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Cuarentena a bordo del Nuevo Confurco

Arriba, el arrastrero “Nuevo Confurco” confinado en el Puerto de Vigo. MARTA G. BREA

El arrastrero permanece confinado en el Puerto de Vigo tras llegar ayer con positivos de COVID a bordo. Uno de ellos fue hospitalizado por neumonía. De los diez tripulantes restantes, otros tres han dado positivo en coronavirus tras una PCR realizada ayer. Los marineros denuncian que no se les permita abandonar la embarcación para hacer cuarentena en un hotel o en sus casas ya que abordo no se mantiene la distancia de seguridad para evitar contagios.

Atracaron en el Puerto de Vigo el jueves a las 12 del mediodía. Venían del caladero del Gran Sol, uno de los lugares más duros del planeta para faenar. A sus espaldas cuentan hasta 35 días a bordo de una embarcación de 36 metros de eslora, sin mucho espacio, para ser fieles a la verdad. Pero no pueden bajar el barco. Están confinados. Los tripulantes del Nuevo Confurco aguardan, expectantes, noticias de su situación. Sin éxito. A su llegada, uno de los marineros a bordo fue ingresado en el hospital con neumonía, presunto COVID. El resto espera en ese espacio angosto una información que no para de demorarse.

El Nuevo Confurco, como se llama el barco, puede avistarse atracado en el Puerto de Vigo. “Estamos viviendo una historia de terror”, apunta el segundo patrón del Nuevo Confurco, Pablo Villar. Fue tras su atraque en el puerto olívico que se procedió a realizar una PCR a la tripulación restante. “Nos dijeron que en tres o cuatro horas tendríamos el resultado”, narra Villar. “A las 9.30 de la noche nos avisaron de que no podíamos salir del barco. Que había tres positivos a bordo de diez personas que cuenta la tripulación. Ante esa situación, decimos que es imposible, que allí dentro no podemos cumplir las normas antiCOVID”.

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El arrastrero “Nuevo Confurco” confinado en el Puerto de Vigo Marta G. Brea / FDV

Pero la advertencia no sirvió para evitar el confinamiento en buque. Un tripulante presenta síntomas, aunque leves. Los otros dos contagiados son asintomáticos. Diez personas en una superficie, aproximada, de 50 metros cuadrados. Una embarcación en la que la tripulación asegura es imposible mantener las distancias para evitar el contagio en pasillos de menos de un metro de ancho, en un espacio en el que hay que agarrarse a las barandillas, en el que los camarotes están pegados y el comedor es pequeño. Todos salvo uno de los marineros están vacunados. En el interior, la gente “está muy desesperada por convivir con positivos de COVID”, asegura Villar. “La falta de información es tremenda. Están jugando con nuestra salud”.

El contagio se produjo por un desembarco de otro buque propiedad de Herederos de González Parada, la empresa armadora. A principios de agosto, el cocinero del Manuel Laura, que convivía con un positivo en esta embarcación, se convirtió en el primer contagio del Nuevo Confurco. Quince días cuenta compartiendo espacio con esta tripulación tras el desembarco, una práctica, por otro lado, habitual en el sector en caso de COVID. “Lo metieron en nuestro barco porque teníamos que descargar. Así lo mandaban a tierra”, cuenta uno de los tripulantes que denuncia la irresponsabilidad de la gestión. Al llegar a Vigo, este tripulante fue trasladado al hospital. Al resto los han confinado en el Nuevo Confurco, con escasa información más allá de esa orden de que no podían bajar del barco, que llegó a través de la empresa armadora. Les remitía a directrices del Sergas (Servicio Galego de Saúde), aunque no vieron delante ningún documento de la autoridad competente.

“¿Por qué tenemos que arriesgar las vidas de quienes dieron resultado negativo?”

Pablo Villar - Segundo patrón

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“¿Por qué tenemos que arriesgar las vidas de quienes dieron resultado negativo?”, se cuestiona Villar. “Tendrán que confinarnos en un hotel o en casa”, reclama ante la imposibilidad de evitar el contagio a bordo de la embarcación. El segundo patrón del Nuevo Confurco lo tiene claro, no está dispuesto a permitir que su tripulación pase por esta situación e insta, en un email dirigido al Sergas, a que tome medidas. Reclama que el barco no tiene espacio para llevar a cabo estas cuarentenas sanitarias: que el camarote es de 3 metros cuadrados, que hay que llevarles la comida, que comparten un baño entre toda la tripulación y que no hay desinfección y es fácil contagiarse.

Por no saber, no saben ni cuanto tiempo deben permanecer confinados. “Estamos desinformados”, denuncia otro tripulante. “En el momento en que había sospecha de COVID teníamos que venirnos al puerto y confinarnos en espacios seguros”, incide Villar. A su juicio, esta situación sería aceptable hace un año y medio, cuando empezó la pandemia, pero no lo es ahora. “La gente de mar somos unos apestados. Después del sacrificio que tenemos que hacer, encima, tenemos que estar en esta situación”, lamenta.

Tripulantes a bordo del "Nuevo Confurco" Marta G. Brea

Estos diez tripulantes vienen de faenar en uno de los caladeros más duros del mundo, en del Gran Sol. El mal tiempo propicia que trabajen diariamente en un ambiente inestable. “Te mueves todo el rato de un lado a otro”, cuenta Villar. Las jornadas de trabajo son maratonianas, 12 horas seguidas para un oficial, pero hasta 24 horas para la marinería. En el mar no hay horarios. “Todo eso ayuda a que estemos más tocados. Estamos en una situación muy estresante”, hace hincapié el segundo patrón del Nuevo Confurco.

La situación mantiene a la tripulación preocupada. “Nos dejan en el barco. Al final lo que pasará es que daremos todos positivos”, avanza uno de los marineros. “No tienen humanidad, no tienen nada. Andan dando palos de ciego”, zanja otro de los tripulantes. 

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