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Una ganadería en extensivo de A Estrada y Cuntis cerrará tras el enésimo ataque de lobo

Encuentra los restos de un potro de seis meses, pero de los recién nacidos asegura que "no queda nada"

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Los lobos se ceban con una explotación de ganadería extensiva

José Antonio López Pampín está harto. No puede más. Asegura que la presión que el lobo está ejerciendo sobre las reses de la explotación silvopastoril que regenta en 37 hectáreas de monte de A Estrada y Cuntis -colindante con los terrenos de la cooperativa de gestión comunitaria de la tierra Monte Cabalar- en Outeiro do Sixto y el entorno de As Brañas de Mesego es demasiado fuerte. Tanto que ayer, en caliente, ante los restos aun frescos del último potro que asegura que ha perdido por un nuevo ataque del lobo decidió rendirse "tras diez años de lucha".

"Lo dejo, directamente", afirmó, desolado pero también indignado. "Los lobos tienen más protección que las personas. Yo soy el primer defensor de la naturaleza... porque vivo de ella" pero las continuas pérdidas -acumuladas año tras año, sin que la administración le indemnice debidamente- le han convencido de que debe "tirar la toalla". "Mira qué caso me hacen", señala. Lleva años advirtiendo de que se trata de una situación "insostenible". Así lo decía hace poco más de dos años, cuando incidía en la elevada población de lobos existente en la zona.

Ayer, volvía a reiterarlo estimando que los lobos se comen en torno a un tercio de las crías de las 24 yeguas reproductoras que tiene en su explotación silvopastoril. Son ejemplares de caballo percherón hispano bretón. Desbrozan y, a la vez, abonan las plantaciones de pino del país, pino insigne y sequoia que tiene en las 37 hectáreas de superficie de su explotación, de las que ha desterrado al eucalipto.

"Como ganadero, desisto", concluye. Lo ha intentado todo. Tiene su explotación cerrada. Sube a menudo a visitar a las reses -especialmente cuando están a punto de parir- y tres mastines cuidan de su ganado. Pero ayer uno de estos perros solo pudo guiarle al lugar donde yacían los restos de la última víctima. Era un potro de 6 meses. Al ser percherón, su tamaño era considerable. Aun así, señala que los lobos devoraron la mitad. De ahí que deduzca que eran varios. Esto casa con que los mastines no hayan podido hacer nada, apunta.

Al menos el caso de ayer pudo acreditarlo ante el personal de Medio Ambiente, que -según explicó López Pampín- le dio la razón en que se trata de un ataque de lobo. La res muerta fue atacada en la yugular y en torno a ella había señales de lucha. El ganadero intuye que su madre, una yegua "brava", quiso plantar batalla por su hijo pero tampoco pudo hacer nada.

Añade que en otros 6 casos que sufrió este año ni siquiera pudo acreditar el ataque. Se trataba de potros recién nacidos. Las yeguas -que pastan en libertad- llegaron a la nave de la explotación con restos de haber parido, con las ubres "reventando" de leche y sin su cría. No pudo hallar ni los huesos. Y así ni siquiera pudo pedir indemnización a la Xunta.

No obstante, apunta que el resultado prácticamente sería el mismo. "En 3 años sumé 21 animales muertos y no me llegó indemnización alguna", apunta. En algún caso, años después le respondieron que no estaba suficientemente acreditado que hubiera sido el lobo. Ironiza con que tal vez lo saben "mejor desde una oficina que los guardias de Medio Ambiente o yo ante los restos" de los animales masacrados.

Sin rentabilidad

El resultado siempre es el mismo: "El lobo se come mi rentabilidad, que es sacar una cría al año por yegua. Si la mata el lobo, es como si te quemase la cosecha. No hay rentabilidad" pese a que "nuestro ganado es excepcional. El pasto verde con el que se alimentan hacen que las reses gallegas sean de carne jugosa y muy tierna. Nada que ver "con las castellanas" que se alimentan de paja, apunta.Sus reses tienen mucho éxito en Navarra y Burgos. Muchas acababan, tras ser cebadas, en Francia e Italia. Pero la falta de rentabilidad por los continuos ataques del lobo hacen que López Pampín tuviese claro ayer que lo que tiene que hacer es tirar la toalla.

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