La escritora y periodista mexicana Elena Poniatowska iluminó ayer, con sus palabras, dedicadas a los "andariegos comunes", su traje tradicional mexicano rojo y amarillo que le regalaron las mujeres de Juchitán y, sobre todo, su permanente sonrisa, el acto en el que recogió el premio Cervantes en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. Un galardón que, según dijo, se le otorga a "una Sancho Panza femenina que no es Teresa Panza ni Dulcinea del Toboso, ni Maritornes, ni la princesa Micomicona que tanto le gustaba a Carlos Fuentes, sino una escritora que no puede hablar de molinos porque ya no los hay y, en cambio, lo hace de los andariegos comunes y corrientes que cargan su bolsa del mandado, pico o pala, duermen a la buena ventura y confían en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan".

Su discurso, bello, comprometido con los más desfavorecidos y salpicado de historia, humor y anécdotas, fue un homenaje a México y a sus gentes -se definió como "más mexicana que el mole"-. "Niños, mujeres, ancianos, presos, dolientes y estudiantes caminan al lado de esta reportera que busca, como lo pedía María Zambrano, "ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas".

Poniatowska, conocida como la "princesa roja" por su descendencia polaca y por su compromiso, es la cuarta mujer que recoge el premio -35 hombres lo han recibido-, pero fue la primera en subir al púlpito del Paraninfo. María Zambrano, la primera galardonada, no pudo asistir por encontrarse enferma; la cubana Dulce María Loynaz envió a una persona para que la representara y Ana María Matute acudió en silla de ruedas. A todas ellas, "las mujeres Cervantes" las denominó, dedicó las primeras palabras. La autora es la quinta mexicana ganadora de este premio, tras OctavioPaz,Carlos Fuentes, Sergio Pitol y José Emilio Pacheco.

Poniatowska, de 82 años, llegó a México procedente de París en 1942, en el "Marqués de Comillas", el barco -dijo- con el que GilbertoBosques salvó la vida de tantos republicanos españoles que se refugiaron en México. "Mi familia siempre fue de pasajeros en tren: italianos que terminan en Polonia, mexicanos que viven en Francia, norteamericanas que se mudan a Europa.Mi hermana Kitzia y yo fuimos niñas francesas con un apellido polaco. Llegamos "a la inmensa vida de México -como diría José EmilioPacheco-, al pueblo del Sol. Desde entonces vivimos transfiguradas y nos envuelve, entre otras encantaciones, la ilusión de convertir fondas en castillos con rejas doradas".

La escritora aprendió el español en la calle, con los gritos de los pregoneros y las rondas que se referían a la muerte. Puso dos ejemplos: "Naranja dulce,/ limón celeste,/ dile a María/ que no se acueste./ María,María/ ya se acostó,/ vino la muerte/ y se la llevó" o "Cuchito, Cuchito/ mató a su mujer/ con un cuchillito/ del tamaño de él./ Le sacó las tripas/ y las fue a vender./ ¡Mercarán tripitas/ de mala mujer!".

Todavía hoy se mercan las tripas femeninas, añadió. "El pasado 13 de abril, dos mujeres fueron asesinadas de varios tiros en la cabeza de Ciudad Juárez, una de 15 años y otra de 20, embarazada. El cuerpo de la primera fue encontrado en un basurero".

"En Francia, los jardines son un pañuelo, todo está cultivado y al alcance de la mano. Este enorme país temible y secreto llamado México, en el que Francia cabía tres veces, se extendía moreno y descalzo frente a mi hermana y a mí y nos desafiaba: "Descúbranme". El idioma era la llave para entrar en el mundo indio, el mismo del que habló OctavioPaz, aquí, en Alcalá, en 1981, cuando dijo que sin el mundo indio no seríamos como somos".

Poco a poco, Poniatowska fue transitando por la realidad y las gentes mexicanas que ella conoció, sobre los que escribe y a los que quiere. Un canto de amor a México, un país que no solo cautivó a la narradora. Citó a otras personalidades femeninas que quedaron subyugadas por su fuerte personalidad.

Habló de Tina Modotti, que puede considerarse la primera fotógrafa mexicana moderna y quien, en 1936, en España, cambió de profesión y acompañó como enfermera al doctor Norman Bethune a hacer las primeras transfusiones de sangre en el campo de batalla. Citó a Rosario Ibarra de Piedra ynombró también a Leonora Carrington, la última pintora surrealista, que pudo vivir en el Nueva York de Max Ernst y el círculo de Peggy Guggenheim pero, sin saber español, "prefirió venir a México con el poeta Renato Leduc".

Los conquistadores, dijo, encontraron "un mundo esplendoroso". "Antes de que los EE UU pretendieran tragarse todo el continente, la resistencia indígena alzó escudos de oro y penachos de plumas de quetzal y los levantó muy alto cuando las mujeres de Chiapas, antes humilladas y furtivas, declararon en 1994 que querían escoger ellas a su hombre, mirarlo a los ojos, tener los hijos que deseaban y no ser cambiadas por una garrafa de alcohol. Deseaban tener los mismos derechos que los hombres".

Los personajes de Poniatowska son "los perdedores de nuestro continente", "esa masa anónima, oscura e imprevisible que va poblando lentamente la cuadrícula de nuestro continente; el pueblo de las chinches, las pulgas y las cucarachas, el miserable pueblo que ahora mismo deglute el planeta".

La autora de "La noche de Tlatelolco" confesó un gran amor "platónico" por el cineasta Luis Buñuel, "porque juntos fuimos al palacionegro de Lecumberri -cárcel legendaria de la ciudad de México- a ver a nuestro amigo Álvaro Mutis, el poeta y gaviero, compañero de batallas de nuestro indispensable Gabriel García Márquez. La cárcel, con sus presos reincidentes llamados "conejos", nos acercó a una realidad compartida: la de la vida y la muerte tras los barrotes".