La irrupción de Amy Schumer en la escena del "stand-up" masivo en EE UU ha sido brutal. En muy pocos años ha conseguido, con un humor gamberro y de género, un lugar en las televisiones (la sitcom "Inside Amy Schumer"), los roast, las actuaciones en vivo y, ahora, con un guion firmado por ella misma, el cine. En "De repente, tú", traducción lamentable del original "Trainwreck" ("Descarrilada", "Descarriada"), Schumer interpreta a Amy, una chica que, condicionada por su padre, cómo no, se ha convertido en una soltera que ve pasar a hombres por su cama sin necesidad de afianzar una relación con ninguno de ellos. Esto ocurre hasta que aparece en su vida Aaron (Bill Hader), un reconocido médico de deportistas, que le enseña con dificultades que el amor y la vida en pareja son posibles.

Cuando los analistas ven en "De repente, tú" una revolución a los roles de género, no queda más que sorprenderse. Como mucho, la película de Apatow es un juego postmoderno de inversión de roles, los de la comedia romántica clásica (él, un ligón caradura, ella, una inocente que cree en el amor) que aquí son sumergidos en la comedia gamberra, tan llena de fluidos y malsonancias ella.

Como me ocurría con "La boda de mi mejor amiga" (2011) de Paul Feig, no consigo ver una reescritura del subgénero, sino más bien una mezcolanza, muy afortunada, eso sí, de los elementos canónicos que lo definen. Y en el centro están dos cómicos extraordinarios, Schumer y Hader, que acarrean la película a sus espaldas con un talento increíble. Al final, las comedias suelen tratar de eso: una buena excusa argumental, una serie de gags que la nutran y unos actores humorísticos solventes.

En "De repente, tú", se cumple: desde esa nube de ex con los que Schumer lidia, hasta los equívocos en la relación, todo demuestra una armonía muy medida, creada por alguien que pareciese que lleva escribiendo comedia durante mucho más tiempo.

Se agradece la capacidad de Apatow al mover la cámara sobre nuestra querida descarriada y dejarla donde la autora quiere. Una mujer aficionada a la bebida, al sexo y a medrar en su empresa sea como sea. La contraposición con su alrededor, con personajes tan estupendos como LeBron James, su padre miserable o una Tilda Swinton desbocada, da como resultado una comedia que modula perfectamente su romanticismo con su gamberrismo.

Baste de ejemplo el momento, también cargado de postmodernismo, en el que la pareja protagonista recrea la escena mítica de "Manhattan". Como si ya estuviese establecido en el libro de estilo del subgénero para siglos venideros, el último tercio es lo más flojo del metraje, con su regreso a la pareja y al amor, es decir, con su regreso a la respuesta a todos los males del mundo (la muerte, la soledad, la hiperreflexión?).

Pero estos derroteros no quitan mérito al logro de Schumer y Apatow. "De repente, tú" nos hace reír a nosotras y a nosotros porque lo que vemos es a nosotras y nosotros haciendo lo que mejor sabemos. Haciendo el imbécil por amor.