"Cuántos de ustedes creen que el futuro está en la educación y en los niños y niñas del mundo?". Con esta pregunta arrancó su charla el filósofo e investigador Luis Castellanos (Madrid, 1955), que presentó ayer en el Club FARO su último libro, "Educar en lenguaje positivo. El poder de las palabras habitadas" (Paidós Educación). Y, aunque la inmensa mayoría del auditorio respondió que sí, el conferenciante se situó al lado de quienes contestaron "no". Y fue rotundo en su explicación: "La educación no es el futuro ni los niños tampoco. Primero, porque el futuro somos cada uno de nosotros, y si no actuamos, lo que estaremos haciendo será convertir a nuestros hijos en clones. Si no creemos en nosotros mismos ¿qué futuro vamos a dar a nuestros hijos?", planteó.

El filósofo añadió que primero es necesario ser honestos con uno mismo antes que con los demás. "No puedo saber qué me va a pasar en futuro, pero sí puedo saber cómo puedo enfrentarme a ello, y aquí está el lenguaje. Vuestro lenguaje os define hasta el último día de vuestra vida". Así, el experto en neurociencia y lenguaje positivo defendió el poder del lenguaje para crear una mirada distinta sobre la educación y aprender a ser constructores conscientes de nuestra propia vida.

Así, puso el acento en la importancia de las palabras -positivas y negativas- en el desarrollo del individuo. Es más, aseguró que cambiar el lenguaje, desterrando las palabras que pueden ser hirientes, irrespetuosas y autoritarias, y adoptando términos cordiales tiene un poder transformador. "Por el lenguaje se puede detectar la violencia, el sexismo, la falta de autoestima...", apuntó.

El experto en neurociencia y lenguaje positivo puso el acento en la importancia de las palabras -positivas y negativas- en el desarrollo del individuo. Es más, aseguró que cambiar el lenguaje, desterrando las palabras que pueden ser hirientes, irrespetuosas y autoritarias, y adoptando términos cordiales tiene un poder transformador.

Así lo constatan los resultados del proyecto "Palabras habitadas", que desarrolló en el IES Profesor Julio Pérez de Madrid y en el que participaron alumnos de 13 a 15 años, profesores y padres. Castellanos se refirió en varias ocasiones a este proyecto durante su charla en Vigo, que fue presentada por Belén Varela, especialista en organizaciones positivas. Según Castellanos, los conflictos familiares se redujeron en más de un cincuenta por ciento seis meses después de finalizado el estudio. Y es que, el lenguaje puede ser sanador, pero también puede enfermar. "Vamos al médico porque nos encontramos mal, porque no tenemos ganas de vivir y nos diagnostica una depresión, cuando lo que tenemos es un trastorno de déficit de la chispa de la vida porque estamos todo el tiempo repitiéndonos que no vamos a poder hacer esto, que no vamos a ser capaces de hacer lo otro...", aseguró el ponente, que añadió: "Hay estudios científicos que dicen que el lenguaje negativo puede reducir el coeficiente intelectual hasta catorce puntos".

El filósofo abogó por el lenguaje positivo, pero sobre todo, por habitar las palabras. Con esta expresión, se refiere a ser consciente de las palabras. "Podemos estar hablando todo el tiempo de lenguaje positivo, de educar en positivo, pero no habitar las palabras. Es cierto que el lenguaje positivo hace que el cerebro funcione de otra manera, pero luego falla que la gente no habita las palabras, que sigue manipulando las palabras, engañando y engañándose", afirmó.

Pero cambiar esto es posible, aunque también requiere un esfuerzo, advirtió. "Primero hace falta que se desee realmente el cambio, porque si no, no hay nada que hacer", insistió. Según Castellanos, en el lenguaje "está todo lo que somos"; y también en los silencios, en aquellos pensamientos que no se expresan. "Las palabras nos hablan de nuestro futuro, de nuestros sueños. Estamos constantemente hablándonos, cuando pensamos, cuando soñamos...", añadió.

Según el investigador, la mayoría de los padres que participaron en el proyecto expresaron como deseos para el futuro de sus hijos conceptos como la felicidad y la empatía, deseos que, sin embargo, no se reflejan en su relación diaria con ellos. "¿Preguntas a tu hijo qué tal le ha ido el día o le preguntas por el examen y por las notas? Pregúntate si podrías decir cuáles son las tres palabras que más dice tu pareja, tu amigo tu hijo. ¿En realidad le escuchas?", inquirió.