Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Luto en la cultura

Leo Caldas, el inspector sagaz de alma tranquila

El contrapunto al protagonista de los libros de Domingo Villar es un aragonés recién llegado que intenta descifrar la idiosincrasia gallega

Un fotograma de “La playa de los ahogados” (2015).

De aspecto corriente, lacónico y sagaz investigador, humano, amante de su trabajo tanto como de las comidas caseras y del buen vino blanco de la tierra, de las tertulias y de los paseos por Vigo, el inspector Leo Caldas no tardó en hacerse un hueco en el universo de la novela negra y convertir a su creador, el vigués Domingo Villar, en uno de los referentes indiscutibles del género. Con él comenzó a hablarse del “noir gallego”, un fenómeno que hoy goza de una excelente salud. Hay quienes comparan a Leo Caldas con el popular Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán.

Si “Ojos de agua” (2006) le reparó a Villar un inesperado éxito, “La playa de los ahogados” (2009) confirmó que el inspector Leo Caldas no era fruto del azar, sino un personaje que tenía mucho que decir en la novela negra patria. Traducida al francés, inglés e italiano, entre otros idiomas, saltó al cine de la mano de Gerardo Herrero, protagonizada por Carmelo Gómez, en el papel de Caldas, y Antonio Garrido. Su tercer caso, “El último barco”, se hizo esperar. Diez años, eternos para su legión de seguidores. Villar reescribió la historia cuando prácticamente estaba terminada porque no le convencía. De ahí la demora, pero el resultado no defraudó: en 2019 hizo resurgir al inspector en una novela de 703 páginas, todo un desafío en un país nada acostumbrado a las historias extensas.

Villar no presenta por primera vez a Leo Caldas en comisaría o en el escenario de un crimen, sino en un estudio de radio, en la emisión 108 del programa de “Patrulla en las ondas”, un consultorio radiofónico en el que colabora y por el que es muy conocido, algo que no le entusiasma especialmente. La faceta radiofónica del policía es un rasgo que comparte con su creador, que también se asomaba a las ondas para hablar de gastronomía, vino y literatura.

  • Los tres libros del inspector Caldas y la cuarta y última obra de Villar, un libro de relatos cortos. | Eli Regueira

Y al igual que el escritor, Caldas es hijo de un cosechero de vino de O Condado. El padre del inspector, que lleva una libreta en la que anota a todos los idiotas que tiene la desgracia de conocer, es uno de esos personajes secundarios que atrapan al lector, un hombre sabio por lo vivido y no por lo leído, cuyas opiniones tiene siempre en cuenta el inspector, aunque no siempre las comparta.

Junto al del vino, el mundo marinero y el imaginario gallego –habelas hainas– son otra parte fundamental del universo vital de este inspector de temperamento tranquilo, que tiene su contrapunto en el subinspector Rafael Estévez, un aragonés de metro noventa, directo, leal y algo bruto en los modos. Leo Caldas tendrá que echar mano de toda su templanza si quiere aplacar el carácter impulsivo de su ayudante.

Estévez le sirve a Villar para poner de relieve la idiosincrasia gallega porque si bien al maño no le importa haber sido trasladado a la otra punta del país como una especie de castigo, sí que hay tres características de su nuevo destino que le exasperan: las cuestas de Vigo, la meteorología cambiante y caprichosa, y la ambigüedad del gallego, porque en su mente las cosas son o no son y se hacen o se dejan de hacer. No entiende de medias tintas ni de circunloquios.

El contrapunto del inspector es Rafael Estévez, un aragonés directo e impulsivo

Villar va descubriendo a Leo Caldas a través de otros personajes: su padre, su tío, el médico jubilado Trabazo, su exmujer Alba, sin presencia física pero muy presente en los recuerdos del inspector, y va perfilándolo un poco más en cada novela. Villar reconocía en una entrevista, que en la primera entrega, el policía no era más que un medio para esclarecer un asesinato. Fue en “La playa de los ahogados” donde ahondó más en la faceta personal del protagonista, del que hasta entonces se sabía que estaba separado, algo que atribuía a un trabajo demasiado absorbente, que vivía solo y que solía finalizar el día en el Eligio, donde no solo acudía atraído por la comida casera y el buen vino, sino por su amistad con el dueño y las tertulias con los Catedráticos.

Con su gabardina beige para protegerse de la caprichosa lluvia, Caldas recorre la ciudad caminando. Esto le sirve al inspector para poner en orden sus ideas, al lector para descubrir Vigo y al escritor vigués para seguir conectado a su tierra desde Madrid, donde residía. Villar siempre lo decía: escribir era su forma de sacudirse la morriña. “Algunos cuentos completos” (2021), un libro que reúne diez relatos cortos escritos para ser contados, es la última aportación literaria de un escritor que entendía el oficio de la escritura como un trabajo artesanal.

Compartir el artículo

stats