Gabilondo, Urdangarín, Zubizarreta, Arguiñano, Igartiburu, Erentxun, Otegi y Clemente. Estos son los ocho apellidos vascos que dan título a la película española, dirigida por el madrileño Emilio Martínez-Lázaro, que está arrasando en las taquillas de todo el país. Y también en las regiones vascas, por más que a algunos sectores vinculados al mundo abertzale no les haya gustado la visión desenfadada y en ciertos momentos satírica que el filme, protagonizado por Clara Lago y el cómico Dani Rovira, ofrece de la lucha independentista.

Desde que se estrenó hace poco más de una semana, "Ocho apellidos vascos" ha recaudado unos tres millones de euros en toda España. Unas cifras que la han situado ya como el mejor estreno del cine nacional desde "Lo imposible", de Juan Antonio Bayona.

Esta buena acogida de público, como suele ser habitual, contrasta con el tibio recibimiento que ha tenido por parte de la crítica. La película, que nadie se engañe, no es "La fiera de mi niña", aunque se deja ver y tiene algunos hallazgos cómicos, como ese resacoso despertar del curtido marinero vasco (un espléndido Karra Elejalde) en el dormitorio de un Guardia Civil.

Pero frente a las lógicas críticas por su calidad cinematográfica, ha descollado una reseña del diario "Gara", firmada por el veterano crítico Mikel Insausti, en el que se atribuye a la película un tratamiento de los regionalismos propio de la dictadura franquista.

En su destructiva crítica, amplificada por sucesivas revisiones en prensa, foros sobre cine y redes sociales, Insausti denuncia "una campaña de publicidad basada en los mismos chistes sobre vascos y andaluces que se contaban durante el franquismo", vincula su humor con el que practicaba durante la dictadura el humorista navarro Jesús Prado -más conocido como "Txomin del Regato"-, rechaza que "intérpretes que no son vascos jueguen hacer de vascos que imitan acentos de chiste" y condena que una joven abertzale pretenda "casarse embutida en un lujoso vestido blanco, digno de una boda gitana".

La ironía, no obstante, es que "Ocho apellidos vascos" tiene bastante menos que ver con un cine pretendidamente franquista que con el que se realizaba durante la República. La base de la película, ese reconocimiento de las identidades regionales y la alusión humorística a ciertos estereotipos vinculados a ellas, era una técnica habitual en el teatro popular de finales del siglo XIX y principios del XX y fue una referencia constante en el cine republicano.

De hecho, "Ocho apellidos vascos" está mucho más cerca de "Morena Clara" (Florián Rey, 1936) que de "Agustina de Aragón" (Juan de Orduña, 1950). Película esta última en la que esas identidades regionales se subsumen a la nacional, como se refleja en la crepuscular devoción de un catalán por la Virgen del Pilar (¡Sacrilegio!).

Y es que ese cine popular republicano, el de Florián Rey y Benito Perojo, el mismo que producía Luis Buñuel desde Filmófono, fue repudiado por el franquismo, que lo veía como una peligrosa perversión de sus principios morales.

Una visión que contrastaba con su gran arraigo popular, ya que al igual que "Ocho apellidos vascos" estas películas llenaban las salas y permitían al cine español competir con el foráneo, algo que no se volvió a producir nunca más en gran medida, y en ésto sí que tiene razón Insausti, por la Orden que impuso el doblaje obligatorio en 1941.

En todo caso, quizás lo que molesta a los abertzales no sea más que una cuestión gentilicia. Cuando el personaje que interpreta Dani Rovira suelta sus supuestos ocho apellidos vascos, el "Koldo" al que da vida Karra Elejalde le echa en cara que "Clemente" no es un apellido vasco. A lo mejor, si al bueno de Rovira se le hubiera ocurrido aludir a Sabino Arana en vez de al "rubio de Baracaldo", la crítica de "Gara" hubiera sido mucho menos corrosiva.