Jéssica Gómez (29 años) tuvo una corazonada cuando pasó por primera vez por A Valenzá, una miniciudad del municipio de Barbadás aledaña a la ciudad de Ourense. Acompañaba a finales de 2007 a su marido Javier Pena (34) a conocer su nuevo lugar de trabajo en la base contra incendios de Toén. "Dije: este es el sitio en el que voy a vivir". El pálpito era certero. Pasados unos meses, en enero de 2018, la pareja natural de Ponteareas (Pontevedra) decidió mudarse para evitar un incordio de kilómetros diarios. Jéssica y Javier disfrutaban este viernes junto a sus hijos Xabier (8) y Robin (3) en una de las zonas verdes con área de juegos de un ayuntamiento que es una feliz anomalía en medio de la crisis demográfica que compromete el futuro de Galicia. "Las ayudas a la conciliación, los parques y la población joven hacen perfecto vivir aquí", asegura la madre. Barbadás -10.791 habitantes- es el octavo concello de los 313 de la comunidad que tiene la edad media más baja -42,13 años-. Un oasis en Ourense, el territorio más envejecido de España (el promedio es de 50,27).

De los 309.112 residentes que tiene la provincia actualmente, en un retroceso constante del padrón, casi un tercio -96.353 -superan los 65 años -20.325 sobrepasan los 85-. El colectivo de personas en edad de jubilación triplica en número al de los menores de 14 años (30.668), amenazando el futuro. El doctor en Sociología Alberto Saco, profesor de Educación en el campus de Ourense, encuadra a la provincia en una "zona geriátrica" que podría tener oportunidades de futuro si se rentabiliza, agrupando recursos y servicios para atender a la población envejecida, "con la condición de que se incorporaran más pobladores mayores de otras zonas". Según el experto, para caminar a un modelo basado en el ocio y el descanso que sea sostenible, "sería muy interesante fomentar la ubicación de nuevos pobladores en cada uno de los pueblos abandonados. Eso contendría la sangría poblacional a corto plazo y revertiría progresivamente el proceso, reactivando cabeceras de municipio y de comarca a través del sector primario, como actividad complementaria, y el sector servicios".

En Barbadás, a la que solo superan en edad media más joven Ames (39,22 años), Salceda de Caselas (40,21), Oroso (41,22), la propia Ponteareas (41,6), Porriño (41,64), Arteixo (41,69) y Culleredo (42,07), existe un equilibrio exacto entre la población mayor y la infantil. Según la estadística del INE del año 2017, un total de 1.881 vecinos tienen 65 años o más. Es el mismo número que el de los menores de entre 0 y 15.

Más de cien partos al año

La excepción de este municipio en el conjunto de la provincia y la inmensa mayoría de Galicia también se refleja en el dato que mide el porvenir de una población: el saldo vegetativo, la diferencia entre los nacimientos y las defunciones al cabo de un año. Según las cifras más actualizadas, de 2016, del Instituto Galego de Estatística (IGE), en Barbadás se registraron 105 nacimientos por 76 defunciones. Fue el único municipio de los 92 de la provincia con un balance positivo (en San Cibrao das Viñas, se registraron 46 partos y 46 muertes en 2016). En varios del rural no hay ni un nacimiento al año, 1 a lo sumo. "El descenso de la fecundidad, presente en todo el mundo industrializado, aquí se ve agravado por la falta de perspectivas de futuro", apunta Alberto Saco.

En los tiempos felices de la construcción, Barbadás ganó residentes gracias a los precios más bajos de las nuevas promociones de viviendas en A Valenzá que las de Ourense, a las que solo separa una carretera transversal y tres rotondas consecutivas. "La Marbella gallega", por la cantidad de torres de pisos en el boom de la construcción, era el apelativo con el que el actual alcalde, Xosé Carlos Valcárcel (PSdeG) discutía la gestión urbanística de su antecesor, José Manuel Freire Couto (PP). "La cuestión de la proximidad a Ourense y los precios más bajos de la vivienda ayudaron en principio. Pero para atraer y fijar familias las claves han sido humanizar para romper con ese pasado de especulación, reforzar las ayudas sociales, mejorar las zonas verdes y los parques, potenciar el comercio de proximidad y mantener un gran número de actividades culturales, deportivas, lúdicas y festivas. Esta es una pequeña ciudad en la que es atractivo trabajar, vivir y disfrutar, no solo venir a dormir".

Ayudas a la conciliación

Jéssica coincide: "La primera impresión cuando nos instalamos es que era una zona pequeña, con mucho espacio verde, gente joven y un entorno muy familiar. En estos últimos años ha habido mejoras y más ayudas". Desde hace tres años, el Concello otorga cheques de hasta 100 euros mensuales -según la renta familiar- a los padres y madres empadronados que se quedan sin una plaza en la guardería pública, para que lo inviertan en las escuelas infantiles privadas del municipio.

La madre detalla con entusiasmo la oferta de servicios para conciliar el trabajo del matrimonio -Jéssica, agente de seguros; Javier, capataz de obras forestales- con el cuidado de los niños y su vida personal. "Por las tardes hay una ludoteca en la que los niños, de lunes a viernes, pueden disfrutar de hora y media. También tenemos actividades como fútbol, gimnasia rítmica o judo. Además hay centros de juegos para los niños y, en verano, el ayuntamiento ofrece dos campamentos: uno en julio, el rural, que se hace en horario de 10 a 2 por distintos pueblos de Barbadás, y el urbano. Mi hijo mayor va en julio al rural y en agosto al urbano", cuenta Jéssica.

Las medidas de apoyo público a la conciliación de las familias -más allá del respaldo impagable de los abuelos, tíos y otros parientes que se multiplican- se completan con un programa que estira el horario de la guardería antes y después del inicio del aula. Existe una acogida temprana para que los padres más madrugadores puedan dejar a sus hijos desde las 7 de la mañana -el "bos días, cole"-, una hora extra a la del comedor y tiempo adicional por la tarde, que puede llegar a las dos horas, al término de la jornada lectiva.

La espera por un instituto

En 2017, Barbadás contaba con 201 alumnos matriculados en educación infantil y 487 en primaria. A la pujante miniciudad de A Valenzá le falta un instituto para ESO y Bachillerato. Es una reivindicación de hace años que aún está lejos. "En esto sí nos perjudica la proximidad a Ourense. Además, los terrenos que reservó el anterior gobierno no son los más apropiados. Están en un área de reparto y urbanizar toda la zona depende no solo del concello, sino del estado de la construcción. Supone un coste inasumible para nosotros solos. La ayuda de la Xunta es imprescindible pero no hay ni interés ni partidas", denuncia el alcalde. Por ahora, Xabier y Robin, sonríen en el tobogán y hacen un guiño al futuro.