- ¿Hubiera sido distinta persona si no hubiera nacido en Cotobade?

- Sin duda. Cada uno es lo que es por la famila en que nace y los códigos que va heredando de casa. También los de la sociedad. A mí mi maestro de escuela fue el que me enseñó a leer, a comportarme... En el recreo en la escuela es como uno se va haciendo persona. A veces también hay que quebrantar las reglas cuando estas ahogan demasiado. Nosotros robábamos fruta, montábamos a caballo en el monte aunque nos lo tenían prohibido... El sitio donde naces te marca enormemente. Yo las pautas épicas se las debo a mi familia y a mi aldea, más que a ninguna concepción religiosa ni ideología de otro tipo. Incluso el sentido de la propiedad lo tienes muy acusado en la aldea. Aquello de nuestras fincas, nuestras vacas... era nuestro mundo. La tierra es lo único por lo que merece la pena luchar y morir, porque es lo único que perdura. La tierra es vida, de ella vivíamos.

- Una tierra, la del rural, que ahora está abandonada en buena parte de Galicia...

- Ese mundo abandonado de hoy, durante miles de años fue el sustento de la mayoría de la sociedad gallega. De ahí salimos y por ella pudimos estudiar. El rural está infravalorado y se le ha abandonado muy alegremente. Me da una pena terrible ver aquello vacío. También me da mucha pena que la gente que queda allí ya no tiene con quién hablar. Tengo un amigo que me dice siempre que de once vecinos que eran solo queda él. Me dice que "se me va a olvidar hasta hablar" porque no encuentra a nadie en todo el día con quien hablar. Los poderes públicos han hecho muy poco por que la población siguiera en el rural, aunque fuese a caballo entre la aldea y la ciudad, pero que siguiese habiendo raíces. En ese sentido me gustaría que este libro ayudase a que no se vacíe de todo.