"El artista surrealista del siglo XX es como el visionario de la Edad Media", decía ayer Victoria Cirlot, catedrática de Filología Románica de la Universidad Pompeu Fabra. "La experiencia visionaria en el mito del Grial y en el arte del siglo XX" fue el tema de la charla que, presentada por Jorge Luis Bueno, se ofreció ayer en el Club FARO.

Desde hace años, Cirlot investiga la obra de Hildegard von Bingen (1098-1179), abadesa de Ruperstberg y reconocida visionaria, y fue el encuentro con ella lo que llevó a esta profesora a penetrar en ese mundo, del que lo que más la sorprendió fue que muchos estudiosos dudaran de la autenticidad de sus visiones. Ese escepticismo respecto a la capacidad visionaria de esta monja medieval tan estudiada y admirada por Cirlot es lo que la movió a intentar desentrañar lo que se debe entender como una visión. "Pero la única forma –dijo– de superar esa alteridad que supone para nosotros comprender la Edad media con ojos de presente fue lo que me decidió a confrontar a Hildegard con ejemplos de visionarios actuales. Y es que en el siglo XX no se renunció a la visión, que siguió siendo algo fundamental, pero para el arte".

Eso es lo que hizo Cirlot, que acaba de publicar en Siruela "La visión abierta. Del mito del Grial al surrealismo", relacionara las experiencias de esa monja alemana del siglo XII con las de artistas surrealistas del siglo XX, como Max Ernst, Giorgio De Chirico y Joan Miró. La profesora no duda en responder que esa asociación existe y no sólo no es caprichosa sino que podría ayudar a entender mejor cuestiones como las experiencias visionarias y el problema de la creación.

El mito del Grial

Si Cirlot introduce en su discurso el mito del Grial es porque es en esa literatura artúrica que busca el Santo Grial donde halla más repetida la expresión de "visión abierta". "De lo que se trata –decía ayer Cirlot– es de ver más allá, aquello que no está manifestado. La búsqueda del Santo Grial plantea una visión que se va abriendo gradualmente hasta lo máximo, que sería la "visión abierta". Cirlot dejó clara la diferencia entre "visión" (de algo invisible) y "percepción" (sólo del objeto físico ). Y empezó a confrontar con imágenes arte medieval como el de un Beato con obras del siglo XX, como la foto de André Breton hecha por Man Ray en 1922.

"Hablamos de visionario cuando lo que se ve no es el mundo que nos rodea sino otro mundo, que no se percibe mediante el ojo físico sino mediante lo que llamamos el ojo interior, que se alimenta de la imaginación creadora", dijo Cirlot, que pone de ejemplo un collage de Max Ernst, en el que la bola mágica del mago Robert-Houdin se transforma en un ojo atravesado por un hilo, el ojo rebanado que Buñuel trasladó al cine en El perro andaluz. La ceguera de los ojos corporales y la apertura de los interiores es según esta estudiosa un tema en la iconografía surrealista, no sólo en Ernst, sino también en otros artistas como De Chirico, y recordó palabras de André Breton en El surrealismo y la pintura (1928): "La obra plástica [...] se referirá a un modelo puramente interior o no será".

Esa profusión de imágenes sugirió a Cirlot la idea de comparar la experiencia de la monja mística con la de los surrealistas franceses. "Pensé que esa confrontación me permitiría entender mejor la experiencia visionaria –explica–. Porque el lenguaje de Hildegard es el de su época, estamos alejados ocho siglos de ella, mientras que el de los surrealistas es el nuestro, no hay esa distancia tremenda, esa alteridad tan brutal que nos separa de Hildegard. Me encontré así con artistas que hablan de su experiencia visionaria, por ejemplo, Max Ernst".

Claro, Hildegard habla en términos propios de una cultura tradicional y sagrada. Ernst, en los términos de una cultura desacralizada, atea y arreligiosa. "Sin embargo –afirma– , dicen lo mismo en cuanto a experiencia visionaria. Ernst dice que ve, que tiene alucinaciones (los surrealistas hablan indistintamente de alucinación y visión), aunque no hay de por medio ninguna droga".