"Lo mejor que se diga es poco. Son personas caritativas, buenas, amables, que nunca se enfadan". Otilia Nelia Cabaleiro, de 83 años, se recoge con una manta cerca de un radiador eléctrico, en su piso sin calefacción del barrio de Mariñamansa. A su lado, Marisa Gómez (77), una voluntaria de Cruz Roja que la visita cada semana, que escucha y empatiza. "Son 3 años viniendo cada semana y se crea vínculo y cariño; ver que durante un rato le hago compañía y puede desahogarse me deja satisfecha", dice la visitadora. Problemas de huesos lastran los movimientos de la octogenaria, sola desde que se quedó viuda hace 7 años. Todavía se defiende en la cocina y pone la lavadora; ve la televisión para que pase el tiempo y su cabeza rige muy bien. Una asistenta social del ayuntamiento la ayuda con las tareas todos los días; sus posibles son escasos: una pensión mínima de 366 euros y casi lo mismo al cabo del año por el alquiler de un garaje. Otilia, que apenas sale de casa para hacer algún recado -el personal de Cruz Roja se encarga de acompañarla al médico- conversa con locuacidad, recuerda lo dura que fue la emigración en Venezuela, habla de su hija residente en Madrid y se deshace en elogios a sus "ángeles de la guardia". Es una definición que varios mayores eligen para destacar la labor de las personas que les dan asistencia y un capital a veces escaso: compañía para afrontar la vida en soledad.

En la provincia de Ourense el 10% de la población no tiene a nadie más en su casa. Es un territorio que cuando se mira al espejo observa un retroceso demográfico imparable. Con menos de 315.000 vecinos en el último padrón oficial, hay cerca de 31.198 personas que viven solas, según el Instituto Galego de Estatística (IGE). Los hogares con un solo morador representan uno de cada cuatro del total (130.421). La concejala responsable de Servicios Sociales en Ourense, Sofía Godoy (PP) dice que en la ciudad hay 652 vecinos censados que viven sin otra persona a su lado.

El 60 % de los solitarios de toda la provincia tiene más de 65 años y la gran mayoría son mujeres, más longevas. Los ourensanos mayores que viven sin compañía son 18.750, según el censo de población y viviendas del Instituto Nacional de Estadística (INE). Ellas son 13.297, el 71 % del total.

Hombres de más de 65 que están solos en casa hay 5.453. Uno es Celso Touriño, de 83 años, cuyo entusiasmo y digresiones al hablar son contagiosos. "Mi carácter es bromista y de llevar la vida con alegría; procuro ser agradable y útil todavía", finaliza con emoción. Fue el zapatero que vistió a CD Ourense por los pies durante 9 años y, en la Ciudad de los Muchachos, elaboraba las zapatillas de los artistas. Allí amplió su oficio a todo lo relacionado con los curtidos. Celso fue uno de los primeros inquilinos de los pisos sociales de Cáritas en la plaza Rafael Dieste, en Ourense. Cobra una pensión no contributiva y satisface los 155 euros de la renta. "Tengo el orgullo de ser pobre pero vivo mejor que algún rico". En su vivienda hay un pequeño taller donde sigue cultivando el oficio.

De lunes a jueves es uno de los 9 usuarios en los talleres del "Programa Bufarda" de Cáritas. Una iniciativa gratuita que está en marcha desde febrero de 2016 para mayores de la ciudad, con bajos recursos socioeconómicos,"que no tienen un círculo social con el que relacionarse ni pueden optar por sus ingresos a determinadas opciones de ocio, como excursiones o espectáculos de pago. Nosotros escuchamos sus problemas y buscamos una solución", cuenta la educadora Beatriz Justo. La entidad diocesana quiere "evitar que personas sin amigos o familias se abandonen por dejadez o falta de algún tipo de estímulo. La soledad influye en la autoestima y en la forma de afrontar la vida. Nosotros estamos pendientes de ellos, somos como sus hijos virtuales", completa Óscar Diéguez, el coordinador de programas de Cáritas. Que la partida en el bar o los entierros no sean los únicos nexos con otros.

