En Pontevea, el relato del pellizco que dejó el Gordo tenía miga. La lotera cerró al mediodía brindando con champán una mañana marcada por la suerte, que había iniciado curiosamente acudiendo a un funeral. Como Gely Bahamonde, se enteró por la prensa de que el Gordo se había dejado caer por su administración. Y, lógicamente, impregnada por una alegría contagiosa, cambió el funeral por el brindis con champán. A pesar de todo, no podía ocultar su tristeza por el hecho de que un buen cliente de su negocio que jugaba cada año al 03347 se ha quedado sin él. Este año se despistó y cuando el viernes acudió al establecimiento para adquirirlo a última hora ya no lo pudo conseguir. La suerte le había sido esquiva.