-¿Cómo llegó hasta "Increíbles"?

-Fue por una invitación directa del programa. Cuando lo lanzaron buscaron en bases de datos de otros concursos y como yo había concursado ya en "Cifras e letras", de la TVG, pues me ofrecieron participar y yo dije que sí porque me gustan los retos.

-Tras la impactante prueba del cuadrado mágico con la que se clasificó, en la final deslumbró de nuevo con una prueba en la que tenía que descifrar códigos QR. ¿Por qué eligió este reto?

-Tras ganar el primer programa, tuve tres meses para plantearme la final. En memoria yo estoy flojo, así que se me ocurrió aplicar cálculos que hacemos en Teleco con sistemas binarios. Los códigos QR son un elemento familiar y me parecía interesante mostrar en qué consisten.

-Con la explicación que dio en el concurso sobre estos códigos binarios no puede negar que es profesor.

-Me hubiera gustado poder explicarlo un ratito más pero en la televisión los tiempos son muy cortos y no pude extenderme. De todos modos me parece una maravilla que en pleno prime time un concurso televisivo dé la oportunidad de explicar los códigos binarios mientras en otras cadenas están cuatro personas insultándose a pleno grito.

-Y en la prueba final se atrevió con divisiones rapidísimos de matrículas de coches. ¿Es algo que hace habitualmente?

-La verdad es que desde muy pequeño me ha gustado siempre ir por la calle haciendo cálculos con las matrículas y creando palabras a partir de letras de carteles. Esta prueba era menos llamativa que la otra pero solo me dieron dos semanas para prepararla y coincidió con el nacimiento de mi hijo y con mucho trabajo en la universidad, así que opté por este tipo de cálculo rápido que me es muy familiar y creo que al final gustó a la gente.

-El público determinó finalmente que la mente más brillante de España era la de Marcos, un niño de 4 años. ¿Está de acuerdo?

-Me parece que Marcos tiene mucho mérito y, además, se ganó a la gente con su simpatía, aunque no puedo negar que me quedo con la espinita. Es muy difícil determinar qué pruebas tienen más mérito. Algunos se quejan de que hay una falta de rigor y de que no está bien mezclar a niños y adultos, pero las reglas ya las conocíamos de antemano y se trata de un concurso televisivo donde también es importante esa parte más emotiva.

-¿Cómo empezó de pequeño con ese interés por los números? ¿Le motivaron de alguna manera sus padres?

-Empecé por curiosidad, porque me llamaba la atención cuando veía a mi familia hacer crucigramas y pasatiempos. Pasaba bastante tiempo en casa porque mis padres tenían un negocio familiar y me entretenía haciendo cuentas y anagramas. Mis padres no me pudieron enseñar a partir de tercero o cuarto de EGB porque ellos no han tenido muchos estudios, pero desde luego me transmitieron la capacidad de trabajo y sacrificio, que es mucho más importante.

-¿Estaban en esta final las mejores mentes de España, como dijo Carlos Sobera?

-A mí me parece que más que superinteligentes, somos un grupo de personas que sabemos hacer bien algunas cosas, que a base de entrenamiento hemos desarrollado unas habilidades. De hecho, el título del programa, "Increíbles", no nos convencía a ninguno porque nos hace sentir incómodos y pretenciosos.

-Supongo que controlar los nervios será esencial en este tipo de pruebas.

-Por supuesto. Yo me enfrento cada año a alumnos nuevos que te juzgan y te someten a una evaluación continua. También tengo que ir a congresos y hablar en público en inglés, un idioma en el que no estoy del todo cómodo, y todo eso, poco a poco, te va enseñando a controlar los nervios que, en definitiva, solo sirven para echar piedras sobre tu propio tejado.