Los solitarios dejan de estarlo en grupos de apoyo como el de la tarde del martes, que se entretiene en un taller de manualidades en el local de la entidad en O Posío. Hay biblioteca, sala de gimnasia, actividades de memoria y estimulación cognitiva, paseos en grupo para relacionarse con el exterior, así como salidas por la ciudad a exposiciones, actividades o espectáculos, según la época. "En el último Entroido acudimos a ver el desfile y el ambiente en la calle. Uno de los usuarios nos dijo que hacía 6 o 7 años que no veía un disfraz de carnaval porque no había ido a la zona centro desde entonces", comenta Diéguez.

En los pisos superiores del local de Rafael Dieste están ocupadas una veintena de viviendas de alquiler social. Los trabajadores acuden a los domicilios para preocuparse por que hagan la limpieza, la cama y se aseen. Además revisan su estado emocional. También hacen acompañamientos al médico e incluso controlan los gastos de algunas personas "para que lleguen a fin de mes sin números rojos", explica Beatriz Justo. Este tipo de usuarios, "con un pasado complicado por adicciones u otras circunstancias", debe mostrar cada semana a los trabajadores la cartilla del banco actualizada y los recibos de sus compras.

El ser humano es una animal social -ya lo subrayó Aristóteles- y la falta de vínculos con otros es un riesgo para la salud física y emocional. "Son personas que, de partida, están flojas anímicamente porque no tienen personas de referencia con las que relacionarse. Te piden que las escuches o si no lo hacen directamente, que te quedes más tiempo, que te tomes un café con ellos...", añade la educadora. "El principal problema es que se sentían solas y se abandonaban: no se preocupaban por hacer comida, tenían la casa sin arreglar, se desentendían de ir al médico de manera regular o de tomar el medicamento. El efecto positivo de esta intervención es que se sienten acompañados, perciben que alguien se preocupa por ellos y les echa una mano", completa Óscar Diéguez.

Son las 12 de la mañana del martes 17 de enero. Una veintena de mayores llega a la sede de Cruz Roja en Ourense para recuperar el ritmo tras los excesos de Navidad. Rosa Doval, de 80 años y domicilio en Rabo de Galo, echa en falta las clases de gimnasia activa cuando las vacaciones las interrumpen. "Para mí es una fiesta. Paso el tiempo, hago ejercicio y amistades. Esta gente para mí es como mi segunda familia". Viuda desde hace 21 años, lleva unos 5 sola. Se mueve. "Tengo una casita, hago movimientos en la finca, las labores del hogar, vengo aquí, voy a los talleres de restauración, cocina o manualidades en la asociación de vecinos. Aprovecho todo lo que puedo para estar activa. En el sofá y en la cama me pondría inútil".

Ramón Rodríguez, voluntario de 25 años, técnico superior de actividades físicas y deportivas, es el monitor del grupo. También el testigo de sus progresos. "El hecho de salir y moverse, de tener una vida más activa, les da vida; no dejan que el cuerpo se oxide. Desde el primer día hasta hoy el cambio ha sido enorme. Hace que se sientan más capaces para afrontar retos en su vida", concluye el preparador.

Cruz Roja contribuye con más ofertas a un catálogo cada vez mayor de actividades a disposición de mayores y solitarios, fomentando una vida activa y sociable. "Tratamos de paliar el problema de la soledad de otra manera, que las personas salgan de sus casas y se relacionen con otra gente", transmite la trabajadora social Natividad Álvarez, referente del programa de mayores de la ONG en Ourense.

Para el Concello la política de envejecimiento activo es "un reto" y un compromiso. "Hay que invertir lo máximo posible por una vejez lo más sociable y saludable posible", afirma la edil Sofía Godoy. El ayuntamiento oferta talleres de memoria, informática, manualidades, clases de cocina y alimentación saludable, así como un coro, un grupo de teatro o caminatas para ourensanos de más de 65 años.

Como las oenegés, la institución local presta servicio de acompañamiento a mayores para paseos, citas médicas, trámites y papeleos. Incluso hay voluntarios que se prestan a leer y explicar el correo a quien lo necesite. "Intentamos trabajar de manera coordinada con las entidades, para cubrir los nichos que ellos no atienden, y viceversa". La soledad, añade la concejal, "es dura y si uno se enroca en quedarse en casa y en el auto compadecimiento la situación puede llevar a un declive. Por eso también fomentamos actividades interegernacionales, para que mayores y jóvenes compartan experiencias y se sientan útiles".