Tuvieron que pasar 60 años para que Ourense le retirase la Medalla de Oro al dictador Francisco Franco. Fue el primero en recibir esta máxima distinción provincial. La Diputación lo acordó ayer por unanimidad tras una petición del PSOE, siendo, así, el último organismo en Galicia en hacerlo. Se guardó un minuto de silencio en memoria de todos los asesinados y sufridores del régimen durante 40 años. Con todo, en nuestro territorio todavía sigue habiendo numerosas huellas del franquismo en calles, plazas o edificios de la época.

La primera Medalla de Oro

Un caluroso 1 de julio del 1957, Franco visitaba Ourense para inaugurar la línea ferroviaria entre Puebla de Sanabria y O Carballiño. Suponía el primer nexo de Galicia con el resto de la Meseta, y sentaba las bases de lo que ahora es el tren de alta velocidad. Era la segunda vez que el por entonces jefe de Estado paraba aquí y lo hizo acompañado de su mujer, Carmen Polo, de varios ministros de su gobierno, de jefes del Movimiento y de una mujer ourensana de alto rango en el régimen. No volvería a pisar Ourense. Aprovechando la ocasión, personalidades del ámbito político, militar y eclesiástico de Zamora, Ourense y el España le colgaron la primera Medalla de Oro de nuestra provincia.

Es un disparate sin sentido situar al caudillo a la altura del polifacético Carlos Casares -Medalla de Oro 2017-; de un grupo símbolo del rock como Los Suaves; del doctor e investigador Luis Rodríguez Míguez; del escritor e historiador Marcos Valcárcel; del musicólogo y compositor del himno de Ourense Manuel de Dios; del fundador de Aixiña, Recaredo Paz; o del reconocido pintor Xaime Quesada, entre otros galardonados con la máxima distinción ourensana por sus méritos propios.

Partiendo de que el régimen dictatorial remató en el 1975, fueron 42 años -o 60 desde el susodicho pomposo acto- durante los que Ourense siguió manteniendo el premio al dictador, un distintivo de oro por entonces, pero que realmente no significaba más que un dulce con el que acariciar los continuos agravios del caudillo. Ayer se dio un paso más hacia el respeto a los más de 5.000 seres humanos a los que se les privó de vivir, así como a los incontables inocentes masacrados psicológica, física y económicamente durante más de cuatro décadas.

Francisco Fraga, portavoz provincial del PSdeG-PSOE, grupo de quien salió la iniciativa, explicó durante el pleno que "las instituciones públicas deben tener un posicionamiento de condena del golpe de estado, de la dictadura franquista y de la brutal represión que sufrieron miles de personas durante aquellos años".

Las huellas del franquismo

Con todo, en Ourense yacen cicatrices del régimen que no se dan cerrado, que se agarran a un tiempo presente que no les corresponde y que, para más inri, nos hacen recordar el error más grande de la historia de España. Ya en el olvido las calles Capitán Eloy, Coronel Ceano o General Aranda, continúan en pie placas, calles, fuentes o, incluso, alcaldes por los que el tiempo parece no pasar, el dolor no hacerles mella y la Ley de Memoria Histórica -Ley 52/2007 del 26 de diciembre- no importarles.

Ahí sigue cual emblema del que tener que sentirnos orgullosos la piedra tallada de la fachada de las viviendas sociales de Santa Bárbara, en el barrio de O Polvorín, que reza junto al yugo y las flechas franquistas: "Delegación Nacional de Sindicatos. 150 viviendas. Año 1954". Una delegación que arruinó la pluralidad sindical del momento sometiéndola a las directrices de la solitaria Falange española de las JONS. Nada bueno se le puede atribuir a tal institución, la moneda de cambio por ocupar tales hogares fue superior a cualquier precio.

También en O Polvorín, hace cinco años fue retirada la placa de la antes llamada plaza del Alzamiento Nacional. Sin embargo, Miguel Doval, representante de la asociación Anacos da cidade, asegura que la eliminación de tal nombre no es total: "No hace mucho que vi en un recibo del IBI -Impuesto sobre Bienes Inmuebles- de los vecinos en el cual todavía aparecía como dirección la plaza del Alzamiento Nacional; no solamente se trata de quitar los símbolos, sino de hacer una limpieza total".

Pero las de Santa Bárbara no marcan la excepción. En los antiguos pabellones militares de As Lagoas -ahora casas familiares-, solo una tímida pasada de grafiti disimula las lanzas enyugadas que coronan el portal de uno de ellos. Y son dos ejemplos que se pueden proyectar no solo al resto de la provincia en urbanizaciones como las de O Couto, Ervedelo, Covadonga o la Avenida de Zamora, sino también al resto de construcciones elevadas por entonces fuera de las fronteras gallegas. Y es que "si no quitan los rótulos las comunidades de vecinos, no las quita nadie", aclara el delegado en Ourense de la Asociación para a Defensa Ecolóxica da Galiza (Adega), Xan Carlos Fernández Rodríguez.

Un nuevo caso es el de la plaza Alférez Provisional, designación que recibían aquellos sublevados sin formación militar que eran enviados al frente del Bando Nacional, el mismo que, tras la Guerra Civil, impuso la temida dictadura. El lugar suele ser maquillado con un nuevo nombre, este sí, provisional e improvisado, "San Rosendo", por la estatua que preside la plaza. Pero, la realidad es que aún permanece la placa con el polémico nombre, el cual consta también en el callejero oficial de la ciudad.

Escuelas y concellos

Tampoco se salvan de las raíces del pasado algunos colegios abandonados a la vista de cualquiera. "Me llamó la atención una placa que había en una escuela con la bandera de España y el águila", sentenció Doval.

Xan Carlos suma a todo lo anterior "la gran cantidad de fuentes, viales y demás lugares que también tienen simbologías franquistas en concellos como Beade, Beariz o, incluso, Bande, donde una de sus calles lleva el nombre del falangista Eugenio Montes" .En municipios como el de Amoeiro, se procedió a la colocación de chapas en las fuentes donde aún permanecen clavados los tentáculos de un régimen que no hizo más que condenar a una sociedad engañada y desconocedora de lo que le venía encima.

Con todo, después de 60 años, la ley de amnistía priva de ser condenados a los artífices y colaboradores de tal masacre; la única repulsa ha sido y es social. Solo Argentina se ha enfrentado por medio de la vía judicial a los crímenes contra la humanidad vividos en España.