En la casa de Lola Soto ha sido "una semana como cualquier otra, con la novedad de tener que imprimir y ayudar a hacer deberes a los niños, que es lo que peor llevo". Su hija, Silvia García, sale a diario para ordeñar las vacas, andar con el tractor o ir a comprar y su yerno, Óscar Gil, también se desplaza para trabajar en el mantenimiento de una granja porcina, pues allí "tampoco paran". "Los niños se pasan el día jugando, una o dos horas de deberes o estudio, pero el resto, es play, ordenador o tablet", dice Silvia, que durante las tardes ya no tiene que moverse, al quedar suspendidas las actividades extraescolares. Ve bien la extensión del estado de alarma, pues "todo este tiempo sin salir va a beneficiarnos, a que pase antes el virus". "Ya vendrá el tiempo de salir y disfrutar, pero para eso necesitamos estar vivos", sentencia.