Para fabricar una camiseta de algodón, hacen falta 1.200 litros de agua, que suben a los 3.000 si la prenda en cuestión es un pantalón vaquero. En plena crisis climática, resulta lógico que surjan iniciativas para alargar la vida útil de la ropa y frenar, así, un consumismo atroz. La idea del fashion renting, o alquiler de ropa, aún no es un enemigo evidente para los comercios dezanos, como lo son ya las ventas por internet o las grandes superficies.

Pero lo será. El alquiler de ropa ya es habitual en Estados Unidos, China y Australia, y según la consultora mundial Research Nester, en el año 2023 este nuevo sector facturará 2.000 millones de euros al año. En 2027, el alquiler de ropa supondrá un tercio del armario de cualquier ciudadano. La idea, por de pronto, ya desembarcó en España en 2017, de la mano de las emprendedoras María José González y Sheila Maya. Montaron Pislow, un portal web dedicado al alquiler de ropa de mujer, en vista de los cambios por los que pasa su cuerpo a lo largo de su vida. Y porque, también, suelen consumir más ropa que la población masculina. Tras cubrir un test para conocer las preferencias en cuanto a estilo y complementos, la usuaria puede pagar de 39 a 109 euros al mes por recibir, a cambio, un par de conjuntos y complementos para usar todo ese mes. Al término de ese plazo, puede devolver la ropa (adjuntando el tíquet de la tintorería, comprarla con descuento o solicitar una prórroga. Con este método, un chaqueta puede ser usada en perfectas condiciones hasta por 12 personas.