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Tras la historia que duerme bajo tierra

Un arqueólogo estradense excava en el templo de Thutmosis III y en el santuario de Diana en Nemi

El estradense, realizando anotaciones, en el templo de Diana en Nemi (Italia)

El estradense Manuel Abelleira Durán es uno de esos afortunados que han hecho de su pasión su profesión. Pero, a mayores, este arqueólogo e historiador puede presumir de que su trabajo le ha permitido cumplir sus propios sueños. Y eso ya son palabras mayores. Desde hace tres años este vecino de A Estrada excava en Luxor (Egipto) para ganar la batalla a la arena y dejar al descubierto el templo funerario del faraón Thutmosis III, apodado como el Napoleón egipcio.

Abelleira Durán se licenció en Historia por la Universidad de Santiago de Compostela en el año 2012, especializándose en Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología. Un año después cursó el Máster en Arqueología de las Universidades de Granada y Sevilla y actualmente se encuentra realizando su tesis doctoral sobre el espacio doméstico en el Mundo Ibérico, bajo la dirección de Andrés Adroher.

Estando en Granada, a través de un compañero que fue de Erasmus a Italia, este estradense recibiría la oportunidad de excavar en la villa romana de San Silvestro, en Cascia, y en el Santuario de Diana Nemorense en Nemi, el santuario romano más grande de todo el país italiano. Tras encontrarse con un lugar impactante desde el punto de vista arqueológico y con gran riqueza material, este estradense emprendió una colaboración como técnico con la doctora Francesca Diosono. Seguidamente, a través del Máster que realizó y del convenio entre este y Santander Universidades llegaría el proyecto de excavación y puesta en valor del templo de Thutmosis III, formando parte del equipo de investigación que dirige Myriam Seco. Es este un proyecto posible gracias a la colaboración del Ministerio de Antigüedades de Egipto y la Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría, financiado por la Fundación Botín, Santander Universidades, Fundación Caja Sol, Femix y Fundación Gaselec.

"La riqueza material de los dos lugares es grandísima", dice este estradense al referirse a su oportunidad de disfrutar de la arqueología trabajando para dejar al descubierto el templo de uno de los faraones más importantes de la Antigüedad Egipcia del Reino Nuevo y para mostrar el templo dedicado a la reina de la caza, también relacionada con la naturaleza y la fertilidad.

La "oficina" egipcia de este arqueólogo estradense se abre temprano. El equipo llega al templo -está al oeste de Luxor- en torno a las 05.30 horas, cuando el sol ya ha salido. Hay que aprovechar el tiempo porque poco después de las 18.00 ya será de noche. Arqueólogos, restauradores, epigrafistas, fotógrafos, estudiantes de arqueología o inspectores conforman una plantilla de unos 200 trabajadores, en su mayoría egipcios. A todos les toca lidiar con las temperaturas extremas, con el calor abrasador de octubre y el frío de diciembre. "A veces trabajo con una cazadora de ir a esquiar", explica Manuel Abelleira, haciendo saltar una imagen chocante para quien piensa en alguien que trabaja en pleno desierto.

El templo de Thutmosis III ya se excavó en los años 20 pero la arena se encargó de cubrir los hallazgos. El equipo de Myriam Seco asumió el desafío. Su labor puso en vista el muro que cierra el templo, para que luego comenzasen a salir a la luz una serie de estructuras, algunas documentadas en el pasado y otras nuevas. El templo tuvo una ocupación de más de mil años, según explica este arqueólogo. Presenta una etapa previa con tumbas de la 11ª y 12ª Dinastía y una fase de culto a Thutmosis, llegando a funcionar más allá de Thutmosis IV. Luego es abandonado y el centro económico y administrativo de la agricultura de la zona se traslada.

La gran satisfacción que este estradense siente al saber que su trabajo permite conocer un poco más de la historia de Egipto oculta bajo tierra se une al sentimiento de responsabilidad que la labor en sí misma infunde. Sin embargo, Manuel Abelleira no se amilana y continuará cumpliendo su sueño. En el mes de febrero tiene previsto comenzar a excavar en el templo de Amenofis III -bajo la dirección de Hourig Sourizou-, situado tras los conocidos Colosos de Memnón. Hasta entonces estará en Granada, trabajando en una tesis doctoral para la que -confiesa- le cuesta sacar fuerzas tras una agotadora jornada laboral en el desierto.

Manuel reconoce que no se esperaba terminar trabajando en un sitio tan emblemático para un arqueólogo como Egipto. Confiesa que la arqueología es un trabajo muy sacrificado, que exige "que des todo de ti" pero también asume que es este un sueño que le resultaría difícil dejar "porque las satisfacciones que da son muy grandes". Este profesional estradense tiene asumido que para vivir de esta pasión "hay que salir al exterior" y que en España son pocas las oportunidades que se brindan. En sus proyectos egipcios quedan todavía años de trabajo por delante. Este estradense vive un sueño, se subió al tren de una oportunidad única. Sin embargo, si escucha la voz de la morriña reconoce que otro de sus anhelos sería poder excavar los castros de Barbude o Callobre. Quizás algún día.

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