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Las estrellas literarias del Gran Sol

Lolo Sotelo, a bordo del Nuevo Confurco que faena estos días en el Gran Sol. Y tripulación trabajando en el barco. LOLO S.

Marineros de O Morrazo se hacen mediáticos tras protagonizar la novela del periodista y escritor Antonio Lucas

En su novela “Buena mar” (Alfaguara) –que presentará en Club FARO el próximo mes de diciembre– el periodista madrileño de “El Mundo” Antonio Lucas asevera que “la vida de los hombres de la mar es una incógnita interminable”.

Para adentrarse en ese misterio, preparó un exiguo macuto, con saco de dormir incluido, y tras intentos fallidos y la mediación de la Cooperativa de Armadores de Vigo tomó un avión hasta Irlanda para en Castletownbere subirse al Nuevo Confurco, un barco de 1997 que faena en el Gran Sol y que tiene puerto base en la ciudad del dinoseto.

Su patrón es Manuel Ángel Sotelo Vilas, Lolo, un hombre de Aldán pero ahora vecino de Cangas de 56 años que sueña con que la actual marea sea la última. Él –que en “Buena Mar” aparece como el personaje Manuel Mariño Vilas– empezó como marinero a los 17 años. “Llevo en el Gran Sol toda la vida. Ahora, voy a jubilarme y no tengo reparo ninguno. Lo estoy deseando, no me da llegado el día”, confiesa por teléfono embarcado en el Nuevo Confurco, en algún punto ubicado entre los paralelos 49 y 54 norte.

Lolo –que ha participado en tertulias radiofónicas de cadenas como RNE por aparecer junto a otros pescadores gallegos en el libro de Antonio Lucas– pertenece al linaje de los marineros: su abuelo y su padre lo fueron. “Un abuelo mío murió en el mar; no llegué a conocerlo”, explica.

A pesar de ese hito fatídico, Sotelo Vilas optó por ir a faenar al Gran Sol. Aún no tenía la mayoría de edad y ya trabajaba en tierra firme. “Ganaba mil pesetas al día y aquí en el caladero podías conseguir bastante más. Quería comprar un coche, independizarme. No es como ahora que no hay manera de echar a los hijos de casa”, comenta socarrón para después confesar con orgullo que uno de sus hijos está estudiando radiodiagnóstico mientras que el otro ya remató sus estudios.

"No tengo miedo pero respeto sí. El invierno es muy duro. Semana tras semana, pasa una borrasca tras otra"

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Lolo recuerda haber conocido a marineros que “se quedaron ahí”, en el caladero; pero también subraya que “tratas de no pensar en eso. No tengo miedo pero respeto sí. El invierno es muy duro. Semana tras semana, pasa una borrasca tras otra. Trabajando con mal tiempo estás siempre en tensión. Hay que tener cuidado al realizar las maniobras en el puente. No piensas en ser valiente. Este es un modo de vida”.

Esta marea es de las largas, durará unos 50 días. Tras zarpar con once hombres a bordo el 23 de octubre atracará el 15 de diciembre en el puerto de Vigo tras una campaña que está siendo “buena” en capturas de sapo (rape), rapante, merluza, raya, pota, calamar y lenguado, entre otras especies.

"Le chocó que trabajásemos 24 horas al día... Quedó alucinado, no tenía ni idea de lo que era esto”

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Respecto a la estancia de Antonio Lucas en el Nuevo Confurco que en el libro se denomina Carrumeiro– Lolo recuerda que el escritor “al principio estaba cortado, desubicado. Le chocó que trabajásemos 24 horas al día... Es un buen chico, quedó alucinado, no tenía ni idea de lo que era esto”. Para el autor, según expone en la obra, “la palabra de Lolo es sacramento. De él depende la vida de esta tripulación. De él dependen las capturas”.

En cuanto al interés mediático, Sotelo indica que el aparecer en el libro, reportajes y en alguna tertulia “está bien aunque yo lo que quiero es estar tranquilo” para después rematar entre risas: “ Voy a ser más conocido en Madrid que en Cangas”.

Otro marinero que figura en la obra pero con nombre inventado es el cangués Castor Fernández Soage, de 54 años, que confía en jubilarse dentro de tres años. Ahora mismo está enrolado como patrón en el Nuevo Alborada que zarpó de Vigo el pasado día 8 hacia el Gran Sol y que hace poco participó en el programa de Alsina en Onda Cero.

De momento, desconoce cuándo volverán a pisar tierras gallegas. “No sé si volveremos antes de Navidad o en enero”, explica un hombre que duda de la edad a la que fue a la mar por primera vez. “Creo que tenía 16 años. Iba con un vecino jubilado al pulpo en una gamela hasta Cíes”, rememora.

"Nadie sabe de nosotros de cómo es nuestro trabajo y convivencia. Mucha gente no sabe lo que hacemos"

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Castor rememora que cuando Antonio Lucas “llegó al barco quedé sorprendido. Y como yo los demás. Nos parecía raro que viniese un tío de Madrid a hacer un reportaje. Eso no se ve a menudo pero al cabo de los días se fue integrando bien con todos y congeniamos; le fuimos cogiendo cariño. Al final, estar aquí es como estar en familia, en casa”.

También tiene buenas palabras para el libro. “Me pareció –apunta– una buena historia. Salimos todos retratados y está bien. Queda para el día de mañana. No estaré yo pero se recordará el libro. Nadie sabe de nosotros de cómo es nuestro trabajo y convivencia. Mucha gente no sabe lo que hacemos. Solo van a la plaza y listo”.

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