Para dictaminar si existe o no acoso escolar, Plácido Blanco elaboró el Bullingo Test, que se usa desde 2002 como referencia en diferentes puntos del Estado. A la hora de realizar el diagnóstico, además de preguntar a los propios menores sobre si sufren determinadas acciones o conductas de acoso, también se busca la colaboración de los profesores -que deben hacer notar, por ejemplo, si el rendimiento académico del menor es inferior al habitual o los compañeros se mofan de la posible víctima en clase- y de los padres.

Estos deben contestar a unas cuestiones que pueden servir como "indicios", según este experto en psicopatología, de que su hijo sufre acoso. Así, se les pregunta si el menor se queja de dolor de espalda, si su ropa está rasgada o pintada o si llega a casa con cortes o contusiones. También se les alerta en el caso de que ponga excusas para no ir al colegio o diga que quiere cambiarse de escuela, presente pérdida de apetito, vómitos o cansancio o cuando en el catálogo de expresiones que utiliza incluya "no me importaría morirse" o alguna similar.

Con todo, que alguna de estas situaciones se cumpla no quiere decir que el niño esté sufriendo acoso escolar. Blanco recuerda que una de las características de este fenómeno es la "persistencia en el tiempo". El resultado del test pondera las respuestas de padres y niños que se traducen en percentiles que sirven a los padres de orientación. Si cierta barrera se supera y lo estiman oportuno, pueden pasar el test al profesor para que complete la parte que le corresponde. Será este quien calcule finalmente el "nivel de alerta". Si este es elevado, el niño puede requerir apoyos psicopedagógicos o de psicólogos clínicos.