El síndrome de la cara vacía

Personas con y sin mascarilla en la calle

Personas con y sin mascarilla en la calle / ALBA VILLAR

María Gallego Blanco

María Gallego Blanco

¿Qué es el síndrome de la cara vacía?

Se trata de un término coloquial, que no se incluye en ninguna de las clasificaciones diagnósticas de los trastornos mentales, con el que algunos se refieren al miedo que experimentan o anticipan ciertas personas en la interacción con otras, cuando no llevan mascarilla.

El síndrome de la cara vacía

El síndrome de la cara vacía / María Gallego Blanco*

Fue utilizado en España después de que el gobierno eliminara por primera vez la obligatoriedad de mascarillas en exteriores y forma parte de los múltiples “pseudodiagnósticos psicológicos” asociados a la pandemia. A muchos profesionales de la salud mental nos preocupa el hecho de que dicho término pueda confundir a la gente. Se puede entender fácilmente con un ejemplo: sentir miedo en una reunión interior en la que la mayoría no lleva mascarilla, es una respuesta normal y adaptativa a un peligro real (el contagio por aerosoles en un espacio cerrado) y de ninguna manera puede considerarse un problema mental.

Por otra parte, existen categorías diagnósticas en las clasificaciones tradicionales para aquellas personas que, en situaciones de seguridad (como un exterior con distancia) experimenten miedos desproporcionados e irracionales, fuera de su control voluntario, que les produzcan gran malestar.

La retirada de mascarillas en exteriores no supuso un incremento en la demanda de atención psicológica por dificultades para desprenderse de las mismas, más allá de algún caso que ya tenía, por lo general, problemas psicológicos previos.

¿Cómo está afectando a los niños nacidos en pandemia?

Los niños españoles nacidos en pandemia no suelen utilizar mascarilla. En países como Corea, las KF94 se fabrican en formato muy pequeño (desde dos años) y se utilizan con regularidad por personas de todas las edades, sin que se hayan constatado problemas psicológicos asociados al uso de las mismas.

En España los niños más pequeños suelen estar al cuidado de su familia y, en ocasiones, también en guarderías. Las relaciones más significativas para ellos, sobre todo desde el punto de vista afectivo emocional, se desarrollan en el seno familiar, donde están acostumbrados a interactuar con personas a cara descubierta.

Si pasan unas horas en guardería, sus profesoras sí usan mascarillas. Sin embargo, el hecho de que se relacionen con personas enmascaradas no afecta a su desarrollo.

La Asociación Americana de Pediatría es clara: “relacionarse con adultos que lleven mascarilla no retrasa el desarrollo del habla o del lenguaje de los niños”. De igual modo, el Consejo General de Colegios de Logopedas de España afirma que, “a día de hoy, no hay evidencia científica de que la mascarilla cause retraso del lenguaje”.

"La retirada de mascarillas en exteriores no supuso un incremento en la demanda de atención psicológica"

¿Y a los que nacieron antes de la pandemia les afecta?

Las personas tenemos mecanismos de adaptación muy competentes que nos ayudan a acomodarnos a las nuevas situaciones. Estos mecanismos son especialmente eficaces, en general, en los niños.

El entorno en el que viven puede funcionar como un elemento protector o facilitador de ansiedad.

Las actitudes de su red de apoyo social y figuras de referencia han resultado claves importantes en la adaptación a la utilización de la mascarilla. Si los padres les han hecho entender que les ayuda a protegerse y proteger a los demás, la adaptación, en general, ha sido buena. De igual modo, la retirada de la misma en exteriores y en condiciones de seguridad, tampoco ha supuesto dificultades significativas.

Es anecdótico el caso de niños sanos que muestren ansiedad por descubrir su rostro. Algún adolescente con acné, por ejemplo, verbaliza sentirse más cómodo con ella puesta.

¿Cómo podemos reducir riesgos de este síndrome?

El entorno en el que viven los hijos puede ser un elemento protector o facilitador de ansiedad. Las actitudes en el seno familiar resultan clave en la adaptación al uso y retirada de la mascarilla. Si queremos que los más pequeños no muestren extrañeza cuando alguien se descubra la cara, conviene que vivan el día a día en un ambiente rico en interacciones con sus padres.

En el caso de niños de mayor edad, o adolescentes, la comunicación diaria bidireccional en forma de conversaciones es un factor protector. Si en el día a día detectamos o anticipamos problemas, conviene hablar abiertamente de ellos abordándolos con naturalidad. La comunicación fluida facilita una detección temprana.

Si el problema ya está instaurado, conviene averiguar qué está sucediendo, cómo se ha originado y qué hace que se mantenga.

En ocasiones ese mantenimiento o refuerzo se produce por actitudes de los adultos con los que convive o de su red de apoyo social. Otras veces, por ejemplo, por pensamientos y creencias propias.

¿Qué señales pueden ayudar a detectarlo?

Depende del caso, de la edad y del momento evolutivo. A veces las señales son claras y los padres detectan cambios en el comportamiento o en las emociones de sus hijos. En otras ocasiones, los signos de alerta son más difusos o indirectos pero reconocibles para ellos. “Algo pasa” pero “no sabemos qué”.

Conviene estar atentos a variaciones en patrones de sueño, alimentación, o conducta en general. A veces los niños expresan con comportamientos aquello que no saben o no quieren decir con palabras. Básicamente podría tratarse de pensamientos, emociones, reacciones fisiológicas y conductas.

¿Qué hacer si se observan señales claras?

No todos los miedos de los niños y adolescentes requieren asistencia psicológica. Algunos, son respuestas normales y adaptativas a peligros reales y de ningún modo pueden considerarse problemas mentales.

Por otra parte, la mayoría de los niños pasan épocas en las que se muestran asustadizos por algún motivo, siendo ello algo normal en su desarrollo.

Teniendo esto en cuenta conviene que los padres intenten averiguar qué les preocupa y, si no lo tienen claro o no son capaces de resolverlo, recomiendo buscar ayuda de un profesional para que pueda valorar el caso.

María Gallego Blanco es psicóloga sanitaria