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MARÍA JESÚS VIDAL CACABELOS | Repartidora de Correos jubilada

"Antes veías la cara ilusionada de la gente que esperaba noticias de sus hijos y maridos"

"Viví experiencias entrañables; ahora no llegan cartas ordinarias o personalizadas, sino que todo se centra en Internet y WhatsApp"

La cartera María Jesús Vidal, en uno de sus últimos repartos. // FdV

María Jesús Vidal Cacabelos tiene 60 años, está soltera y se ha jubilado después de 35 años trabajando como cartera en O Grove. Buena parte de esa labor la desarrolló en la isla de A Toxa, donde además, trabajó en el estanco y, durante un breve periodo de tiempo, compatibilizó el reparto de cartas con su faceta como artista, actuando como cantante en el Gran Hotel La Toja. Vecina de As Barqueiras, donde lleva viviendo desde los años setenta, después de haberlo hecho en Peralto, es una de las mujeres más conocidas del municipio meco. Y posiblemente también sea una de las personas que mejor conocen al conjunto del vecindario.

-La conocen como la cartera del rural... ¿Cómo empezó todo?

-Empecé en A Toxa, cuando en la isla había una oficina auxiliar que dependía de O Grove a la que el furgón de Correos llevaba directamente las cartas y paquetes. Esos despachos fueron desapareciendo poco a poco y pasé a depender directamente de la oficina técnica de O Grove, en la calle Castelao.

-Y dicen que lo compaginó con otras labores...

-(Risas) Así es. Trabajaba todos los días como cartera, pero también estuve cantando en el Gran Hotel La Toja cuando era director Don Antonio Franco. Después llegó Félix Álvarez Cordero, me escuchó cantar y le gusté, pero después ya incorporaron otras actuaciones diferentes y no seguí. Podía compaginarlo porque en la isla trabajaba repartiendo el correo durante cinco o seis horas por la mañana, y ya por la noche podía cantar en el Gran Hotel. Lo hacía con Humberto Cao, que tocaba el piano.

-¿Estuvo la mayor parte de su trayectoria laboral en A Toxa?

-Estuve 19 años repartiendo por A Toxa y zonas del rural como Boibas, Rons, Carballeira, Terra de Porto, Carretera do Conde, Viña de Millán, Avenida de Portugal, Meloxo? Y después en la zona urbana. También estuve a prueba mes y medio en la oficina, pero no me gustó y preferí volver a repartir por las calles.

-¡Conocerá a todo el mundo!

-(Risas) Conozco a más gente que el secretario del Ayuntamiento? Cuando estaba en A Toxa no era así porque me limitaba al reparto en la isla, pero después, al trabajar en el rural de O Grove, empecé a conocer gente y aprendí mucho.

-Incluidos muchos famosos...

-Me he encontrado con muchos, pero les dejaba las cartas en la recepción o las oficinas del Gran Hotel. Recuerdo habérselas llevado al presentador Constantino Romero, al que en una ocasión incluso tuve que hacerle y enviarle un paquete de jabones de La Toja. También me acuerdo de Mónica Randal, de una ocasión en la que estuvieron en la isla Reyes, jefes de Estado y altos cargos de toda Europa, y de haber ido al chalé de Amancio Ortega, donde había muchas medidas de seguridad.

-¿Es un trabajo complicado?

-Tenemos en la cabeza una especie de ordenador. Sobre todo al principio, porque las direcciones venían muy mal, sin numeración, sin el nombre de la calle? Los antiguos carteros conocían a la gente por el nombre y ya no se fijaban en la dirección. Yo también tuve que acostumbrarme a hacerlo. Poco a poco la gente fue colocando buzones y poniendo bien las direcciones, pero al principio era de locos. De todos modo es un trabajo muy bonito que te permite relacionarte con la gente.

-Pero ya no es lo mismo que al principio.

-Desde luego que no. Cambió muchísimo. Ahora mismo lo que son cartas ordinarias o personalizadas apenas llegan; solo las del banco, Hacienda y otras facturas. La verdad es que es una pena que se perdiera eso de enviar cartas. Lo que hay es muchísima paquetería, y desde luego pienso que Correos acabará centrándose en eso, como hay otras grandes empresas de paquetería que copiaron de los orígenes de Correos y se especializaron en ello. Lo cierto es que, tecnológicamente, Correos ha avanzado muchísimo. Ahora se reparte con máquinas, cuando antes llevabas el registro en una libreta.

-¿Echa de menos aquello?

-Si. Era muy bonito llevar las cartas a la puerta de una casa porque estabas permitiendo que la gente se comunicara. Sobre todo con los que estaban en el extranjero. Emigró muchísima gente de O Grove y llegaban infinidad de cartas, sobre todo en Navidad. Ahora todo se centra en Internet y WhatsApp.

-Y es todo más frío.

-Efectivamente. Antes entregar cartas era más cercano y personalizado; veías la cara ilusionada de la gente que estaba esperando impaciente en la puerta de casa noticias de sus hijos, maridos u otros familiares, y se marchaban corriendo para abrirla. Aquello me permitió vivir experiencias entrañables.

-Recordará mil anécdotas.

-Muchas. Por ejemplo cuando llegué con una carta a nombre de Francisco y me dijeron que no vivía allí. Hasta que cayeron en la cuenta que era para un miembro de la familia al que solo conocían como Paco.

-Y ahora, ya jubilada, ¿qué vida la espera?

-Seguramente eche de menos la rutina diaria, pero me acostumbraré a otra mucho más placentera. Podré viajar, que es lo que más me gusta, y dedicar más tiempo a los amigos y las tertulias. Ha llegado el momento de que me vaya, y puedo decir que me voy por la puerta grande, porque la empresa siempre se portó muy bien conmigo y he recibido multitud de muestras de cariño por parte de los vecinos. Y me voy satisfecha, porque tuve la gran suerte de poder trabajar al lado de casa y de los míos. ¡Fui una auténtica afortunada!

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