Carmen Grandal nació en Ardán (Marín) hace 69 años y desde hace 32 padece artritis, una enfermedad que ha condicionado mucho su calidad de vida.

-¿Cómo afrontó el diagnóstico?

-Muy mal. El dolor era mucho. El médico me dijo que tenía un reumatismo muy malo y que no me iba a curar. Yo tenía dos hijos pequeños y había muchos días que no podía ni moverme.

-¿Cómo se compatibiliza el cuidado de una familia con el de uno mismo?

-Con mucho sufrimiento. Yo solo le pedía a Dios que me dejara criar a mis hijos. Eran pequeños y necesitaban la atención de su madre, pero la mayoría de los días yo no podía ayudar en nada en mi casa. Me sentía una inútil y eso es agotador psicológicamente.

-¿En 32 años los tratamientos han variado mucho?

-Muchísimo. Yo empecé con cuidados paliativos, para aliviar el dolor y la inflamación. Tantos años así no pudieron evitar que el cuerpo se me fuese deformando. Mis manos estar retorcidas y mis rodillas a veces no me dejan caminar. Alguno de los tratamientos que tomé en estos años me causó efectos secundarios. Hoy es importante que la gente acuda al reumatólogo con celeridad y que empiece pronto a tratarse pero ya se puede evitar la deformación.

-¿Cómo es hoy su calidad de vida?

-Tengo días con mucho dolor, que no puedo levantarme de la cama; pero tengo otros que todavía tengo humor para disfrutar un rato con el más pequeño de mis tres nietos. Tengo dos de 25 y 22 años, y los vi crecer. Hubo momentos en estos 32 años que no creí que la enfermedad me permitiera tanto, pero aquí estamos.

-¿Qué consejo le daría a un recién diagnosticado?

-Que no se rinda, que no pierda el ánimo; que hoy se avanzó mucho y los tratamientos son más eficientes y sobre todo que no olviden que hay que aprender a vivir con la enfermedad, que aunque haya dolor, también hay treguas.