestigio, afirmó ayer en su cuenta de Twitter que "cada vez hay más pruebas de que una infección previa por COVID podría debilitar la inmunidad general, al menos por un tiempo. Esto podría explicar por qué uno parece ser más susceptible a otras infecciones después de la COVID".

La idea está en línea con lo apuntado por la neurocientífica gallega en Houston Sonia Villapol, perteneciente a un grupo internacional de investigación sobre el COVID, y que en una reciente entrevista con FARO señaló que "la pandemia ha causado una sociedad más débil y más vulnerable a otras enfermedades".

Probablemente llamen “deuda inmunitaria” a no haberse contagiado antes, dice el internista e investigador en la Universidad de Salamanca Miguel Marcos. Por su parte, el pediatra e investigador gallego Federico Martinón-Torres señala que “deuda inmunitaria” “es un término nuevo para definir algo que ya conocíamos, y es que si la población deja de estar expuesta a una determinada infección, hay más población vulnerable, y cuando el patógeno en particular vuelve, encuentra más gente susceptible”.

En declaraciones a FARO, el jefe de Pediatría del Hospital de Santiago afirma que observan ahora más cantidad de casos, “pero no más gravedad”. “Hay varias cohortes de niños que no se expusieron y que ahora, de repente, se exponen todas juntas”, explica. Martinón, gran experto en virus respiratorio sincitial, que define como “el COVID de los niños”, acaba de publicar con otros colegas un estudio en la revista “The Lancet Respiratory Medicine” que indica que el 1,8% de todos los recién nacidos sanos ingresan como consecuencia de la infección por VRS en el primer año de vida, pero prácticamente el 60% de esos ingresos se produce en los tres primeros meses. En otras palabras: el riesgo es mucho menor a los dos años que a los dos meses de edad. Conviene evitar la infección por VRS, un virus muy contagioso, sobre todo cuando el bebé es recién nacido, todavía más si es prematuro, o lactante muy pequeño.

Además del elevado número de casos, Martinón destaca “la impredicibilidad de la epidemiología” en esta triple epidemia de VRS, gripe y COVID. “Hasta ahora, cuándo aparecían y cuándo se iban estos virus era más o menos predecible, pero con este parón pandémico y la interferencia del SARS-CoV-2 y la competencia viral, tampoco sabemos ahora si hemos alcanzado ya el pico o si todavía queda más tiempo, y eso hace más difícil la planificación”, reconoce.

Cómo evitar el virus respiratorio sincitial

El virus respiratorio sincitial (VRS), que causa la mayor parte de las bronquiolitis y para el que no hay vacuna pediátrica, no es nuevo, ni siquiera en esta pandemia. En 2021 hubo una onda de VRS en verano, fuera de su periodo habitual. Pero esta es mucho más intensa y aún no ha alcanzado su pico, como señalaron esta semana los investigadores del Instituto de Salud Carlos III Amparo Larrauri y Francisco Pozo en un encuentro organizado por el SMC al que asistió FARO. El pediatra Federico Martinón recomienda vacunar a los niños de 6 meses hasta los 5 años contra la gripe, como se hace en Galicia, para tener “un boleto menos” de hospitalización; y proteger a los lactantes más pequeños del VRS. “No se trata de meterlos en una burbuja, sino de evitar contactos innecesarios, lavarse las manos, mantener cierta distancia y no exponer a los bebés a personas enfermas o que tengan sintomatología catarral –explica–. También, si nos lo podemos permitir, que no estén en guarderías, que son un centro importante de contagio de estas infecciones. Los primeros tres meses de vida son fundamentales, porque es cuando es más grave este virus”, recalca.

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