Aitana Sánchez-Gijón interpreta a dos personajes en «Babel», no es que la crisis obligue a la compañía, en plena gira por España, a recortar gastos, es que el autor, Andrew Bovell, la escribió así.

-¿Cómo se enfrenta a una gira en medio de esta crisis?

-Acabamos de arrancar. Venimos de estar cuatro meses en Madrid, donde no sólo nosotros sino todas las compañías notaron un descenso. Nosotros ya habíamos dicho que esto iba a provocar un retraimiento, porque la gente tiene menos poder económico para gastar en ocio y en cultura, aunque no suban las entradas, porque el incremento del IVA lo asumimos los trabajadores, a los que se nos bajó el sueldo...

-¿Condiciona la crisis los espectáculos que se producen?

-Ya hay como una selección natural de textos, más comedia, repartos más cortos... Hay que adaptarse a las circunstancias, y las producciones no pueden asumir riesgos muy grandes, porque puede ser un desastre. Se tiende a monólogos u obras de dos o tres personajes, cuatro como mucho, porque más de eso se te puede ir de las manos.

-No pinta bien.

-No, porque no hay voluntad política de protección y cuidado de algo tan frágil como el patrimonio cultural. No puedes medir la cultura con la misma vara que los tomates, y no se le puede pedir el mismo rendimiento.

-¿Cómo puede afectar a las generaciones futuras esta privación de la cultura?

-Es un empobrecimiento brutal. A menos cultura, menos educación, menos Estado del bienestar, ciudadanos menos críticos y menos libres y con menos capacidad de cuestionarse el orden establecido. Es una espiral que redunda en una pobreza espiritual que hace ciudadanos más mansos, miedosos y atados al «vamos a agradecer que tengo un trabajo basura», porque la cultura sirve para crear ciudadanos críticos y libres.