El Papa Francisco pronunció ayer su primer discurso ante el Parlamento Europeo, en el que lanzó dos serios llamamientos al Viejo continente. En el primero, relacionado con las oleadas de inmigrantes que se abaten sobre las costas europeas, instó a evitar que el Mediterráneo se convierta en "un gran cementerio". El segundo fue un interpelación directa a una "Europa envejecida" para que recupere su "alma buena" y "no gire en torno a la economía".

Francisco, cuya visita es la primera de un Pontífice a la Eurocámara desde la de Juan Pablo II en 1988, fue acogido en el hemiciclo de Estrasburgo con un largo aplauso. Después, el presidente del Parlamento Europeo, el socialista Martin Schulz, afirmó en una breve introducción que las palabras del Papa "ofrecen orientación en tiempos faltos de referencias".

El discurso del Papa, que después pronunció otro ante el Consejo de Europa, fue más largo de lo habitual en él y, por ello, estuvo cargado de contenidos. Francisco atacó el problema migratorio con una denuncia: "No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. En las barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda", dijo.

Por ello, el Papa pidió a los eurodiputados que "afronten juntos la cuestión migratoria", porque, si no, dijo, se corre el riesgo "de que en Europa se incentiven "soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales".

En palabras del obispo de Roma, Europa sólo será capaz de hacer frente a "las problemáticas asociadas a la inmigración" si propone con claridad "su propia identidad cultural" y las legislaciones adecuadas, "que sean capaces de tutelar los derechos de los ciudadanos europeos y de garantizar al mismo tiempo la acogida a los inmigrantes".

Por eso, dijo, hay que "adoptar políticas correctas, valientes y concretas que ayuden a los países de origen a su desarrollo sociopolítico y a la superación de sus conflictos internos", que a su juicio son causa principal del fenómeno. "Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos", dijo el Papa en esta parte de su discurso, una de las más aplaudidas por los eurodiputados.

Francisco lanzó también una invitación a "una Europa envejecida y reducida" para que mire hacia su interior, recupere su "alma buena", "redescubra su espíritu fundacional" y "no gire en torno a la economía". Para el Pontífice "ha llegado el momento de abandonar la idea de una Europa atemorizada", en un mundo que "ahora es menos eurocéntrico".

El Papa abordó también la crisis de confianza en las instituciones, asegurando que se constata cómo "ha ido creciendo la desconfianza de los ciudadanos respecto a instituciones consideradas distantes", que establecen reglas "lejanas de la sensibilidad de cada pueblo". Sin embargo, y como antídoto, Francisco recomendó "dignidad", que, dijo fue la clave que sacó al continente de las ruinas en las que lo sumió hace tres cuartos de siglo la II Guerra Mundial.