La rentabilidad de la colaboración entre Galicia y el norte de Portugal resulta evidente hasta en el interior de los matraces del laboratorio en el que trabaja este ingeniero ourensano. El aprovechamiento conjunto de los residuos de la industria vitivinícola, un referente a ambos lados del Miño, y de la producción del aceite de oliva, cuyo cultivo se ha empezado a extender en nuestra comunidad durante los últimos años, conlleva beneficios a la hora de lograr productos de interés para la generación de biocombustibles a través de tecnologías más verdes y competitivas.

José Manuel Salgado (Valencia, 1983) cumple este mes su tercer año en el Centro de Ingeniería Biológica (CEB), cuyas instalaciones se integran en la Universidad de Minho, en Braga. Formado en la Facultad de Ciencias de Ourense, desarrolló su tesis en el grupo de Biotecnología Alimentaria, donde estudió el aprovechamiento de los residuos de la industria del vino -bagazo, lías y restos de podas- y sus hallazgos tuvieron como fruto una patente para la producción de xilitol. Tras su llegada a Portugal, desde donde sigue colaborando con su antiguo equipo, añadió los desechos de la industria de oliva a su línea de trabajo y también un nuevo proceso biotecnológico, la fermentación en estado sólido.

El aprovechamiento conjunto de los desechos de ambas industrias tiene más beneficios que por separado porque mejora la producción de enzimas de interés para obtener biocombustible como las celulosas o las lipasas. Durante los últimos años, se ha recurrido a la fermentación en estado líquido, pero la técnica en sólido con la que experimenta José Manuel genera menos elementos contaminantes, reduce los costes del proceso y además logra enzimas más estables.

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Con este afán por conseguir nuevos productos que den valor a los residuos a la vez que se reducen los efectos medioambientales, este doctor en ingeniería química también explora su uso como alimento para animales tras la obtención de las enzimas. "El proceso de fermentación aumenta el valor en proteínas de los desechos y hace que resulten nutritivos. También se podrían quemar, pero tratamos de que el impacto sea mínimo", apunta.

En el caso concreto de la producción de aceite en Portugal, su grupo BioSystems busca además una solución para que resulte más verde. "En España ya ha cambiado el proceso, pero aquí todavía se añade agua a la mezcla, lo que genera un afluente con carga contaminante. Tratamos de reducir su contenido en compuestos fenólicos para que pueda ser tratado de forma más eficiente por las depuradoras", explica.

Además de efectos medioambientales, la gestión de los restos conlleva un alto coste para los productores. "La mayoría son pequeños y no tienen capacidad para crear una planta de procesamiento. Lo ideal sería que vendiesen los residuos a una empresa capaz de aprovecharlos de forma conjunta. La vitivinícola es la principal industria agroalimentaria de Galicia y también es importante en el norte de Portugal. Y en algunas zonas de Ourense y Lugo se ha comenzado a elaborar aceite, que aquí tiene más tradición. Sería muy interesante aprovechar los recursos naturales y las investigaciones que se realizan en ambas regiones. Además crear un vínculo favorecería la captación de recursos", destaca.

Una forma de sacar partido a todo este potencial sería la creación de una empresa que actuase como proveedora del sector de los biocombustibles: "Hasta ahora se opta por la producción química del biodiesel porque la obtención de enzimas no es rentable, pero nosotros buscamos abaratar el coste del proceso para que la industria las utilice".

Del CEB ya han salido más de una decena de spin-off relacionadas con sus investigaciones y suma 16 patentes comerciales. "Aquí el sistema de I+D es muy dinámico y buscan aplicaciones para que los estudios no se queden solo en eso", destaca José Manuel, que también encuentra diferencias en la política de personal. "Están volcados en los recursos humanos. Es verdad que también ha habido grandes recortes pero apoyan a los investigadores mientras que en España hay una parálisis total de la financiación y en los últimos años se apostó por el cemento y se construyeron centros que ahora están vacíos", lamenta.

En el centro luso trabajan investigadores de otros países europeos, asiáticos y latinoamericanos. También hay varios gallegos, entre ellos, su mujer, Aloia Romaní, otra investigadora formada en el campus ourensano con la que acaba de tener su primer hijo, Tiago. "Mi idea es intentar volver para continuar mi carrera", reconoce José Manuel, "pero nos costará porque aquí estamos muy contentos".