Cigarrones en Verín, pantallas en Xinzo y peliqueiros en Laza aumentan cada año en número de máscaras y no es de extrañar porque el que asume su papel disfruta de considerables prebendas durante el fugaz reinado que les concede el Entroido.

Los peliqueiros entrenan las chocas los días previos para aguantar su peso pero no se visten el traje hasta el domingo por la mañana para esperar a los atrevidos beatos que no perdonan una misa ni en los días más anticlericales del año. Unos 70 peliqueiros les hicieron ayer un pasillo a las puertas de la iglesia para azotarles con su látigo. La presencia de esta máscara impone y nadie les hace frente. Y aunque la pequeña Praza da Picota multiplique su aforo por cien mil ellos siempre tendrán sitio para correr libremente.

En Verín, los cigarrones abrieron paso a las comparsas del desfile echando hacia atrás al público con su fusta y castigando a los que no van disfrazados. El desfile contó con el sol de la mañana para animar a los participantes y al público. Originales mujeres que representaron el mar con sus diferentes tonalidades azules, lecheras de las de antes o los personajes de Barrio Sésamo inspiraron a los verinenses para sus comparsas.

En Xinzo, las pantallas salen todos los días del carnaval, empezando dos semanas antes en el Domingo Oleiro. Anuncian su llegada golpeando dos vejigas y atrapan a los que no se disfrazan para que las inviten a vino. Ellas imponen su autoridad pero las charangas rompen el hielo con música y animación. En Xinzo todo vale y su fiesta es tan sonada que reciben visitantes de lo más peculiares. El Papa y Tejero, son algunos de ellos.