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Juan Mayorga | Dramaturgo, premio Princesa de las Letras

“Las obras que dirijo deben tener una cosa: que no sepa cómo hacerlas”

“Siento este galardón como un impulso para seguir trabajando y la alegría se acrecienta compartiendo la de mis padres y la de mi mujer”

Juan Mayorga, premio Princesa de las Letras. EFE

El dramaturgo y académico Juan Mayorga (Madrid, 1965), autor de obras como “El Golem” y “Hamelin”, acaba de ser distinguido con el premio Princesa de Asturias de las Letras, un galardón que recae de nuevo en la literatura española y, particularmente, en el teatro. Antes de Mayorga, la dramaturgia solo había aportado a la ilustre lista de galardonados a autores como Francisco Nieva (1992) y Arthur Miller (2002).

–¿Cómo recibe un autor como usted un galardón como este?

–Pues le diré que me siento, claro, muy agradecido, pero creo no merecerlo. Cuando un compañero suyo me ha leído la lista de los anteriores galardonados le confieso que sentí vértigo. Prometo desde ahora esforzarme para merecerlo. De verdad. Porque siento que hoy no me corresponde.

–¿Cómo se entera el galardonado de eso, de que ya es Princesa de Asturias de las Letras?

–Estaba teniendo una conversación con un periodista a propósito de “El dilema”, una pieza operística que se estrenó estos días en el Festival Ibérico de Música en Badajoz.

–¿Una ópera?

–En realidad “El dilema” se basa en una fracción de “La paz perpetua”.

–Perdone, continúe.

–Cuando terminamos la conversación, miré el móvil y tenía varios mensajes de la secretaría de la Fundación. Y me dio mucha alegría y una profunda sorpresa.

–Nieva, Miller y, ahora, usted.

–Es cierto que con este galardón se vuelve a señalar el teatro. Me hace mucha ilusión compartir con Nieva este premio porque tuve la suerte de conocerlo.

–Su alegría parece que la comparte mucha gente.

–Lo siento como un impulso a seguir trabajando y la alegría se acrecienta compartiendo la que me han demostrado mis padres, mi mujer y mis hijos. Pero, insisto, pienso que este reconocimiento me excede. Ahora lo que tengo que hacer es volver a trabajar.

–Tiene tarea. Ha dicho que vuelve a dirigir.

–Sí. Esta próxima primavera, pero antes, en enero, se presenta una comedia mía –”Amistad”– que dirige José Luis García-Pérez.

–”La colección” la terminó durante el confinamiento.

–Sí. Será mi vuelta a la dirección y, además, mi trabajo para el teatro de La Abadía [de Madrid]. El otro día estaba en la sala de la iglesia. Ya sabe que una de las de la Abadía está en una antigua iglesia. Bueno, pues pensé que había escrito “La colección” para que se hiciera allí.

–¿Y cómo va la producción de esta pieza?

–Estamos ahora confirmando el reparto, así que no le puedo decir nada todavía.

–Me pregunto qué debe tener una obra suya para que opte por dirigirla.

–Una cosa: que no sepa cómo hacerla. La obra que no me plantea dificultades no la quiero hacer. Es decir, las obras mías que prefiero dirigir son las que presenten un desafío creativo al llevarla a escena. Y eso “La colección” es lo que me ofrece.

"Está muy bien dirigir un teatro [La Abadía, en Madrid] para poder compartir trabajo con otros creadores"

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–Empezó con la obra “La lengua en pedazos” y siguió con “Reikiavik”...

–Todas esas obras –y “El mago” e “Intensamente azules”...– tienen algo que no comprendía. Creo que nunca llegué a la sala de ensayos sabiendo todas sus claves, más bien llegué cargado de muchísimas preguntas que fui contestando según se iba desarrollando el trabajo.

–Vamos a hablar de La Abadía. ¿Qué tal sienta dirigir un teatro como ese?

–Dirigir un teatro es buscar las razones para que la gente se reúna. Y eso está bien. Pero también está muy bien dirigir un teatro para poder compartir trabajo con otros creadores y salir de mi propio ego. Lo que me he dado cuenta en estos meses al frente de La Abadía es que uno entra en un lugar y piensa en cosas que, de no estar allí, no habría pensado nunca.

–Todo esto es su agenda nacional.

–Más o menos.

–¿Y la internacional?

–La semana pasada, por ejemplo, estrenaron “La paz perpetua” en Francia y “El crítico” en Corea del Sur. Estos días, también, la están haciendo en Uruguay. “La lengua en pedazos” se va a hacer en Portugal., mientras que “El Golem” y “El mago”, en Italia.

–Y tan feliz, ¿no?

–Claro que estoy muy contento con lo que está pasando con mi teatro. Sobre todo porque mis textos sirvan a otros hombres de teatro para acercarse a sus sociedades.

–Imagino que se lo habrá preguntado en muchas ocasiones. Usted escribe para espectadores españoles, pero le montan la obra en escenarios tan lejanos como los de Corea del Sur.

–Desde luego que me lo he preguntado. Y esa situación no deja de sorprenderme. La única explicación que encuentro es que aquello de lo que escribo –de los miedos y fragilidades– son circunstancias recurrentes y que se repiten en todas partes.

–El otro día, me cuentan, casi sale a hombros del teatro tras la representación de una de sus obras.

–Le confieso que cuando vi a setecientos chavales sentados en la platea del Centro Niemeyer [de Avilés] pensé: “Nos van a comer”.

–No sucedió. Aplaudieron su reivindicación de la Filosofía.

–Fue una mañana maravillosa. Me di cuenta de que esos chavales tienen mucho más que decir de lo que pensaba. El trabajo de sus profesores antes del pase de “El Golem” fue extraordinario.

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