"De Cervantes se dice que fue "discípulo" de Juan López de Hoyos pero no sabemos ni por cuánto tiempo, ni qué le enseñó y estoy convencido de que las relaciones entre los dos acabaron como el rosario de la aurora y hasta supongo que Cervantes lo despreció por escrito", decía ayer Alfredo Alvar en el club FARO en su charla sobre "El humanista López de Hoyos, maestro de Cervantes en la España de Felipe II".

Presentado por la médico María Teresa Cendón, el historiador narró una vida que empezó situando entre 1530 y 1540, "oculta tras la oscuridad de los documentos inexistentes o no hallados hasta 1568, en que gana una oposición oficial como maestro de la Gramática en el Estudio de la Villa de Madrid". Un padre herrero y una madre analfabeta que parió diez hijos, aunque no todos vivieron, en aquel Madrid de la Corte de Carlos I.

Pero cuando Alvar, autor reciente de "Juan López de Hoyos, un maestro en tiempos de Felipe II" ( La Esfera de los Libros), se refirió a los estudios de López de Hoyos, que supone en aquella Universidad de Alcalá de Henares creada por el Cardenal Cisneros como un proyecto educativo muy novedosos, lo que estaba resaltando era "una formación no nacional sino internacional, entre otras cosas porque se transmitía una lengua fascinante que se llamaba latín; una formación que había de ser extensa en conocimientos, autores, textos u obras e intensa en las reflexiones. No una cultura-basura de usar y tirar o sin consistencias sino capaz de generar un sistema de interrelación disciplinar y personal, es decir, un potentísimo agente de socialización".

Eso quedaba claro cuando Alvar comentó que López de Hoyos tuvo que estudiar a los clásicos "y seguro que leyó a Erasmo y Luis Vives y sus tratados de educación, a Nebrija, Catón, Plutarco... más tarde a Virgilio, Sedulio o Juvenco ya en el segundo año de estudios. Y habría aprendido a leer en versos latinos y así someterse a la disciplina poética".

Habló de un "Juanillo" que con 12 o 13 años entraría en la Facultad de Artes y en tercer año empezaba con Aristóteles, y en cuarto con la Metafísica, la Aritmética o la Geometría. Que con 15 o 16 años conseguiría el título de Bachiller pero que, en vez de ponerse a dar clases ya, siguió estudios hasta licenciarse".

Pero es a partir de 1568 cuando Alvar puede dejar las hipótesis para entrar en la historia conocida de López de Hoyos. "Ese año -dijo- es elegido por oposición maestro de la Gramática en el Estudio de la Villa de Madrid y parece que con su llegada iba a darle un nuevo rumbo. "Había un funcionamiento entonces esperpéntico que es un ejemplo de cómo en el siglo XVI se dispendiaba ya el dinero municipal".

Dice Alvar que durante esos años del Estudio, en que el Ayuntamiento también le encargó textos que, entre otros, honran a personajes muertos y que le salieron "interesantes pero plúmbeos, nada literarios", en esos años hubo de pelear lo indecible contra la expansión de la Compañía de Jesús, empeñada en montar su propio colegio tras establecerse en Madrid en 1556.

"Él estaba muy bien formado -comentó- , era cura secular y no quería que le destruyeran su Estudio. La batalla se libró durante años, y consiguió retrasar su apertura. Al final convivirían el colegio de los jesuitas (él era furibundo antijesuíta) con el municipal. Los jesuitas solo pudieron triunfar después de la muerte del maestro Juan, con la absorción del Estudio".

Así fue pasando su vida. "Como maestro de niños -dijo-, como historiador, pero todo ello incardinado por su función social esencial, la de ser sacerdote. No sabemos cuándo profesó pero sí que fue capellán de la Capilla del Obispo en Madrid y cura párroco de San Andrés hasta su muerte en 1583... El mayor rastro documental que dejó coincide, como relata su testamento manuscrito, con lo que ocurrió alrededor de su muerte. En el inventario de sus bienes están unos 400 libros, mucho para entonces, aunque pésimamente mal descrita por el escribano".

"De Hoyos dejó este mundo con una importante biblioteca, unos escritos mediocres, inconclusos, mal impresos, habiendo formado a centenares de niños o jóvenes y habiendo bautizado a otros tantos, metido en disputas ideológicas o políticas".