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Pánico en la casa de las muñecas

Terror con puntos en común con "La semilla del diablo" y "El exorcista"

Gabriel Byrne, Toni Collete y Alex Wolff, en una imagen de "Hereditary". // DeAPlaneta

Hambrientos de propuestas estimulantes que no se limiten a repetir hasta el hastío moldes más que gastados y caducos, los aficionados al cine de terror se aferran a cualquier clavo ardiendo. Y, a veces, es inevitable pasarse de revoluciones a la hora de juzgar títulos que intenten, siquiera mínimamente, salirse de los caminos trillados en distintas variantes: presencias demoníacas, casas encantadas, asesinos en serie que van de ingeniosos, acosos de todo tipo en la Naturaleza, zombis y demás fauna putrefacta... No daré títulos para no enfadar a nadie. "Hereditary" se beneficia de esa necesidad fluctuante de encontrar películas AD y DD. O sea, las que marcan y un antes después, como hicieran en su día "La semilla del diablo" o "El exorcista". Y no cito por casualidad estos dos clásicos (incontestable, mayúsculo el primero, discutible y más prescindible el segundo) porque "Hereditary" tiene unos cuantos puntos en común con ambos, añadiendo algún vínculo más con cintas tan estimables como "Al final de la escalera" o "El sexto sentido", y también con otros títulos más recientes de horror doméstico en los que no vale la pena detenerse.

Al igual que hiciera Shyamalan en sus mejores trabajos, Ari Aster se desmarca pronto de cualquier tentación de echar mano al cajón de trucos baratos con los que asustar al personal, y que básicamente se reducen a abusar de la música como forma de azuzar los sustos y a las apariciones bruscas en el plano que no te esperas, o eso creen los que las provocan.

También apuesta por un ritmo lento, demasiado a veces, para ir presentando situaciones y personajes. Los más impacientes lo pasarán mal en una primera parte en la que manda el drama y las sombras fúnebres por encima de los pellizcos inquietantes. Se trabaja a fondo crear una atmósfera amenazadora y sombría a la que sacar partido cuando llegue el terror en estado puro.

El brutal giro que sufren los acontecimientos sobre el asfalto da un volantazo literalmente hablando a la historia y la pantalla se convierte en un auténtico paño de lágrimas y una crónica de un tránsito progresivo hacia la locura de la protagonista (una entregada Toni Collette), donde cuenta más la narración obsesiva de un derrumbe mental que las resonancias fantasmagóricas.

Por desgracia, "Hereditary" emprende al final un rumbo demoníaco que llega acompañado de efectismos hasta entonces evitados, truculencias forzadas y un desenlace tan decepcionante como facilón, y que deja a medias lo que por momentos parecía aspirar a cotas mayores.

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