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Despedida a Julio Puente, exdirector de FARO, entre amigos y compañeros

Su último adiós reúne en Gijón a personalidades del deporte, la cultura, la política y el periodismo

Entrada del féretro en la iglesia de San José de Gijón. En primera fila, su mujer y sus tres hijos. // Á. González

La familia de Julio Puente, que fue director de FARO DE VIGO (1994-2000), La Provincia-Diario de Las Palmas y La Nueva España de Gijón, pertenecientes a Prensa Ibérica,recibió el calor y el consuelo de sus amigos y compañeros, de personalidades del deporte, de la cultura, de la política y del periodismo en el funeral que se celebró ayer en la iglesia de San José de Gijón y que quienes le conocían bien aseguran que le habría gustado. Entre las innumerables muestras de afecto y recuerdo figuraba una corona de flores enviada por el Real Club Celta.

Había razones para agradar al que fue un gigante del periodismo total y una referencia en la prensa gallega, asturiana y canaria, en la información general y en la deportiva. Fue una ceremonia en la fe que profesaba, oficiada por personas que conocía y a las que respetaba que ejecutaron con precisión y medida un ritual muy probado, con un vestuario y una coreografía que le fascinaban y en un escenario imponente.

Durante las honras fúnebres, se reconoció su perfil cuando, terminado el oficio, tomó la palabra Aitor Moll Sarasola, consejero delegado de Prensa Ibérica, quien destacó la pérdida "de un maestro de generaciones de periodistas y referente de FARO DE VIGO, La Nueva España y La Provincia, tres periódicos de Prensa Ibérica, nuestro grupo, en los que Julio Puente deja una huella imborrable como directivo modélico, periodista ejemplar y gran persona".

Aitor Moll destacó la lealtad "absoluta e inquebrantable" de Julio Puente a amigos, compañeros y empresa; su talento para hacer equipos y mantener equilibrios, su honestidad, paciencia y amabilidad y otros atributos con los que "encarnó la esencia del grupo editorial que mi familia ha querido construir".

"Tenía tanto olfato para buscar la noticia y facilidad para plasmarla en un titular como intuición para rodearse de los mejores profesionales. Hombre honesto, coherente, paciente, afable y de trato exquisito, nada del periodismo ni del periódico le resultaba ajeno, lo mismo la primera página que la información del tiempo", resaltó Aitor Moll. "Quizá por su consabida discreción nunca quiso hacerse notar, pero siempre estaba en todo. Y siempre lo estará porque siempre será un ejemplo y un estímulo para cuantos componemos Prensa Ibérica. Sus valores pervivirán no sólo porque él los enseñó bien, sino porque encarnó la esencia del grupo editorial que mi familia ha querido construir", concluyó Aitor Moll.

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