La vivienda está en el lugar de A Gándara, en la parroquia de Cela. No hay prácticamente una habitación en la que no llueva dentro debido a los agujeros en el tejado y por el suelo se pueden ver cubos para recoger el agua. "En el verano por lo tenemos aire acondicionado, aunque ahora en el invierno la cosa cambia mucho", dice resignado y con un punto de humor Alfonso. La situación en la que vive con su mujer Emilia es poco menos que terrible: en cualquier momento una parte del techo se puede venir abajo con ellos dentro o puede comenzar un incendio en el interior a causa de un cortocircuito. "Hace unos días hubo un fuego, pero lo apagué rápido", reconoce.

Tanto él como su mujer son de Marín, pero hace más de diez años se trasladaron a Cela junto al anterior propietario de la casa. "Era un hombre mayor con el que teníamos amistad y nos propuso venirnos para aquí para que cuidasemos de él. Nosotros aceptamos y al principio vivíamos en una casa que está un poco más abajo", recuerda Alfonso. En aquella época trabajaba a bordo de barcos de altura, "pero cuando él se quedo inválido nos vinimos para esta casa y yo tuve que dejar de ir al mar". Decidió quedarse en tierra para ayudar a su mujer a cuidar del dueño de la casa ya que ella sola no podía. Ahora esa decisión pesa como una gran losa. "Me dicen que no tengo derecho a una pensión porque a pesar de todos los años que estuve embarcado en barcos de bandera inglesa solo cotizaron por mí once años", se lamenta.

La situación ya no es reversible porque acaba de cumplir 60 años y en la actualidad apenas sobreviven con lo que Emilia pueda ganar al jornal. "Va a trabajar en fincas, a planchar ropa en las casas donde la llaman, otras veces va a limpiar... pero no da para mucho", cuenta. Lo que les ayuda a sobrevivir es la ayuda que les ofrece Cáritas Bueu, tanto con la entrega de alimentos como a la hora de intentar gestionar algún tipo de ayuda económica o pensión. "Estuvimos en el ayuntamiento hablando con la asistenta social y estamos tramitando de nuevo la posibilidad de percibir una pensión del Risga [Renda de Integración Social de Galicia] y que ya nos vino denegada una vez", expone Alfonso.

Sin embargo, lo más dramático son las condiciones en las que viven y el permanente riesgo al que están sometidos. "Por ahora no pueden echarnos de aquí porque vivimos en un régimen de cesión, aunque si encontrásemos otra casa en la que vivir nos iríamos ya", afirma. Esa opción la han intentado varias veces, aunque sin éxito porque nadie está dispuesto a alquilarles una vivienda pese a las gestiones realizadas, a los avales conseguidos y a que en las cercanías hay varios inmuebles vacíos. Así, cada día sigue aumentando el riesgo de exclusión social y la situación de marginación en la que viven ambos.

Una de las últimas visitas que recibieron fue la del aparejador municipal ya que se informó al Concello de Bueu de las condiciones en las que se encuentran. "Vino a ver la casa y la conclusión es que no se puede hacer un arreglo porque hay riesgo de que si empiezas por un lado se venga todo abajo. Habría que tirarla para reconstruirla de nuevo y eso nosotros tampoco podemos hacerlo porque legalmente no es nuestra y están deseando que nos marchemos ya", explica.

Ni él ni su mujer son los propietarios legales a pesar de que tenían el compromiso del hombre al que cuidaban de que la vivienda sería para ellos. "Nos lo dijo varias veces, pero no hay papeles. Cuando venía del mar le preguntaba a mi mujer por el asunto y siempre se iba dejando para el mes siguiente, luego para el otro y para el otro... y ahora estamos así", expone con amargura. "Pero ahora tampoco queremos quedarnos aquí, si lograsemos alquilar una casa nos marchábamos mañana mismo", concluye Alfonso, casi como expresando un deseo para estas fechas navideñas y poder evitar así el olvido y la temida exclusión social.