El mejor momento de otra sosa gala de los Óscar llegó de la mano de las pizzas. Es lo que tienen los premios precalentados de Hollywood: a diferencia del sucedáneo de los "Goya", siempre hay dentro del tedio media docena de instantes que alegran la pupila. Además, las pizzas que algunas estrellas se llevaron a la boca fueron un buen resumen de lo que pasó: un reparto políticamente correcto de estatuillas para "12 años de esclavitud" y "Gravity" y confirmación de que a los académicos les impresionó la metamorfosis de Matthew McConaughey (pésimo discurso, dicho sea de paso) o Cate Blanchett. El Óscar más que requetemerecido, lo siento, Woody, fue el de Spike Jonze por el guión superoriginal de "Her".

"12 años de esclavitud" tiene doble mérito y doble demérito. Por un lado, el esfuerzo de Brad Pitt por llevar a la gran pantalla un asunto tan peliagudo sobre el que la industria del cine ha pasado de puntillas, es encomiable. Sirvan los escasos pero importantes Óscar como lavado de cara para un capítulo vergonzoso de la historia de EE UU. Además, presenta un punto de vista más agrio que el de, por ejemplo, "El mayordomo", plúmbea y maniquea intentona de hacer una película para arrasar en los Óscar que se quedó justamente fuera de ellos. Sin embargo, el mismo productor Brad Pitt se esforzó demasiado en limar las uñas al antaño implacable director Steve McQueen, y el resultado oscila entre un quiero ser duro y un no puedo pasarme de la raya. El frenesí de McQueen al saberse ganador augura (qué mal pensado soy) que pronto le veremos dirigiendo a Will Smith o Denzel Washington perfectamente integrado la meca del cine, que ha acogido a la prometedora Lupita Nyong'o como una nueva Halle Berry. Esperemos que sin sus clamorosos errores.

Alfonso Cuarón no puede quejarse. Su "Gravity" se quedó con la hornada técnica y él mismo, en una de esas decisiones incoherentes de la Academia, se llevó el galardón a mejor director. Alguien debería plantarse en Hollywood y dejar bien claro que el mejor director siempre es el de la mejor película, y si no es así es que algo falla. Las victorias de Matthew McConaughey ("Dallas Buyers Club") y Cate Blanchett ("Blue Jasmine") pocos rechazos pueden provocar, a excepción de Mia Farrow por odio a Woody Allen y de un importante sector de la audiencia que no soporta a una actriz tan extrema como Blanchett. Jared Leto no despierta grandes pasiones por su agradecido trabajo en "Dallas Buyers Club".

Que "La gran belleza" se iba a quedar con el Óscar como mejor película de habla no inglesa (un galardón que a Hollywood le importa tan poco como aquí el de mejor película europea en los Goya, seamos francos) era algo inevitable. La imponente película de Paolo Sorrentino convierte Roma en el eje de una historia