Los dos primeros "Terminator" fueron títulos clave para la ciencia-ficción. El primero, hecho con cuatro dólares, sirvió para poner en órbita a un cineasta de fuste como James Cameron, que aplicó planos calientes de la serie B más imaginativa para lograr un título que, junto a "Blade runner" y "Alien", hicieron historia en un corto periodo de tiempo. Años después, un Cameron con más pasta volvió a obtener resultados memorables incorporando unos efectos especiales que dejaron con la boca abierta y que aún siguen siendo sorprendentemente eficaces. Luego, el desastre. La saga saltó en mil pedazos con realizadores cada vez más torpes que dejaban a la historia sin emoción y lo fiaban todo a la acción atolondrada y vacía.
A la sexta intentona se consigue algo de esperanza. En todos los sentidos. Primero, porque se recluta a Tim Miller, que sorprendió a propios y extraños con aquella primera entrega de "Deadpool"cargada de mala uva y un brío en las escenas espectaculares no solo diáfano, huyendo del embarullamiento habitual, sino adornado por ingeniosas ideas visuales que distinguían la propuesta y la hacían tan amena como enjundiosa. Miller desembarca en este nuevo Terminator con la lección aprendida: hay que intentar que los espectadores sientan empatía por los personajes principales. Que sufran con sus sufrimientos, aunque sean robots. Que si hay que aguantar largas peleas de mamporrazos, ametrallamientos a quemarropa y todo tipo de empalamientos y descuartizamientos (líquidos y metálicos) sea para preocuparse por el destino (oscuro o no) de quienes reciben el castigo. De los buenos, aunque tengan un pasado malo. Miller tiene ayuda, claro: Linda Hamilton ya le da al asunto una solidez potente desde el mismo flashback en que se recrea su tragedia de color insuperable. Y Schwarzenegger, que respeta mucho más su carrera que Stallone la suya, aporta un toque crepuscular e irónico (qué bueno el chiste de las gafas) que en el desenlace redentor y brutal alcanzará momentos extraordinarios. La savia nueva llega con dos jóvenes actrices encargadas de ponerse al día con el empoderamiento femenino y deslizar algunas denuncias fugaces sobre racismo y demás desmanes. El resultado, olvidándonos de las incongruencias habituales de los viajes en el tiempo, es muy entretenido y, aunque Miller no es (el primer) Cameron en cuanto a inventiva y ritmo, crea una continuación que no desentona con las dos primeras y ya vetustas entregas.