José Alén Lorenzo, el hombre con una demencia frontotemporal acusado de matar presuntamente a su mujer y cuidadora, Virginia Ferradás Varela, en O Carballiño, el 29 de enero de 2017, había tenido ingresos previos después de que el matrimonio regresara de Suiza, en 2016, por el empeoramiento del estado del marido. Los profesionales fueron perfilando el diagnóstico. Varios declararon ayer como testigos en el juicio con jurado. Una psiquiatra del CHUO que lo atendió afirmó que "no era esperable" un resultado violento en su caso, si bien los brotes agresivos son factibles. "Es imposible predecir una conducta así. No hubo ningún episodio que hiciera pensar en esto", coincidieron los forenses. Los expertos del Instituto de Medicina Legal (Imelga) fundan el criterio del fiscal, que solicita la absolución del encausado por una eximente completa, con una medida de seguridad de internamiento psiquiátrico durante un máximo de 14 años. Alén sufre un deterioro cognitivo por su enfermedad neurodegenerativa que hace que su capacidad esté "profundísimamente afectada como para saber lo que hacía", según los forenses.

Los pacientes con este tipo de demencia presentan rasgos de conductas erráticas y no emotivas, además de apatía y falta de flexibilidad mental. Alén no había mostrado signos de agresividad, por lo que el crimen no era esperado. Al contrario, "lo llamativo" era que se mostraba muy "pegajoso" con su mujer y cuidadora, muy dependiente de ella. Incluso el hecho de que, once días antes del crimen, se subiera a un tejado y permaneciera varias horas allí "tampoco era un signo de agresividad. No hubo ningún episodio que hiciera pensar eso", afirman. En todo caso, una alteración de la conducta puede dar lugar a una reacción explosiva. Los forenses consideran que existe una causa y efecto entre la enfermedad mental del encausado y el homicidio.

Al enterarse no se inmutó

El acusado no era consciente de que su mujer estaba muerta después de los hechos. "Eu non fixen nada", insistía, creyendo que la víctima estaba en cama o esperándolo para hacer la cena. Según los forenses, el acusado cuenta con memoria pero no es capaz de analizar lo que está pasando. De esta manera, tal vez recuerde qué ocurrió -él aseguró que no en su interrogatorio-, pero también se le puede olvidar porque no le concede importancia. Cuando le explicaban que su mujer estaba fallecida, José Alén no mostraba signos de ansiedad, emotividad o agresividad. No había "una mutación afectiva".

El presunto homicida podría llegar a diferenciar el bien del mal, pero sin embargo es "incapaz" de llevar a cabo una abstracción o de entender metáforas o paradojas. "No tiene flexibilidad mental", resumieron los expertos del Imelga. Pese a todo informaron a favor de que pueda ser juzgado, si bien uno de los doctores reconoce que "es un poco discutible" que se haya acordado su imputabilidad.

La defensa pretende, como sentencia más desfavorable, un control psiquiátrico sin internamiento como medida de seguridad, y además quiere que Alén, en prisión preventiva prorrogada, termine en un geriátrico. Pero busca infundir en el jurado la duda razonable: que otra persona matara a Virginia Ferradás y saliera por una puerta trasera, incidiendo además en que en las uñas de la víctima se hallaron restos biológicos de un hombre que no es el acusado. Uno de los forenses asegura que propusieron "tirar del hilo" para descartar esa línea de investigación. La jueza de O Carballiño no lo vio relevante porque una transferencia de ADN puede producirse en un simple apretón de manos.

Más testigos ratificaron que la relación aparente entre víctima y acusado era buena. "Siempre estaba unidos", declaró la vecina de enfrente. "Nunca vi un matrimonio más querido", manifestó la cuñada del acusado. Aunque a veces ella acababa con hematomas porque él se resistía a cambiarse de ropa. La primera testigo dijo que la víctima "estaba frita" por la enfermedad de su marido. "No se quería separar de ella y tenía miedo de salir a la calle", añadió la cuñada. La familiar, como anteayer ya dijo su marido, se extraña con que el manojo de llaves que la víctima solía llevar al cuello "nunca apareció. Es lo que más me sorprende y no me coge en la cabeza".

Otra de las personas que declararon ayer en el juicio con jurado fue el psiquiatra que atiende a Alén en la prisión. "Es una persona que requiere cuidados y seguimiento por una disfunción ejecutiva importante. Su voluntad está muy afectada", señaló. "Con el tiempo se ha aclimatado al centro pero sigue siendo alguien al que hay que orientar. Tiene dificultad para hacer tareas complejas", dijo.

Una psiquiatra del CHUO confirmó que Alén tenía dependencia de su mujer. "Quería a su mujer permanentemente con él. Ella estaba muy agobiada con que no mejoraba. Le preocupaba que no tuviera interés, que fuese parado; no era su marido", relató la especialista. En el servicio plantearon a la víctima que llevara a su marido a una residencia. "Ella dijo que no, que de ninguna manera, que él había sido muy bueno toda la vida. Le parecía cruel".

La doctora coincide en que Alén tiene dificultades para ejecutar o plan o modificarlo si se tuerce y cree que el incidente del tejado se explica con que "claramente fue a repararlo, no sabía qué hacía allí y no fue capaz de bajar". Dos médicos que lo atendieron comparten que el acusado "tienen alteradas las funciones ejecutivas. Sería muy difícil hacer una planificación". La psiquiatra se reafirma en que no había indicios de que Alén pudiera llegar a cometer un crimen. "Yo antes de este acto no lo consideraba un hombre peligroso".

Lo cierto es que presuntamente estranguló a su esposa, entre las 8 y 12 horas del 29 de enero de 2017, tras discutir por las llaves, una disputa que él sí reconoció en su interrogatorio. Los forenses identificaron tres posibles mecanismos de asfixia: con el cable de la lámpara -en el cuello había un surco en la parte externa y tenía el hilo eléctrico parcialmente enrollado en la mano-, con una mano en el cuello -había hematomas en el interior del cuello, signos de presión por "violencia cervical extrínseca"-, y, "quizá", también mediante la comprensión de la cara contra el colchón o la almohada, puesto que en los labios quedaron hematomas.

Los forenses no pueden determinar si los mecanismos fueron "simultáneos o no", ni tampoco el orden. Suponen que "es posible que el agresor utilizara el cable primero y después usara la mano y la compresión, "para asegurarse así la falta de respiración". El surco en el cuello "no es lo suficiente profundo" para apuntar al cable como el único mecanismo del estrangulamiento.

"La víctima se resistió"

La autopsia encontró "signos de defensa y lucha" de la víctima, "en momentos próximos a la muerte. El cuerpo tenía múltiples hematomas que indican que "hubo un forcejeo importante y actos de defensa. La víctima se resistió", asegura el Imelga.