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El aviso a un ganadero juzgado otra vez por maltrato: "Las ovejas se mueren de hambre"

El acusado atribuye a ataques de "alimañas" que dos ovejas agonizaran, pero el Seprona cree que fueron sus dos perros famélicos

Agustín M. B., en el banquillo de acusados, ayer, en su segundo juicio en dos meses. // Iñaki Osorio

Agustín M. B., el ganadero de 29 años que percibió 22.000 euros en ayudas de la Xunta para el fomento de la incorporación al sector primario de jóvenes emprendedores, fue juzgado ayer, por segunda vez en dos meses, por presunto maltrato animal. Ha recurrido una primera condena a 1 año de prisión por el abandono que mató a 41 cabras y ovejas en una granja de Piñor (Barbadás). Ayer se sentó en el banquillo, ante el mismo magistrado, por unos hechos registrados en su explotación anterior, en Nogueira de Ramuín. Dos ovejas tuvieron que ser eutanasiadas porque estaban en estado agonizante. Otra falleció. Él atribuye las heridas a ataques de "alimañas o algún animal salvaje", como el lobo. El Seprona cree que las lesiones, en los cuartos traseros, fueron obra de sus dos perros mastines, famélicos. El fiscal solicita por este caso, en el que reprocha "un abandono total y absoluto de las ovejas a su cuidado", una condena más elevada: 2 años de prisión por dos presuntos delitos de maltrato animal y 3 años de inhabilitación para el ejercicio de profesión, oficio o comercio relacionados con los animales, así como su tenencia. La defensa, que recalca que no hay pruebas de qué animal causó las heridas y asegura que existía agua y pasto para el ganado, pide la absolución o, en caso de condena, la pena mínima.

El ministerio público considera que el acusado, entre los meses de abril a mediados de julio de 2017, "no hacía acto de presencia" y dejó de proporcionar a algunos de los animales ovinos los alimentos y cuidados necesarios para su subsistencia, llegando a abandonar la finca por falta de cercado. Dos ovejas debieron ser sacrificadas. "Nunca se preocupó de los animales. No tuvo el mínimo cuidado y sufrieron hasta el estado de agonía. Era una escena en cierto modo dantesca", aseguró ayer el fiscal en la vista.

Quejas de los vecinos

Una treintena de vecinos presentó un escrito de queja en el ayuntamiento porque algunas ovejas vagaban por el pueblo y ocupaban propiedades. Tras el aviso de algún residente, el Seprona de la Guardia Civil llevó a cabo una inspección en la zona. El acusado dice que las relaciones con los vecinos "eran complicadas; no querían animales en el pueblo". Por esa razón, afirma, decidió trasladarse a Piñor.

La explotación de Nogueira era en extensivo, en una parcela de 17 hectáreas que no estaba vallada en su totalidad. El acusado afirma que había agua de regatos y de la traída y pastos para los animales, que les llevaba "pan y hierba seca", y les prestaba cuidados veterinarios. En la causa constan los mensajes de wasap que el propietario del terreno le enviaba tras recibir las quejas de los vecinos, y que no siempre recibían respuesta. "Las ovejas se están muriendo de asfixia y hambre", decía en uno de ellos. El ganadero alega que sí acudía y que podía encontrarse en el lugar sin que lo vieran por la extensión del terreno y sus diversas entradas, por el pueblo y por la sierra. "Los mensajes de wasap a lo largo de más de 2s meses no dejan lugar a dudas sobre las repetidas, incesantes y constantes llamadas de atención para que de una vez por todas atendiese a los animales", expresó el fiscal en su informe.

El propietario de la finca declaró como testigo ayer. Confirmó las quejas de los vecinos por la presencia de ovejas en el pueblo. Las ovejas no tenían "un estado idóneo" y estaban "sobre todo asustadas", dijo. El hombre, que no vive en el pueblo, admite que el ganadero daba a veces largas a sus avisos por wasap, y que en alguna ocasión él dio comida a los perros y también arrojó frutas a las ovejas. Los canes, "desde luego estaban flacos", manifestó. Además afirmó que en la parcela había agua de la traída -dijo haber llenado el depósito a veces- y también arroyos cuyo caudal dependen del clima de cada verano.

El estado agonizante de dos ovejas se debe, según el acusado, "a que bajan alimañas y atacan, yo no tenía forma de evitar eso". Que hubiera ovejas en el pueblo, cuya presencia molestaba a los vecinos, se debe a que allí buscaban refugio de los animales salvajes, "se sentían más seguras". El acusado dice que el estado de delgadez de sus perros "es normal, porque están todo el día ejercitándose".

El Seprona de la Guardia Civil considera que los ataques de las ovejas agonizantes, que estaban en una cuadra del pueblo, no fueron causadas por el lobo, sino quizá por los mastines. Además descarta la versión de que hubieran huido al pueblo para refugiarse, atemorizadas, o que un animal salvaje actuase en el recinto de una casa. "Las ovejas, cuando sufren un ataque, colapsan y no se mueven, se quedan quietas", según manifestó un agente. En su opinión, si las ovejas "tienen comida y bebida en la finca no tienen por qué marcharse". La parcela era "sobre todo maleza", añadió el agente.

Su compañero cree que los ataques a los dos ejemplares que hubo que eutanasiar pudieron ser causados por los propios perros del ganadero, tal vez "por el hambre". Este guardia también cree que no encaja con una acometida del lobo, "porque este ataca y mata".

Una veterinaria declaró en el juicio que sí vio comida y bebida a disposición de los animales y no apreció síntomas de desnutrición. Otros dos profesionales, encargados de eutanasiar a dos para evitar su sufrimiento -tenían heridas en los cuartos traseros y estaban delgados- ven como posible que el ataque fuera obra de los propios canes de la explotación. No es lo habitual pero puede suceder si tienen hambre. "Es la hipótesis más creíble", defiende el fiscal. Al resto de animales que pudieron apreciar en la explotación, estos dos veterinarios los vieron bien.

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