El principal interés de las elecciones municipales del 26 de mayo en la provincia de Pontevedra se centra en saber quién va a conquistar la Diputación, una suerte de "niña bonita" política venida a menos, pero todavía de buen ver a los ojos de unos y de otros, por su preciada dote económica.

Dados por decididos con mucha anticipación los ganadores de esos comicios en Pontevedra y Vigo, con amplias mayorías para Lores y Caballero, la incógnita más atractiva a despejar gira en torno a la continuidad o el cambio en el poder provincial. A priori, el resultado parece muy reñido; el diputado número 27 podría resultar decisivo.

Curiosamente, Alfonso Rueda y Cesáreo Mosquera eligieron la misma fecha de las pasadas Navidades para lanzar esa carrera electoral, con el Palacio Provincial como gran premio a alcanzar. El primero hizo balance del trabajo realizado ante su junta provincial y no eludió el compromiso de recuperar la Diputación para el PP; una tarea encomendada por Feijóo a Rueda como paso previo a un hipotético relevo al frente de la Xunta de Galicia. Y el segundo repasó la gestión del gobierno bipartito PSOE-BNG durante estos últimos años, sin un mal gesto público. Esa valoración es lo mejor que puede decirse de ambos partidos tras el enorme fiasco que cosecharon en su experiencia fallida al frente del gobierno gallego.

El pacto del PSOE (10 diputados) y el BNG (4 diputados), que componen actualmente una exigua mayoría en la Diputación frente a la minoría del PP (12 diputados), todavía dispone a su favor de un compañero de viaje con el diputado de Marea. Este último escaño, sin embargo, podría estar en la cuerda floja; a priori sería el sillón con más posibilidades de cambiar de dueño en favor de Ciudadanos. Tal mutación dejaría la situación global más apretada que hasta ahora, junto a otras posibles variaciones menos probables.

El gran tablero de la Diputación Provincial, que conforman los siete partidos judiciales, es el que es y lo fundamental para dar un jaque efectivo está en dominar a conciencia el campo de juego, sin dejar ningún cabo suelto en manos del azar. Louzán pecó de exceso de confianza en 2015 y pagó caro su error. Ahí está El Meollo de la cuestión, que ni Carmela Silva ni Cesáreo Mosquera deben perder de vista.