Allí donde la naturaleza parece infranqueable, en las cumbres, los caminos más inaccesibles, las cuevas con agua o los barrancos, llegan los guardias de rescate en montaña. A Pobra de Trives, un municipio del Macizo Central de Ourense de unos 2.000 habitantes, alberga la única unidad en Galicia del instituto armado que está especializada en este tipo de salvamentos.

La sede se instaló en 1982, vinculada a la estación de esquí de Cabeza de Manzaneda. Siete efectivos, todos varones, conforman este Equipo de Rescate e Intervención en Montaña (Ereim) , adscrito a la sección de Cangas de Onís y con posible campo de intervención en todo el noroeste, hasta Cantabria, en el caso de que sean requeridos para labores de apoyo en determinados operativos.

"Es un trabajo en equipo, dependemos unos de otros. Esta es una unidad diferente a la Guardia Civil común. A los rescates vas junto a compañeros que conoces, con los que practicas y te entrenas a diario. Somos como una familia y siempre das un poco más", resume Julio Alemparte, guardia especialista, en Trives desde 2004.

El jefe del equipo es el cabo primero Fernando Posada, también con 16 años de experiencia en la especialidad, todos en esta demarcación. La unidad cuenta con un guardia formado como guía de perros, con un can especializado en búsqueda en grandes áreas y, en concreto, en avalanchas. Los agentes acceden al cuerpo con la oposición general y realizan un posterior curso de montaña que se prolonga 9 meses en Jaca (Huesca). "Es una formación física y técnica. Te preparas, tanto para la época estival como la invernal, en barranquismo, espeleología, esquí, escalada en hielo o escalada en roca. Aprendes a instalar los sistemas para evacuar a personas de cada medio", explica el jefe.

"La montaña cambia en 1 hora"

La labor fundamental de estas unidades es el rescate de montaña, pero también intervienen en ámbitos donde un guardia civil o policía nacional no puede por la dificultad del terreno. Por ejemplo, asumen la inspección ocular en un accidente en un barranco y se encargan del rescate de las víctimas. En los operativos de búsqueda de personas mayores, acuden para descender a pozos y revisar si la víctima puede encontrarse ahí.

La estación de Manzaneda, con Trives en su falda, ofrece un lugar de entrenamiento cercano y también de intervención. En invierno hacen esquí de travesía y prácticas de rescate. En verano, de escalada y barranco. Todo el año se preparan físicamente, también con salidas en bicicleta, para estar en una forma óptima por lo que pueda pasar. Realizan cursos de formación para mantenerse actualizado y dos instrucciones al año. El Ereim hace travesías en esquí y controla el orden público en Manzaneda cuando hay afluencia de personas en las ocasiones en que ha nevado. "Velamos por que la gente aparque bien y que no vayan como locos. Nosotros esquiamos uniformados por las pistas y vigilamos. Hay quien que se para en un grupo ene l medio para liarse un porro", relata el responsable del equipo.

"La montaña no cambia de un día para otro, sino de una hora para otra. Un esguince o un percance con la bicicleta le puede pasar a cualquiera. El tiempo hasta que llega el equipo de rescate es vital va a ser como mínimo de una hora", indica Alemparte. Este es un trabajo lento, que exige desplazarse en vehículo o helicóptero -procede de A Coruña y tarda una media hora en llegar a Trives-, llegar al lugar del percance, preparar el equipamiento e intervenir. Cada año, esta unidad hace unos diez rescates.

El territorio gallego no es fácil. "La montaña es cerrada, con pocas pistas y mucha maleza. El abandono del rural perjudica. La gente mayor con Alzheimer que desaparece suele ir por caminos que transitó en la infancia y que ahora pueden estar cerrados. Recuerdo cómo un compañero tuvo que meterse por un hueco de maleza y allí estaba la señora", recuerda el jefe Posada. Las pulseras con GPS pueden prevenir. "Lo más efectiva es estar con ellos".

Tienen sus propias instalaciones dentro del cuartel de Trives, con dos almacenes para los materiales. Cada guardia se ocupa de preparar su mochila con el equipamiento. Disponen de ropa transpirable, ropa de abrigo, pies de gato para escalar, botas y esquís de travesía, así como cintas, piolets y diferentes tipos de cuerdas, desde las finas y ligeras, específicas para escalada, que resisten 1.400 kilos hasta otras con flotabilidad para los rescates en zonas con agua, como una poza. Con frecuencia son los primeros en llegar a un herido aislado, por lo que tienen nociones en primeros auxilios, conocimientos que actualizan en los planes anuales de instrucción. Disponen de mantas térmicas, infiernillos para dar calor, comida deshidratada, camilla de transporte y otra para espeleología. "Siempre tratamos a la víctima como un politraumatizado. Hacemos inmovilización completa de cervicales, columna y lesiones evidentes, como fracturas abiertas", dice Justo.

"Tenemos que adaptarnos a cada caso y nos centramos en los lugares de más difícil acceso. La información que aportan los vecinos es importante", dice Fernando. "Siempre sales preparado para lo más difícil. Una vez que llegas al lugar de inicio o aproximación, empiezas a descartar el material que llevas. Tenemos que transportar el material de rescate, el nuestro y el de la víctima, y es bueno limitar el peso", enlaza Alemparte. No existe el riesgo cero en la profesión de rescatador. "En un plan de instrucción nos caímos por un corredor, por un accidente de un animal. Avalanchas nos han pillado unas cuantas. Hay que tener un poco de suerte e intentar ir librando".

El peligro de la hipotermia

Ellos son expertos, Justo de hecho aprovecha vacaciones y tiempo libres para "hacer barrancos por toda la Península, es la deformación profesional", pero hay quien se adentra en terreno difícil sin conocimientos ni preparación. "Hay que saber decir no a ciertos planes. Ha crecido el número de aficionados a la montaña y las redes sociales han hecho daño. Has dicho que vas a subir y si no vas te dirán: 'Anda, cagón', y es cuando vienen los accidentes". El mayor peligro en un medio así es la hipotermia, incluso un verano, y la mejor medicina, como en esta emergencia mundial del coronavirus, es la prevención y la prudencia.