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La depresión tras la sonrisa

Cada vez más personas ocultan su sufrimiento emocional tras una falsa felicidad

Una mujer oculta su malestar emocional tapándose el rostro. FdV

La sonrisa es el gesto más inequívoco de la felicidad. O no, porque también puede convertirse en un muro para ocultar todo lo contrario. Es lo que se conoce como depresión sonriente, es decir, aquella que se esconde al mundo bajo una máscara de felicidad fingida para protegerse del estigma que aún persiste en torno a este trastorno en una sociedad que presupone que estar bien o no estarlo depende de uno mismo.

Según los especialistas en salud mental, la depresión sonriente crea un estado aún mayor de aislamiento en la persona, que le priva de apoyo social y le impide pedir ayuda, por lo que los síntomas y la progresión del trastorno pueden agravarse de forma considerable. Y advierten, estos casos no hacen más que aumentar.

La psicóloga clínica Rosa Cerqueiro Landín puntualiza que la depresión sonriente no es una categoría diagnóstica, sino un término que hace referencia a los cuadros depresivos que cursan con la sintomatología típica asociada a dicho trastorno: tristeza, cansancio o fatiga, abulia, alteraciones del sueño y del hambre, falta de interés por hacer cosas, y una visión catastrófica del mundo, del futuro y uno mismo, entre otros, pero en los cuales el sujeto diagnosticado tiene un afán de ocultamiento. “A depresión sorrinte non é ningún tipo de depresión definida; hai que entendela como unha expresión dun modelo social no que a felicidade é casi un imperativo e que aínda hoxe penaliza a expresión do malestar e do sufrimento”, argumenta la especialista, portavoz del Movemento Galego de Saúde Mental (MGSM).

Cerca de 280 millones de personas en el mundo sufren depresión, según los datos que maneja la Organización Mundial de la Salud (OMS), aunque esta cifra podría ser mucho mayor, dada la cantidad de casos que hay sin diagnosticar, entre estos, muchos que se ocultan tras una cara sonriente. “Vivimos nunha sociedade na que estar mal séguese vendo como un signo de debilidade e de incapacidade; na que o que prima é o éxito social, o materialismo, a competitividade e a produtividade, e na que se culpa á persoa que non é feliz e sofre, polo que o que facemos é negar que esteamos mal con frases como ‘non pasa nada’ ou ‘todo vai ben’, aínda que sexamos conscientes do que nos está pasando”, explica.

"Vivimos nunha sociedade que aínda hoxe penaliza a expresión do malestar e do sufrimento”

Rosa Cerqueiro Landín - Psicóloga Clínica

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Según la psicóloga gallega, estos conceptos están tan enraizados en la sociedad que llevan a muchas personas a culpabilizarse por no sentirse felices. “En consulta vemos moitos casos de pacientes que o están pasando mal e que o viven con culpa porque se preguntan a si mesmos como poden sentirse mal se o teñen todo: casa, fillos, parella, traballo... e creen que se chegaron a ese punto é porque hai algo que fixeron mal. Por iso, na maioría dos casos, unha das cousas que temos que traballar en consulta é a culpa”, comenta.

Ese sentimiento de culpabilidad, unida a la vergüenza y el miedo a ser juzgados, lleva a muchas personas a meter debajo de la alfombra toda manifestación de malestar. Esto puede traducirse en una mayor dificultad para detectarlo, aunque los síntomas de la depresión terminan revelándose, al menos para el entorno más cercano. “Unha das sinais que poden alertarnos é ver que, a pesar de dicir que está ben, cústalle facer as cousas e ten que obrigarse a facelas, que ten astenia, que xa non lle gustan as cousas que lle gustaban antes... O sorriso non se pode manter vinte e catro horas ao día. Ao final, os pensamentos negativos aparecen”, comenta.

Aunque no hay un perfil establecido en la depresión sonriente, algunos especialistas apuntan que las personas perfeccionistas, que con frecuencia toleran peor los errores propios, pueden ser más propensas a ocultar la depresión si la perciben como una debilidad o una incapacidad personal.

Esconder la depresión aísla a la persona y hace que pierda apoyo social y, por tanto, posibilidades de recibir ayuda. “Ocultándoa perdemos a posibilidade de visibilizar e de expresar o que nos ocorre e de saber tamén que non somos a única persoa a quen lle pasa porque cando comezamos a falar, o primeiro que xorde é: ‘A min tamén me pasou’. Pero se ninguén fala quen vai á dicir que está mal? Isto é gravísimo porque é realimentar un mundo de aparencia, de prestixio e de éxito que rompe a pedazos a pouco que rasques”, afirma.

