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¿Encerrada en casa hasta que haya vacuna?

Algunas personas afrontan con temor abandonar el confinamiento | Los expertos indican que es normal y conviene tomar la desescalada con calma

"De momento no pienso bajar a la calle. En estas siete semanas solo salí un día a la farmacia y ahora lo veo precipitado. Mi ventana del salón es el lugar donde recibo un rayito de sol, tomo un café... No soy viróloga pero creo que la desescalada debe ser más contenida. Saldré cuando mi mente esté más preparada. Veo imágenes en la televisión de multitud de personas paseando y oigo a expertos que dicen una cosa y la contraria. Aconsejan que los que tenemos cierto temor a salir nos obliguemos a hacer cositas, como bajar la basura para acostumbrarnos... Yo ni de broma. ¿Tendré que quedarme en casa hasta que se encuentre una vacuna". Así de preocupada se muestra Lucía, que vive confinada en un piso de 70 metros cuadrados con su marido y su hijo de 13 meses.

Lucía reconoce que antes de la pandemia ya era algo hipocondríaca en cuestiones de limpieza y los primeros días de la alarma llegaron a salirle ronchitas en los nudillos de las veces que se lavaba las manos. Con el coronavirus ha implantado en su casa varios protocolos. Ambos teletrabajan y su marido es quien sale a la compra diaria o a los recados. Al regresar de la calle, se quita los zapatos y no le deja tocar el tirador del zapatero sin antes limpiarse las manos con toallitas y el gel dosificador que está encima. Después, limpia los pomos y tras dejar la ropa con la que ha salido a la calle en la lavadora, se ducha. Él se ocupa de sacar de paseo al niño y limpiar el carrito. "El primer día que pudo salir a correr, se duchó tres veces, por la mañana al volver de la compra, al mediodía tras llevar al peque al pediatra para la vacuna y por la noche al volver de correr".

También tiene un protocolo con el grueso de la compra que hacen online y se la envían del supermercado. "Cuando llega el pedido lo lavo todo. Las bolsas de verduras congeladas, con agua y jabón; quito los cartones de los quesitos y los guardo en un tuper en al nevera, y lavo también la fruta", explica.

Si bien el caso de Lucía es de los más extremos, lo habitual es que exista cierto temor a volver a la nueva normalidad y salir a la calle, según los expertos. Es el caso de Beatriz, que sigue confinada por responsabilidad. "Ves tantas cosas. Un día bajé al súper y me agobié. Lo cierto es que con el confinamiento siento que me cortaron las alas, no puedo hacer nada de lo que me gusta: viajar, ir a clases de Arte, la tapita con los amigos... Me preocupa la incertidumbre, tener que acostumbrarme a vivir con el virus y no saber cuándo podré estar con mi familia, con mis amigos. Veo a la gente que sale en marabunta y yo no quiero eso".

Carmen también confiesa llevar bien el "encierro" y afirma que sale lo "justo". El domingo, explica, "por el paseo del Lagares había mucha gente y no pienso volver a la misma hora". Jubilada y acostumbrada a viajar con su marido a muchos países expone que "no tengo miedo, pero si creo que debemos tomar precauciones como hacemos nosotros con la malaria cuando vamos a África. Ahora en casa dejamos los zapatos fuera, voy al mediodía al súper porque hay menos gente... Tenemos que cambiar los hábitos y comprar en el comercio local productos de aquí", concluye. A Cristina el confinamiento le tocó en casa nueva. "Hice el traslado una semana antes. Me he dedicado a colgar cuadros y preparar la casa. Salgo con mis perros pero al volver digo: 'Que bien en casa', no obstante estoy deseando poder abrazar y besar a amigos y familiares, soy un espíritu libre", concluye.

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