Ser uno de los museos más visitados del mundo es un lujo que le cuesta al Museo Británico una lista cada vez más larga de enemigos. A los eternos conflictos que la entidad londinense mantiene con Grecia y con Egipto por las incontables y valiosísimas piezas artísticas que atesora de estos países, se une ahora su ruptura con Irán por no querer devolverle su famoso "Cilindro de Ciro".

La Organización iraní para la Preservación del Patrimonio Cultural y la promoción del Turismo anunció ayer su decisión de romper las relaciones con el museo británico al retrasar el museo la cesión de la pieza, un código de temática legal escrito con caracteres cuneiformes que fue hallado en 1879 en Babilonia.

"El Museo Británico debería haber enviado el Cilindro al Museo de Teherán el 7 de febrero, pero ha decidido posponer la cuestión hasta julio, algo inaceptable para nosotros", explicó el director del citado organismo, Hamid Baqaei. El enfado iraní está provocado por ser esta ya la segunda vez que el Museo Británico pospone la entrega de la codiciada pieza, considerada la primera declaración de derechos humanos de la historia.

Según un acuerdo bilateral, el cilindro debería haber regresado a Irán en septiembre de 2009, pero los responsables británicos aplazaron el envío debido a la situación de inestabilidad creada por las cruentas protestas de la oposición, que ha denunciado fraude en las elecciones presidenciales del pasado junio.

"Pondremos fin a todo tipo de cooperación, como exposiciones, misiones arqueológicas y proyectos de investigación.... estamos seguros de que el museo y, en particular, el centro de estudios de Oriente Medio, sufrirá una considerable pérdida con el fin de esta colaboración", agregó. El responsable iraní anunció, asimismo, que su organización enviará una carta de protesta a la UNESCO y misivas a otros museos para instarles a reconsiderar su colaboración con el Museo Británico.

Irán no es el único país enfrentado al Museo Británico por su impresionante colección. El Gobierno de Edimburgo reclamó el año pasado la devolución a Escocia de 82 piezas de ajedrez que el Museo Británico expone en su galería de arte medieval.

Las figuras, que tienen ocho o nueve siglos de antigüedad, están hechas de marfil de morsa y de ballena y se utilizaron en una escena de una de las películas de la serie de "Harry Potter".

Pero son Grecia y Egipto los países que se sienten más expoliados por el museo inglés. Grecia inauguró el pasado año la Nueva Acrópolis con un claro mensaje al Reino Unido que repite desde hace años: "Los mármoles del Museo Británico son nuestros". La desmesura del nuevo edificio reivindica las ansias por recuperar los restos del Partenón trasladados al Museo Británico en 1816. Especialmente polémicos son los mármoles que el conde de Elgin se llevó de la Acrópolis hace 200 años: 75 metros de friso, 15 metopas y 17 estatuas.

El gobierno británico dice que el estado compró oficialmente los restos del Partenón a Lord Elgin, y que éste a su vez se lo compró al Imperio otomano y es la postura oficial desde la página web del Museo. Hay algunas voces discordantes que dicen que en realidad no fueron compradas, sino que diversos funcionarios fueron sobornados por Lord Elgin para conseguir sacar las esculturas del país.

Por su parte, el estado egipcio ha realizado una petición formal para recuperar la Piedra Rosetta, el antiguo objeto datado en el 196 a.C. que dio la clave para descifrar los jeroglíficos y ayudó a descubrir los secretos de los faraones. Se exhibe en Londres desde 1802 como una de sus joyas. De hecho, la sección del Antiguo Egipto del museo inglés es la más importante del planeta después de la del Museo Egipcio de El Cairo.