Las palabras del Papa Francisco sobre el celibato sacerdotal apuntando que "es una regla de vida que aprecio mucho y creo que es un regalo para la Iglesia, pero ya que no es un dogma, la puerta siempre está abierta" a que los sacerdotes puedan estar casados, ha revolucionado los medios en las últimas horas. Desde la parroquia de Beade, el párroco Jesús Montero recordaba que la prohibición de casarse a cualquier hombre que se ordenase sacerdote no arranca con el nacimiento del Cristianismo, sino que se remonta al Concilio de Elvira. Este se celebró en España alrededor del año 305 después de Cristo, aunque en esta fecha hay divergencias según cada historiador.

Hasta entonces, los sacerdotes cristianos podían contraer matrimonio y tener hijos. De hecho, el teólogo gallego Andrés Torres Queiruga recuerda que "muchos apóstoles estaban casados".

La orden emitida en el Concilio de Elvira -el primero que se celebró en la antigua Hispania- no se cumplió por todos de inmediato. Hicieron falta más concilios y el dictar varias órdenes de prohibición para que obispos, presbíteros, diáconos y todos los clérigos se abstuvieran de concebir hijos. Aquellos que lo hiciesen serían apartados "del honor de la clerecía", rezaban las indicaciones.

Para Torres Queiruga, las palabras del actual Sumo Pontífice revelan que el celibato sacerdotal "no es una cuestión de doctrina dogmática, sino de gobierno pastoral. No pertenece al mundo de la fe, sino al del gobierno" de la Iglesia.

A su juicio, la norma "debe cambiar". Este teólogo se muestra partidario de que el celibato sacerdotal "debe dejarse a la voluntad de las personas que quieran, que piensen que esa salida les va mejor". Añade que "cambio va haber pero va a ser gradual".

Quien también opina que habrá una modificación en la regla es el teólogo y antropólogo gallego Manuel Mandianes. Este añade que solo la decisión final "depende estrictamente del Papa que debe ordenarlo en un decreto. No creo que vaya a abrir la puerta muy pronto. Hay instituciones de mucho peso en contra de que el Sumo Pontífice abra la mano en este campo. El cambio, a lo mejor, supondría reacciones de instituciones y gente que provocarían más problemas que el mantener el celibato. Como estrategia, no lo suprimirá de la noche a la mañana. Irá preparando el terreno estratégicamente".

Si, finalmente, Bergoglio cree conveniente dar el paso y volver a permitir que hombres casados puedan seguir siendo sacerdotes en la práctica -sin ser apartados como hasta ahora del ejercicio, lo que se llama reducción al estado laical- el Papa es el único que puede ordenar la modificación vía decreto. No haría falta recurrir a ningún concilio ya que no se trata de dogma de fe.

"Evidentemente, el celibato no es un dogma, no se obliga a él en el Evangelio. Es una costumbre de la Iglesia, muy antigua. La Iglesia no lo defiende por capricho, sino porque entiende que el sacerdote célibe tiene más tiempo para dedicar a la comunidad y su misión", señala Mandianes.

Como ejemplo, apunta la posibilidad de que un sacerdote casado tuviese que marchar de misionero: "Tendría que ponerse de acuerdo con la mujer, con los niños. Sin embargo, un célibe puede hacer de su vida un pandero".

Por su parte, el presidente del Instituto Teológico Compostelano, José Fernández Lage, recalca que "ningún papa consideró que el celibato sacerdotal fue dogma de fe. Era la costumbre que seguía la Iglesia desde hace tiempo. El celibato se entiende bien en gallego que aglutina la palabra ceibe (libre) y significa libre para servir. La familia ata. Si, a mí, una persona o una familia me necesitan para hablar con ellos, si estoy atado a la familia, no puedo ir".

Fernández Lage no entra a opinar si realmente las declaraciones del Papa Francisco suponen que en breve o a largo plazo emitirá el decreto que modifique esta costumbre. Sin embargo, el párroco de Beade, en Vigo, Jesús Montero, considera que "de momento, no creo que cambie, simplemente lo plantea. Si fuese un dogma de fe, no se podría cambiar, porque un dogma es una verdad que una vez definida no se puede echar abajo".

"No entiendo que sea una puerta a la esperanza -del fin del celibato-. No parece posible el cambio porque presenta el celibato como un regalo de Dios. Por eso creo que no habrá modificación. Pero no pasaría nada si me equivocara".