Es el día con más movimiento del año en el cementerio. El 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, sigue siendo toda una tradición en la comarca de Pontevedra. El camposanto de San Mauro, el más urbano, volvió a llenarse de familias al completo que se acercaron para honrar a sus seres queridos. Las flores y las charlas fueron las protagonistas.

Desde bien temprano los cementerios pontevedreses comenzaron a recibir una afluencia importante de vecinos. Si bien es cierto que cada año la festividad santa va perdiendo un poco más de fuerza, todavía sigue siendo una fecha clave en el calendario.

La mayoría de las lápidas y panteones ya lucían desde primera hora las flores dejadas por sus familiares, que ya se acercaron hasta San Mauro en días previos para evitar el trajín que el día 1 de noviembre supone.

Sin embargo, para aquellos que no disponían de tiempo durante toda la semana, la tradición fue cumplida a rajatabla, con la limpieza y acondicionamiento del mármol.

Los paños, las botellas de productos de limpieza y los cepillos trabajaron duro durante horas para dejar todo listo en memoria de aquellos que descansan en paz.

Para facilitar el acceso a los cementerios, a los que la mayoría de los pontevedreses se acercan en coche, la Policía Local de Pontevedra activó un operativo especial de tráfico. De este modo, en los momentos en los que se formaron retenciones importantes en los accesos a San Mauro se permitió el estacionamiento en ambos márgenes de la calle principal.

Lo mismo ocurrió en el de Lérez, donde los coches pudieron aparcar en el propio acceso al cementerio.

Con ello se evitaron en buena parte las tradicionales colas que se forman para acceder a ambos camposantos.

Muchas de las familias acudieron a visitar a sus seres queridos acompañados por sus hijos, de ahí que ayer fuesen frecuentes las estampas de nietos y abuelos por los caminos del cementerio.

Carmen Fontaíña estuvo muy bien acompañada por sus hijos Ángel, de diez años, y Víctor, de seis. En San Mauro visitaron a la abuela de ella, bisabuela de los niños, fallecida en 2006. Pero previamente habían estado en los cementerios de A Xesteira, en el Concello de Cerdedo-Cotobade, y en el de Mourente, visitando a otras familiares.

"Ellos conocen el significado de este fecha de Todos los Santos y saben que la idea es recordar a quienes un día estuvieron con nosotros y a quienes seguimos teniendo presentes", asegura Carmen Fontaíña.

La mayoría de los niños en general de todas las familias se dedicaron a recorrer los caminos en busca de aquello que más atención les llamaba, como los panteones de mayor tamaño o los más vistosos.

Despliegue de color

Pero si hay familias que se vuelcan con el 1 de noviembre y sus significado, esas son las de etnia gitana.

La de los hijos de Manuel Giménez Díaz y Carmen Salazar Montoya fue una de las más numerosas ayer. Ante el panteón de los fallecidos se acumularon numerosos centros de flores, algo muy común en general ante todas las tumbas de gitanos en un despliegue de color para mostrar el respeto de los que los recuerdan.

Son siete hijos de diez los que viven, todos feriantes del lugar de A Xesteira, en la parroquia de Mourente. Tenían pensado pasar todo el día en el cementerio acompañando a sus padres fallecidos. "No nos importa el frío; aquí estaremos", aseguraban a mediodía.

A su lado, otra familia gitana, ante el panteón propiedad de Carlos Jiménez, Yonatan y Yulisa, también con numerosas flores para recordar a los que ya solo les acompañan en el recuerdo.