Yolanda Besteiro, abogada de 46 años, asegura que no tuvo ninguna dificultad en darse cuenta de que, ya de niña, en casa, era una mujer; sus hermanos se iban a jugar al fútbol y ella se quedaba en casa ayudando a su madre.

-¿Qué es una mujer progresista?

-Una mujer consciente de la realidad que le rodea y de las diferencias y discriminaciones que existen entre hombres y mujeres aún hoy y que para que un día esa utopía de la igualdad sea real hay que luchar contra los patrones del patriarcado.

-Mucha gente cree que ya existe la igualdad.

-Sí, y se pregunta qué más queremos y a dónde queremos llegar.

-¿A dónde?

-Sigue existiendo división sexual del trabajo. El modelo económico imperante es el hombre como detentador principal de la economía familiar y la mujer como apoyo porque se le sigue atribuyendo el cuidado de la familia. Las mujeres nos hemos rebelado contra ese destino y nos hemos incorporado al espacio público y al poder político, social y económico, pero los hombres no están haciendo el viaje hacia el espacio doméstico. La corresponsabilidad aún es una falacia.

-¿Qué hace falta para cambiarlo?

-Primero, tomar conciencia de que es así. Y luego, superar el concepto de conciliación, que afecta a lo privado, y sustituirlo por el de corresponsabilidad, que implica que las administraciones creen servicios públicos (escuela de cero a tres años, comedores escolares, transporte público, ley de dependencia...) para atender a las familias y tener vida personal y laboral. Es imprescindible que las empresas creen medidas para que sus trabajadores, no solo sus trabajadoras, concilien la vida personal y familiar y laboral. Las mujeres debemos ser conscientes de que un hombre puede cuidar a los hijos igual que nosotras.

-¿Vivimos un retroceso?

-Sí, los adolescentes siguen creyendo en el amor romántico: el hombre protector y la chica atendida por un hombre que le solucione la vida. El 80% pensaban que ellas tienen que satisfacer los deseos de ellos, que los celos están justificados y que controlar el móvil y la forma de vestir es un signo de amor y no de dominación. Es un caldo de cultivo para la violencia de género.

-¿Y en la maternidad?

-Sí, hay una idealización de la maternidad. Parece que la única vía de realización para una mujer es quedarse en casa cuidando a sus hijos. A esto hay que añadir la crisis, que ha supuesto la destrucción de empleo femenino por dos razones: eliminación de servicios públicos que hacían posible compatibilizar trabajo y familia y porque en esos servicios públicos trabajaban principalmente mujeres. La falta de trabajo y la idealización de la maternidad tienen un coste gravísimo. Supone depender de por vida de un hombre.

-Como nuestras abuelas.

-Exacto, toda la vida trabajando sin derechos, ni jubilación ni reconocimiento. Esto no es nuevo. Y la iconografía de las películas es clara. En la Segunda Guerra Mundial se necesitaba a las mujeres en las fábricas porque los hombres estaban en el frente y se preconizaban mujeres fuertes como Marlene Dietrich. Tras la guerra se las sustituye por mujeres felices de estar en casa como Doris Day.

-¿Volvemos a Doris Day?

-Volvemos a las mujeres Doris Day. Por suerte, nunca ha habido tantas mujeres trabajando como ahora. Aunque algunas hayan retrocedido, la mayoría no. Las mujeres hemos llegado para quedarnos, no para volver a casa.

-¿Cuál es el principal problema de las mujeres?

-Tenemos muchísimos. Sufrimos una violencia invisibilizada de hombres que entienden que la manera normal de relacionarse con las mujeres es a través de la dominación y a aquellas mujeres que se atreven a decirles un no las asesinan y agreden. Cada año mueren mujeres asesinadas por quienes debían protegerlas y ayudarlas. Hay falta de oportunidades laborales que llevan a muchas mujeres a ser explotadas sexualmente y la discriminación se manifiesta también en la escuela. Se sigue educando en función de su sexo.

-Se siguen financiando colegios que segregan por sexo.

-Es un ataque mortal a la igualdad de oportunidades. Todos vemos que para una persona con discapacidad lo mejor no es un colegio específico, sino integrado para no discriminarlos. Pues imagina si separamos a niños y niñas en universos paralelos.

-¿Vamos a mejorar?

-España es puntera en la lucha por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Hay dos leyes importantísimas: la ley integral contra la violencia de género y la ley de igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Quizás estas leyes van por delante de las mentalidades.

-¿Por qué, entonces, salen ahora leyes como la del aborto?

-Que vayamos hacia adelante no quiere decir que no haya intentos de que retrocedamos a ese papel que la Iglesia católica cree que debemos ocupar las mujeres. La forma de controlar nuestras expectativas de vida es a través del control de la maternidad. Si haces responsable en exclusiva de la maternidad a la mujer haces que las mujeres renuncien al resto de sus facetas para centrarse en el papel reproductor. La Iglesia quiere dominar el cuerpo de las mujeres. Tienen miedo de que seamos dueñas de nuestra vida y decidamos tener o no hijos en el momento que lo deseemos.

-¿Teme nuevas leyes que puedan perjudicar a las mujeres?

-Sí. En cartera está la ley de la justicia universal que va en contra de la persecución de la ablación, la trata de mujeres para explotación sexual o la violencia de género. Encima de la mesa hay otra ley, la de la custodia compartida impuesta, que nos va a perjudicar, y también están las posibles reformas laborales.

-De pequeña en casa le dejaron claras las diferencias entre hombres y mujeres. ¿Sigue pasando?

-Se sigue tratando de forma diferente a niños y niñas en todos los ámbitos de la vida, pero no lo percibimos. Y las chicas jóvenes tampoco. Piensan que por ir al mismo colegio que ellos, vestir igual, beber alcohol, tener relaciones sexuales y estudiar lo que les interesa no hay discriminación. Ahora en casa no hacen nada ni ellos ni ellas. Hasta que no van a buscar un trabajo y ven que les cuesta más esfuerzo a pesar de tener mejor expediente académico.