Los creyentes de la religión islámica de todo el mundo viven desde ayer un Ramadán distinto. Es un mes de ayuno -uno de los cinco pilares del islam- desde que sale el sol hasta que anochece, con cinco oraciones diarias y una especial devoción a su dios, intensificando la lectura del Corán, su texto sagrado. La pandemia de coronavirus cambia la práctica de la tradición, recluyendo a los fieles en sus casas. Según el Estudio Demográfico de la Población Musulmana, publicado por la Unión de Comunidades Islámicas de España, en todo el país hay 2,091 millones de personas musulmanas (datos de finales de 2019). Son 19.971 en Galicia, de las cuales 1.675 residen en la provincia de Ourense (1.213 extranjeros y 462 españoles), el territorio de la comunidad con menor presencia de este colectivo. El confinamiento obliga a profesar el Ramadán en casa, sin poder ir a la mezquita ni compartir en comunidad. El parón de parte de la economía y el cierre de fronteras han dificultado el acceso a determinados productos con los que las familias islámicas disfrutan su comida principal, por las noches, tras 15 horas de ayuno.

"Nos acercaremos a Dios como todos los meses de Ramadán, pero este año será más difícil, porque debemos estar todos aislados y no podemos juntarnos ni ir a la mezquita. En casa tenemos más tiempo libre, las horas son muy largas porque uno está en casa, no se puede mover. Llevo unas cuantas horas despierta y ya me parece que ha pasado todo el día", contaba ayer a mediodía Aziza, natural de Marruecos y de 35 años, con dos hijos de 12 y 9 con los que vive junto a su marido. Llegó a España con sus padres y lleva en Ourense 17 años. Con anterioridad estuvo 4 años en Xinzo, donde reside una importante comunidad musulmana.

El ayuno en Ramadán, durante 30 días, comienza con la salida del sol. Los musulmanes ingieren su último alimento hasta la noche media hora antes del amanecer. Son casi 16 horas sin beber ni comer, desde las 5.45 de la mañana a las 21.30, así es la rutina en la casa de Aziza. Con la mezquita de A Carballeira cerrada -antes de la pandemia, los viernes de rezo llegaban a congregarse más de medio centenar de personas- en su casa el marido hace de imán y la familia cumple con las cinco oraciones diarias mirando a La Meca. Cuando trabajaba en una cocina el ayuno resultaba más difícil de sobrellevar. En el hogar, pese al paso lento de las horas, "no me siento cansada", dice como parte positiva de este Ramadán atípico.

Después de los rezos y en los ratos libres, leen el Corán. Los niños están exentos hasta la mayoría de edad pero Aziza quiere ir acostumbrándolos y participan en días alternos. "Es el mes más importante del islam, en el que nos acercamos a Dios para pedirle favores y que nos perdone. Es el mes en el que limpiamos los pecados de todo el año", dice esta mujer de Marruecos.

La ayuda de la tecnología

Cada año un imán llegaba de Marruecos para dirigir el rezo en la mezquita de A Carballeira, pero el estado de alarma sanitaria, con la reclusión en casa para frenar la pandemia, lo impide en esta ocasión. La tecnología ayuda a estrechar las distancias y a verse, con videollamadas, de una vivienda a otra. En casa de Aziza están concienciados y aceptan de buen grado esta situación atípica en el mes más importante para los creyentes. Cada casa se convierte en la mezquita. "Dios tampoco quiere que nos contagiemos ni nos enfermemos. Mejor guardar distancia entre nosotros y estar separados".

El cierre de fronteras y de algunos establecimientos han dificultado, añade Aziza, hacerse con algunos productos típicos para poder elaborar los platos dulces con los que al final de la jornada, ya de noche, alivian las 16 horas de ayuno.

Según el Instituto Nacional de Estadística, en la provincia de Ourense residen 250 personas naturales de Senegal. Tala, de 41 años, lleva 24 aquí y regenta un locutorio en el casco histórico de la ciudad. El establecimiento permanece abierto en el estado de alarma ya que cuenta con un servicio esencial como el envío y recepción de dinero. "Viene mucha menos gente, pero aun así llegan de otras partes de la ciudad y de fuera, para mandar dinero a sus país y otros también para recibirlo porque ahora ya no tienen", cuenta Tala.

Él y su mujer, padres de dos hijos de 7 y 5 años, seguirán el Ramadán del confinamiento. "En comunidad es más llevadero, es una forma de relacionarnos más y compartir, es bonito. Pero ahora hay este impedimento, no se puede y no pasa nada", acepta este senegalés. Tala tiene la suerte, dice, de poder esquivar en el trabajo el tiempo diario de ayuno. "Creo que es mejor porque te distraes y las horas pasan sin que te des cuenta. Si estás en casa, sin nada que hacer, este año sí será más largo y difícil".

Media hora antes del amanecer, los musulmanes suelen preparar un desayuno tras el que no ingieren nada más hasta que cae la noche. Tala optar por comer solo al final de la jornada. En su locutorio también vende productos de alimentación, como los dátiles, que son una fuente de energía. "Es muy aconsejable en Ramadán que sea lo primero que comas porque tienen muchas propiedades".

Este mes, más atípico que nunca por una pandemia de alcance global, aporta un beneficio espiritual a los creyentes del islam y también físico, enlaza Tala. "Es bueno para la salud y viene bien para desintoxicar. El que lo sigue a rajatabla y hace una comida normal tiende a adelgazar, aunque si se pasa por la noche incluso puede aumentar de peso".

Siete presos de Pereiro

En el centro penitenciario de Pereiro de Aguiar hay siete reclusos que cumplen con el Ramadán desde ayer, realizando sus cinco rezos diarios en sus celdas y no en grupo, por la debida prevención frente a esta pandemia que está afectando a todo, al cielo y a la tierra.