La presidenta de sala de la Audiencia Provincial de Ourense ofrecerá hoy a Alexandru Marius Luca (22 años) la última oportunidad para que hable en el caso por el crimen de Tomás Milia Méndez (72 años), acuchillado presuntamente por el joven rumano el 4 de octubre de 2013, tras discutir por el precio de una relación sexual. El acusado, que el lunes se acogió a su derecho a guardar silencio, dispondrá de la opción de la última palabra para poner fin a un juicio que hoy llega a la cuarta y definitiva sesión. Ayer se celebró buena parte de la prueba pericial. El forense y especialistas de criminalística confirmaron que el cuchillo analizado como supuesta arma del crimen -recuperado de un contenedor cerca del piso de la víctima-no coincide en cuanto a composición con los restos extraídos de las heridas.

"Ninguno de esos [los cuchillos remitidos por la Policía, el del contenedor y los que llevaba el acusado al ser detenido] creemos que pueda ser el arma homicida", manifestó en su intervención el forense Fernando Serrulla, que participó en la prueba de autopsia. El de la papelera podría, por sus características morfológicas, "pero en el cartílago de la nuez se hallaron partículas metálicas que no coinciden con la composición del cuchillo. Eran de hierro y zinc, no de hierro y cromo", explicó el experto.

Los peritos de criminalística también confirmaron ayer que al analizar el cuchillo acreditaron que la composición "es distinta" a la de los fragmentos metálicos de la herida. Según manifestaron a preguntas de las partes, ante la falta de correspondencia las heridas del cuello y del abdomen podrían haber sido causadas "por cualquier cuchillo u objeto afilado", sin que el acusado hubiera acometido con una fuerza demasiado grande.

El fiscal sostiene que los restos son de una cadena que llevaba el septuagenario y que se habría incrustado en las incisiones. No existe la certeza absoluta porque la joya no fue enviada a analizar. "Normalmente una cadena de oro no está formada por hierro y zinc, que son metales pobres", opuso Serrulla, que además ve "altamente probable" que hubiera obstaculizado la penetración del arma. En su opinión, "pese a que no podemos saberlo con la certeza absoluta, la especialidad forense nos dice que lo normal es que las partículas metálicas halladas en las heridas incisas sean del arma homicida". De ser así, el "arma blanca cortante" usada por el homicida no se habría localizado.

Las acusaciones sostienen que sí, que es el del contenedor. Se basan en la teoría de la cadena y en una prueba pericial de la Policía que acredita que en el mango y el filo del cuchillo había sangre de Tomás Milia, tal y como acreditó ayer este otro perito en el juicio. Además, en el pantalón que llevaba el acusado -unas bermudas- se localizaron manchas de sangre con un perfil en el que había ADN de la víctima y del propio acusado. También había presencia genética del presunto homicida y de la víctima en la caja de los guantes de látex que apareció en el contenedor. En dicho envase se extrajo una huella de Luca. El rumano fue detenido tras prender fuego en el piso para borrar pruebas, y portando una bolsa con los cuchillos y otra con sábanas y prendas ensangrentadas.

Después de una discusión por el precio de la relación sexual, a las 23 horas de la noche del 4 de octubre de 2013 -con un posible margen de error de más o menos 2 horas-, Alexandru Marius Luca presuntamente acuchilló al septuagenario porque le quería pagar 40 euros por una relación sexual, en vez de los 160 que habrían pactado. Eso es lo que manifestó el acusado la única vez que abrió la boca, en su confesión a la Policía -asistido de abogado- tras ser detenido.

Una de las heridas afectó a la nuez, la otra perforó la yugular profunda y la tercera entró en la zona abdominal. El forense ve factible que el agresor atacara "desde atrás", por la espalda, de modo que las posibilidades de defensa de la víctima serían menores. La acusación particular observa la agravante de alevosía y un delito de asesinato, no de homicidio. Puede que el responsable sujetara a la víctima y después clavara el cuchillo dos veces consecutivas en zonas vitales del cuello.

No se descarta un posible forcejeo previo, por las contusiones por "golpes directos" que presentaba la cara y la cabeza de Tomás Milia, cuyo cadáver fue localizado por los bomberos en la bañera, donde presuntamente lo depositó el acusado y donde lo roció con lejía. La defensa interrogó sobre la forma irregular de las heridas, en una línea de tratar de acreditar que Milia se movió y, por tanto, sí se defendió.

El forense aseguró ayer al tribunal que la última lesión es post mortem. Milia ya había muerto cuando el atacante lo acuchilló en el abdomen, en la región epigástrica. "El corazón ya se había parado", concluyó el forense. La autopsia constató que esa herida no llegó a sangrar.

Más peritos y conclusiones

Para la última sesión del juicio de hoy todavía hay programadas declaraciones de peritos. Serán las últimas pruebas antes de que las partes -la Fiscalía, dos acusaciones particulares y la defensa- planteen sus informes de conclusiones. El ministerio público y el viudo piden 33 años de cárcel para Alexandru Marius Luca por homicidio, robo violento, atentado a la autoridad e incendio. El hermano y los sobrinos de Milia reclaman 49 años, al calificar como los delitos más graves como asesinato e incendio con riesgo para la vida.