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Expertos piden investigar la vinculación entre el COVID y las muertes repentinas

El coronavirus puede causar fallecimientos prematuros, advierte en un artículo un catedrático de Biología | La infección provoca daños en el revestimiento interno de los vasos sanguíneos

Una actividad formativa en reanimación cardiopulmonar en Ourense. | // IÑAKI OSORIO

Profesionales del ámbito de la medicina reclaman que se investigue el aumento de muertes repentinas por infartos y derrames cerebrales, y apuntan que la infección por el coronavirus SARS-CoV-2 podría explicar el notable exceso de mortalidad de 2021 y 2022. Multitud de estudios científicos confirman que las infecciones por este virus de transmisión respiratoria producen daño endotelial, es decir, en las células que forman el revestimiento interno de los vasos sanguíneos.

Tomás Segura, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario de Albacete y profesor de la Facultad de Medicina de Albacete, califica de “sorprendente e inquietante” el dato de exceso de mortalidad de 2021, año en el que, según el Instituto de Salud Carlos III, hubo en España un exceso de muertes de casi 25.000 personas, sin que se especifique su origen. Añade que en 2022, según Eurostat, España es, con 48.000 defunciones, el país de la Unión Europea que registró un mayor exceso de mortalidad entre marzo y junio de este año en comparación con la media del mismo periodo en los cuatro años anteriores. “Si los pacientes no han muerto directamente por COVID-19, ¿por qué lo han hecho de más casi a niveles de 2020?”, se pregunta en un artículo publicado por la SER.

Segura no cree que la causa sean las vacunas ni el retraso de los diagnósticos por la saturación sanitaria, sino el aumento del ictus, el infarto de miocardio y el tromboembolismo pulmonar. En concreto, lo atribuye a “la capacidad de la infección por el virus SARS-CoV-2, incluso una infección banal, para generar patología endotelial, es decir, de las venas y arterias, y facilitar la muerte de origen vascular”. El neurólogo subraya que es urgente “una investigación seria y completa para saber por qué los españoles estamos muriendo en exceso”.

De la misma opinión es José Luis Carrasco, médico especialista en Medicina Interna y experto universitario en enfermedades cardiovasculares. “Se hace preciso ya un esclarecimiento del espectacular incremento de muertes por procesos cardiovasculares (infartos, ictus) que se vienen produciendo últimamente”, subraya el médico, que apunta a “la relación COVID-disfunción endotelial como principal sospechosa de dichos casos”. Carrasco se hace eco del dato del sindicato UGT, que ha señalado que las muertes por infartos y derrames cerebrales han aumentado un 24%.

Según datos de la Fundación Española del Corazón, antes de la pandemia de COVID-19 se producían al año unas 30.000 muertes súbitas, un fallecimiento inesperado y repentino de una persona aparentemente sana cuya principal causa es una arritmia que provoca una parada cardiaca. La posibilidad de sobrevivir cuando se produce este accidente cardiovascular en la calle es baja, entre un 5 y un 10%, por el escaso conocimiento que existe, por parte de la población, de los procedimientos de reanimación cardiopulmonar, un porcentaje que se eleva al 30% en los países nórdicos.

La infección por COVID puede provocar miocarditis, inflamación del corazón. Es lo que sufre en este momento el conocido cantante Manolo García, que ha tenido que suspender varios conciertos por esta causa, miocarditis aguda vírica. “En otros casos ha provocado arritmias, como la fibrilación auricular, o fenómenos de trombosis en las arterias o en las venas”, apuntó a FARO hace unas semanas Andrés Íñiguez, cardiólogo y presidente de la Fundación Española del Corazón. En febrero pasado, el que también es director del Área de Cardiología del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, señaló en otra entrevista con este periódico que estaban viendo casos de miocarditis y trombosis relacionados con el COVID. "El COVID no solo produce sintomatología en pulmones y otros órganos, sino también afectación del corazón. Hay casos descritos de trombosis y de miocarditis como patologías secundarias del COVID y que antes veíamos por otras causas, pero no por infección viral. Es una patología nueva que estamos viendo en relación al COVID", apuntó entonces.

Los estudios científicos que corroboran estas secuelas son numerosos. Un reciente trabajo publicado en “Acta Pharmacologica Sinica”, del grupo “Nature”, señala que las complicaciones cardiovasculares más comunes del COVID-19 incluyen arritmia, lesión cardíaca, coagulación (evidenciada por niveles elevados de dímero D), miocarditis fulminante, insuficiencia cardíaca y aterosclerosis (acumulación de grasas, colesterol y otras sustancias dentro de las arterias y en sus paredes).

En estas complicaciones cardiovasculares, la disfunción endotelial desempeña un papel fundamental. Ese daño endotelial se produce directamente por el virus o indirectamente (tormenta de citoquinas), y no solo afecta al corazón, sino también a múltiples partes del organismo, como pulmones, riñón, sistema reproductor y cerebro, lo que puede desencadenar ictus. Una investigación que publicó hace ahora un mes “Nature Medicine”, liderada por la Universidad de Washington en San Luis (EE UU), concluyó que las personas que han pasado el COVID-19 son un 50% más propensas a sufrir un ictus durante el primer año.

Guillermo López Lluch, catedrático de Biología Celular, ha publicado en “The Conversation” un artículo titulado “La COVID-19 de hoy puede causar muerte prematura años después”. En él alude al daño endotelial provocado por la infección por coronavirus SARS-CoV-2 y recuerda que la pandemia de gripe de 1918 dejó “una ola de infartos que sacudió el mundo entre 1940 y 1959. Esa ola era extraña, aparentemente inexplicable, pero hoy en día ya sabemos que estaba asociada a la previa pandemia de gripe. El virus había dejado una bomba de efecto retardado en algunos supervivientes”, apunta el científico, que subraya que “la vacunación ha demostrado ser efectiva contra estos efectos”.

No son las vacunas

Las alarmas sobre muertes súbitas vinculadas al COVID saltaron mucho antes de la inoculación de las vacunas. El 25 de abril de 2000 “The Washington Post” publicaba que médicos estadounidenses alertaban de que personas jóvenes y de mediana edad, que habían enfermado de COVID-19, morían por ictus.

Respecto a las vacunas, López Lluch dice que los datos científicos no justifican el miedo que producen en algunas personas. Cita una reciente publicación en el “Journal of the American Medical Association” (“JAMA”) que demuestra que de unos 192,5 millones de vacunados en Estados Unidos, tan solo 8,4 personas por millón presentaron síntomas de miocarditis; de ellos tan solo 92 personas necesitaron tratamientos más específicos que los antiinflamatorios habituales y ninguno de ellos murió. Por tanto, la prevención del daño vascular producido por el coronavirus es una razón más para vacunarse.

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