Con pasión y convencimiento defendió Rosa Navarro, catedrática de Literatura de la Universidad de Barcelona, la obra «deslumbrante» de Amin Maalouf, galardonado con el premio «Príncipe de Asturias» de las Letras. Nacido en Beirut, en 1949, y residente en Francia, Maalouf es autor de una obra que mezcla realidad y ficción, haciendo un lugar para la convivencia y la tolerancia. El viernes recibirá el galardón, en el Teatro Campoamor de Oviedo, junto al resto de premiados: Richard Serra (Artes), la Organización Nacional de Transplantes y The Trasplantation Society (Cooperación Internacional), el equipo arqueológico de los guerreros de Xian (Ciencias Sociales), Alain Touraine y Zygmunt Bauman (Comunicación y Humanidades), David Julius, Linda Watkins y Baruch Minke (Investigación), la selección española de fútbol (Deportes) y Manos Unidas (Concordia).

«Me meto en sus mundos de ficción y me admira lo buen narrador que es, la defensa que hace del escritor y del pensador frente a las circunstancias históricas que va viviendo». Rosa Navarro no duda de que la elección del franco-libanés ha sido un gran acierto, y enumera los méritos que lo avalan con verdadero entusiasmo.

«Introduce también la defensa de la mujer, tan importante en el mundo árabe», dice la profesora, para quien en estos momentos en que «el Mediterráneo se ha convertido otra vez en un avispero, premiar a una persona de origen libanés, de religión inicial cristiana, que vive en Francia y que defiende la perspectiva universal para la convivencia y la tolerancia, es fundamental».

«Creo que es una decisión que ha convertido en sumamente actuales estos premios, porque no solamente tienen en cuenta la creación literaria sino también un pensamiento actual absolutamente indispensable», concluyó Rosa Navarro.

Maalouf resultó elegido por mayoría tras llegar a la final con Ana María Matute. La escritora española, que en un primer momento tuvo muchos apoyos, pudo verse más tarde perjudicada por los rumores que la hacen candidata al próximo premio «Cervantes».

Para la elección del franco-libanés «se tuvo en cuenta la creación de un puente en torno a las culturas del Mediterráneo», comentó Víctor García de la Concha, director de la RAE y presidente del jurado. De Maalouf dijo que es un escritor de conciliación en un mundo hoy convulso. «Premiamos al escritor -aunque también los valores son importantes-, a alguien que es capaz de reflejar en sus escritos esas ideas de conciliación y de diálogo con un lenguaje muy eficaz, directo, plástico, emotivo».

El autor de «León el africano», que estudió economía y ejerció el periodismo, está traducido a más de veinte idiomas y fue premio «Goncourt» en 1993. Pilar García Moutón lo defiende como el mejor premio posible «para unos momentos cuyas circunstancias hacen muy valioso tener un escritor que al tiempo esté concienciado con todos los problemas que nos tocan de cerca y que une la condición de ser escritor y periodista, lo que le da una visión hacia la historia muy novedosa».

La profesora de Literatura también defiende el tipo de narrativa del galardonado, de quien dice que hace una novela histórica que no es la típica novela histórica a la que estamos acostumbrados, que se convierta en un best seller sin base. «La suya es una prosa muy fundamentada y comprometida».

La directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel, valoró que la obra de Amin Maalouf represente una visión optimista del Mediterráneo. Tras considerar el premio «soberbio», a pesar de que la decisión haya resultado difícil por la calidad de los candidatos, destacó que los finalistas han hecho grande el premio y que su calidad pone «muy alto» el pabellón para el ganador del año que viene.

Para el escritor Juan José Armas Marcelo, el autor libanés cumple en el mundo literario árabe la misma función que Amos Oz lleva a cabo en el ámbito de la cultura judía. «Con más Amos Oz y más Maalouf en el mundo, probablemente, árabes y judíos se entenderían mejor», apuntó. A su juicio, Maalouf procede de un país «que es un mosaico de razas y culturas».

Milagros del Corral, ex directora de la Biblioteca Nacional, ve al ganador como «una voz intelectual ponderada y lúcida» en un ámbito, el del mundo árabe, «donde no hay tantas», una circunstancia que atribuye en gran parte al «desencuentro brutal» entre esta cultura y la occidental.