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Una cómica lamentación

Clavícula | Marta Sanz | Anagrama, 206 páginas

Marta Sanz define Clavícula como "una lamentación cómica que se vincula con mi primer libro, El frío (1995). En ambos textos subyace la idea optimista de la que la literatura sirve para visibilizar y aliviar las neuralgias, las zonas hipersensibles, del cuerpo físico y del cuerpo social. Si con El frío intenté paliar íntimamente las heladas quemaduras del abandono mientras descubría el ADN que me hermanaba con otras damnificadas del romanticismo vampírico y del petrarquismo bubónico -el concepto es de mi amigo Reig-, en Clavícula utilizo el género autobiográfico para retratarme sin fotogenia: el cuerpo de la mujer menopáusica que soy, mis patologías reales e imaginarias, se relacionan con las de las víctimas del capitalismo avanzado; la autobiografía renuncia a su faceta vanidosa para remitir al individualismo de una sociedad que nos reconcentra en los ruidos interiores y la apariencia del cuerpo. En la cosmética. Frente a la fetichización y el ensimismamiento, nos queda la fraternidad. Las historias de amor. Tanto El frío como Clavícula son historias de amor, pero de amores diferentes: la mezquindad cede paso a cierto talante dadivoso, y el resentimiento no opera contra quienes nos crían, nos cuidan o nos arropan colectivamente, sino contra un sistema económico que nos convierte en culpables. Culpables por enfermar, por quejarnos, por no ser lo suficientemente positivos, competitivos, por ser sensibles en lugar de sensibleros".

Utiliza Sanz "un humor hipocondríaco y escatológico, para que lo íntimo -miedo, fragilidad- salga de su cápsula y concierna a esos lectores que se preguntan si su dolor tiene una causa patológica, si es fruto de la ansiedad, si nuestros dolores parten de la entropía de las células, de los desórdenes e injusticias sociales, cuál es el origen, las razones complejas o simples de lo que nos sucede? Se buscan las palabras y se circunda, con la pauta rítmica de una variación musical, el misterio que rodea a las enfermedades femeninas, esa extraña relación de las mujeres con el sufrimiento que nos transforma en princesas guisante o, en la antípoda perfecta, en resignadas víctimas silenciosas de la hemorroide. Me abro en canal y a la vez escatimo parte del desnudo: creo que en la voz queda algo evanescente, algo cruel, una coquetería al hablar del dolor, que no victimiza a quien toma la palabra e inquieta al que lee". En la voracidad del desnudo, "la centralidad del cuerpo de las mujeres y el naturalismo, Clavícula entronca con La lección de anatomía (2014). La idea de que el cuerpo es texto y el texto cuerpo permiten interpretar la fractura estructural de Clavícula, su carácter híbrido, como la encarnadura retórica de la experiencia de un dolor instalado en la realidad y en la conciencia colectiva. Si en literatura contamos una cosa a través de otra, aquí se opta por la metáfora de la carne frente a la de la máscara. Por la idea de que el lenguaje, además de emborronar, puede ser útil para indagar en las verdades y conseguir trascender el texto, su enrejado. Salir del texto para llegar al otro. Así la literatura podría entenderse como conversación y búsqueda. Forma de conocimiento donde la expresión de la fragilidad subraya el derecho a la queja". Los lectores le preguntan cómo está: "Después se palpan su propia clavícula. Yo se lo agradezco".

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