Elaine Pascal Wynn es una mujer madura de piernas largas y buen olfato para los negocios. Decían las malas lenguas que siempre funcionó como el cerebro en la sombra que llevó a su marido Steve Wynn a la cúspide de los negocios del juego en Las Vegas y a tener una de las grandes fortunas del mundo. Se casaron en 1963, se divorciaron en 1986, se volvieron a casar en 1991 y se volvieron a divorciar en 2010. Elaine le pegó un mordisco financiero a Steve de los que no se curan sólo con Betadine: algo así como 750 millones de dólares, por encima de los 500 millones de euros.

Elaine fue la compradora secreta de "Tres estudios de Lucian Freud", la obra del pintor Francis Bacon, que en noviembre se convirtió en el cuadro más caro vendido hasta la fecha en una subasta. Por encima de los 104 millones de euros. Las pujas a esos niveles se realizan por teléfono y mediante intermediarios, y muchas veces el comprador se queda en el anonimato.

Ese anonimato lo mantuvo la sofisticada Elaine Pascal hasta hace tan sólo unos días. Así lo quiso ella. Cuentan las malas lenguas que la subasta del cuadro de Bacon (que en realidad son tres) fue un capítulo más de la pugna personal entre los ex cónyuges y que Steve Wynn también participó en la subasta, sin éxito. Puede que Elaine sea una enamorada de la obra de Bacon, pero no es probable. Buscaba quizá una forma de venganza. Y lo consiguió. Por dinero que no sea, porque la revista Forbes calcula la fortuna de la mujer en casi dos mil millones de dólares. Tiene para comprar cuadros de Bacon y medio Museo del Prado si estuviera a la venta.

Nadie sabe a ciencia cierta qué va a hacer Elaine con el tríptico, que en estas semanas está siendo exhibido en el Museo de Portland y que, según se especula, podría ir cedido sine die al Museo de Arte del Condado de Los Ángeles.

Elaine debió de pasarlo muy bien durante unas cuantas semanas cuando tomó cuerpo el rumor de que "Tres estudios de Lucien Freud" había sido adquirido por Sheikha al Mayassa bint Hamad al Zani. Para resumir, una de las hermanas del emir de Catar, ese Estado feudal donde a los trabajadores extranjeros se les trata en régimen de esclavitud y que quiere celebrar un Mundial de Fútbol en el desierto a 45 grados de temperatura.

Pero volvamos al arte. Mayassa, de 30 años, se ha propuesto hacer fondo de armario artístico para rellenar las paredes del Museo Nacional de Catar, que será inaugurado a finales de este año. De vez en cuando aparece en las subastas, pero se supone que tira de chequera en compraventas privadas. La joya de la corona del futuro museo será "Los jugadores de cartas", de Paul Cézanne, la obra que batió todos los récords del mundo del arte: 185 millones de euros, pagados en 2011 a un vendedor privado.

Su sueño es convertir su país en el punto central de referencia del arte en esa zona estratégica del golfo Pérsico. Lleva años en el intento. La prensa especializada asegura que se ha hecho con alrededor de una docena de obras de Mark Rothko, así como de los contemporáneos Richard Serra y Damien Hirst.

Sheikha al Mayassa y Elaine Pascal Wynn rompen el tópico de que el mundo del mercado del arte a gran escala es masculino. En España ya acabó con esa idea a su debido tiempo Tita Cervera, dama que se merece, por lo menos, un monumento en la plaza de Cibeles. Seguro que antes de conocer al barón no sabía de arte más que cualquier ciudadano de a pie, pero Tita no perdió el tiempo, se hizo con una colección privada, se rodeó de buenos asesores y sabe comprar y, de vez en cuando, vender, por aquello de mantener la liquidez.

Más o menos la estrategia que seguirán la noble catarí y la reina de los casinos. Elaine se ha permitido el lujo de colgar obras de Matisse o Van Gogh en las paredes de sus casinos, lo cual no deja de ser una ordinariez. Pero todo en Las Vegas es una ordinariez, así que tampoco nos pongamos exquisitos. Sheikha al Mayassa, por el contrario, personifica la cara amable de un régimen que no lo es tanto. Los editores de la revista Art Review tienen claro que se trata actualmente de la figura más poderosa en el negocio del arte.

Mujer joven y guapa, que combina la estética occidental con una leve ortodoxia oriental, e hija de la anterior jequesa Bint Nasser, una mujer de rompe y rasga convertida desde hace poco en una especie de reina madre porque su marido abdicó en su hijo. En las actuaciones públicas (y se supone que privadas) de la joven Sheikha flota el espíritu de su mamá, que en Catar manda mucho.