Asimismo, desde un punto de vista clínico, puede agravar los síntomas depresivos y aumentar el riesgo de cronicidad del trastorno. “Pode aumentar o risco autolítico e de autolesión, e tamén os trastornos alimentarios, especialmente entre os máis novo, detrás dos cales tamén pode estar este modelo imperante de sorriso permanente no que todos participamos, activa ou pasivamente”, comenta.

Estereotipos de género y redes sociales

La psicóloga clínica asegura que los estereotipos de género de la sociedad patriarcal también explican la depresión sonriente. “No caso dos homes segue prevalecendo a idea do éxito, o poder, a fortaleza física e mental, o ser resolutivo... E no da muller, a de ter que chegar a todas partes, esa idea da multitarefa que tantas veces nos gusta dicir, a abnegación, o sacrificio... Por unha razón ou por outra, non podemos dicir que estamos mal porque se castiga”, comenta.

Las nuevas generaciones tampoco escapan a la depresión sonriente, alimentada por el modelo de comparación entre la propia vida y la supuesta vida de los demás que se exhibe en las redes sociales y que no invita, precisamente, a mostrar las emociones reales. “É un mundo que intensifica esa idea de que temos de estar ben a través de selfis e fotografías de caras sempre sorrintes e de xente pasándoo ben, e de corpos perfectos, que fan que a realidade se difumine e que impiden naturalizar cando non sucede isto”, sostiene.

Las previsiones de la OMS son que la depresión siga sumando casos en todo el mundo. Según la portavoz del MGSM, para revertir esta situación es preciso mirar colectivamente tanto los factores que la provocan como las soluciones. No se puede, asegura, minusvalorar las circunstancias personales, sociales y estructurales de un sistema empeñado en responsabilizar al individuo de que la salud y la enfermedad están relacionadas con deficiencias personales.

“A nosa é unha sociedade neoliberal encarada á produtividade e ao éxito, levamos moi mal a diversidade, as dificultades, o non poder seguir este ritmo de vida frenético... Con todo, mentres persistan as estruturas que levan ao sufrimento, non vai cambiar nada de forma drástica”, opina.

La paradoja de la visibilización

Nunca antes de la pandemia se había hablado tanto de salud mental ni se le había dado tanta relevancia a trastornos como la depresión. El golpe que supuso la irrupción del coronavirus en la salud mental de miles de ciudadanos de todo el planeta hizo que el mundo mirase hacia el sufrimiento emocional y desatase las señales de alarma ante un problema que aumenta cada año. En medio de una crisis sanitaria de la magnitud del COVID-19, cualquiera se sentía vulnerable, no solo física sino mentalmente, como revela que la enfermedad mental sea la que más preocupa a los españoles después del cáncer, según el estudio de Ipsos “Health Service Monitor 2022”.

Para Rosa Cerqueiro, uno de los motivos de este creciente interés es que quienes más problemas de de salud mental presentaron a causa de la pandemia fueron los jóvenes y a las personas mayores, dos colectivos a los que la sociedad tiende a proteger. Sin embargo, esta mayor visibilización y preocupación por la salud mental puede no traducirse en una mayor aceptación del problema. “Pode ter un efecto paradoxal e ser visto como un problema aceptado, si, pero que lles pasa aos demais, non a un mesmo”, explica. Por ello, entiende que visibilizar el problema es importante, pero no es suficiente.

En este sentido, insiste en la necesidad de intervenir en las estructuras que llevan al sufrimiento. “Falar sobre saúde mental é necesario, pero tamén pode quedar en algo abstracto que non asumamos como propio e, sobre todo, que non entendamos como algo colectivo”, insiste la psicóloga clínica. Según la Encuesta Europea de Salud, que investiga la prevalencia de la depresión entre la población de 15 y más años y la severidad de su sintomatología, el 5,4% la población española presentaba algún cuadro depresivo en 2020, lo que supone 2,1 millones de personas. Atendiendo a la gravedad de la sintomatología, 230.000 casos se consideran graves. La prevalencia de la depresión en mujeres duplica a la de hombres (7,1% frente a 3,5%).

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